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The Nationals: La banda que conquista el lado under del rock
Lunes, Mayo 27, 2019 - 12:00

La agrupación ya suma 20 años y un nuevo disco que les vale un espacio consolidado en el rock alternativo.

Para muchos de los que no buceamos entre las toneladas de música que se producen día a día, y para quienes la descripción de “melómano” es casi tan improbable como la posibilidad de pedir ravioles con tuco en un McDonald’s, una de las primeras puertas de entrada a The National fue Game of Thrones. En 2012, durante los créditos del noveno capítulo de la segunda temporada y después de la primera gran batalla de la serie, una melodía oscura, calmada y acompañada de una voz cavernosa que invitaba a una introspección profunda de las oscuridades personales invadió la pantalla. The Rains of Castamere, himno de la familia Lannister, sonó en la voz de Matt Berninger y cuando él calló, muchos hicimos lo mismo, anonadados ante lo escuchado. Buscamos a quién pertenecía ese vozarrón, escuchamos todo lo que su banda tenía editado y volvimos a repetir el proceso desde cero. 

Aunque la popularidad de The National en aquellos momentos fluctuaba entre el hipsterismo under y una popularidad incipiente, siete años después la banda ya está consolidada en el mapa del rock alternativo con discos muy vendidos, muy premiados y con una presencia cada vez más preponderante en determinados charts y la prensa especializada. Con un nuevo álbum –I am easy to find, el noveno de su discografía– editado hace poco más de una semana y a 20 años de su formación, The National sigue viviendo la vida extraña y peculiar de una banda que alcanzó la popularidad casi sin pretenderla, que llena teatros y estadios con canciones oscuras y líricamente rebuscadas y que encabeza las grillas de algunos de los festivales de música más importantes a la par de nombres tan disímiles como Pearl Jam y A$AP Rocky. Entre el indie y lo mainstream, The National sigue explorando sus fronteras musicales y hoy, con I am easy to find publicado, demuestran el estado de su madurez. 

Ohio siempre estuvo cerca

Último año del siglo XX y en la ciudad de Cincinnati un grupo de treintañeros intentan elegir entre The National o American Mary para el nombre de una nueva banda. La reunión es una especie de fusión de proyectos menores y fracasados: Matt Berninger y Scott Devendorf, amigos de la universidad, vienen de una banda de garaje llamada Nancy; Bryan Devendorf, Aaron y Bryce Dessner, en tanto, llegan desde Project Nim. Todos se conocen de antes y, además, la sangre los une: en la reunión hay dos pares de gemelos (los Devendorf y los Dessner), lo que termina de conformar un grupo singular.

La historia marca que eligieron el primer nombre y que por alguna razón ninguno decidió involucrarse demasiado en el nuevo proyecto musical. Sin un primer disco editado y con algunos pocos shows en vivo encima, los cinco se trasladaron a Nueva York para meterse en el boom de la incipiente industria del “punto com” y la publicidad. Les fue bastante bien, pero les fue mejor con la música. Su primer disco –The National, 2001– irrumpió con fuerza en los sótanos y teatros lúgubres donde tocaban y les abrió un espacio en la escena alternativa. Con Sad song for dirty lovers (2003) y el EP Cherry tree (2004) demostraron que el sonido del debut no era fruto de la suerte y marcaron una línea musical por la que seguir. En ese EP apareció About today, uno de sus temas más reconocibles y conmovedores. Allí, la voz de Berninger alcanza profundidades que serían marca registrada de la casa.

Pero fue con Alligator (2005), su tercer álbum largo, con el que The National explotó. Mucho más oscuro que sus antecesores, con una fuerza rabiosa concentrada en las distorsiones de las guitarras, en canciones increíbles como Mr. November y la batería de Bryan Devendorf marcando el pulso, Alligator fue ubicado por varios medios como el mejor álbum del año en su género. Con él, además, comenzaron a involucrarse activamente en la política, jugando para Barack Obama desde su primera elección.

A partir de allí, The National firmó contratos profesionales y se alejó de sus álbumes de facturación casi casera. Al mismo tiempo, los miembros de la banda abandonaron sus trabajos para ser músicos a tiempo completo, lo que dio como resultado dos discos pulidos, con un sonido mucho más producido y profesional: Boxer (2007) y High Violet (2010). Hasta ahora, ese combo tiene algunos de los mejores trabajos de la banda –Fake empire, Slow Show, Bloodbuzz Ohio– y sobresale por ahondar la oscuridad Berninger, que se desnuda para exponer sus traumas y miedos. 

Con los aires de intelectualidad bohemia y reventada de Berninger a la cabeza, The National coincidía muy poco con la escena neoyorkina que en ese momento vibraba al ritmo de The Strokes o Interpol. Como el propio Berninger dijo en una entrevista reciente con Vanity Fair, nadie los quería allí. En el medio, el vocalista empezó a tener problemas con el alcohol, que incidieron en el grupo y hasta debilitó los lazos con su hermano Tom, ayudante frecuente y director de dos documentales sobre ella. 

Después de que Berninger saliera del pozo de las adicciones, la banda lanzó Trouble will find me, un disco con el que el frontman pide varias disculpas y con el que el grupo se abrió todavía más gracias a temas populares como I need my girl. Y ya en el borde de sus 50, largaron dos trabajos casi encadenados que mostraron que su evolución hacia otros espectros de la música es real: Sleep well beast (2017) –que les dio su primer Grammy– y I am easy to find (2019).  

En este último disco, los de Ohio profundizan en su costado más existencial y poético, con letras escritas a cuatro manos entre Berninger y su esposa y un extenso catálogo de canciones en donde se incorporan por primera vez voces femeninas –la cantante Sharon Van Etten, por ejemplo–. Denso e hipnótico, I am easy to find tiene momentos de gran belleza, como la canción autobiográfica Not in Kansas y la coda de Light years.

Con varios discos, conciertos y años sobre sus hombros, The National sigue sin ser una banda fácil. Primero, porque carece de hits. Su música se asemeja más a una ola uniforme, sin cambios de frecuencia, que atropella con contundencia. Además, su melancolía innata y la oscuridad que emana de su vocalista puede terminar jugando en contra del escucha. Sin embargo, esas mismas cualidades tienen un reverso: son la puerta de entrada para un universo de melodías magnéticas, shows rabiosos, letras profundas y una voz cautivante, capaz de atraer nuevos fanáticos hasta por una pequeña participación en el final de una serie de televisión. 

Cuatro discos esenciales

1- Boxer. Año: 2007. Puntos altos: Fake Empire; Brainy; Slow Show; Apartment Story; Star a War; Guest Room 

2- High Violet. Año: 2010. Puntos altos: Terrible love; Afraid of Everyone; Bloodbuzz Ohio; Conversation 16; England 

3- Trouble will find me. Año: 2013. Puntos altos: I should live in salt; Don’t swallow the cap; This is the last time; Graceless; I need my girl 

4- Sleep well beast. Año: 2017. Puntos altos: Day I die; The system only dreams in total darkness; Empire Line; I’ll still destroy you; Guilty party; Carin at the liquor store 

Autores

Emmanuel Bremermann / El Observador