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Estrella naciente
Viernes, Marzo 7, 2014 - 09:19

Dos emprendedores ecuatorianos apostaron a la chía orgánica. Con clientes en EE.UU., Holanda y Alemania ya facturan alrededor de US$1 millón.

Corría 2008 y el ingeniero civil ecuatoriano Luis Echeverría Córdoba desarrollaba un proyecto para sembrar cereales en su país, cuando su hijo le acercó semillas de chía. Como la mayor parte de los latinoamericanos, no la conocía. También llamada Salvia hispánica, la chía fue en el mundo precolombino uno de los principales productos de la región. Sobre todo en México y Centroamérica, donde era parte central de la dieta. Esto porque la chía es rica en proteína, fibras, ácidos grasos y omega 3. Echeverría Córdoba decidió tomar el riesgo de plantarla porque “su característica de siembra se adaptaba a la zona en donde trabajaba mi otro proyecto”, explica. 

Optó por un cultivo orgánico ya que, si bien en el mercado internacional una tonelada de chía sembrada de forma convencional puede costar entre US$3.500 y 4.000, la chía orgánica está aproximadamente en US$6.600, comenta. La demanda mundial oscila entre las 40.000 a 50.000 toneladas anuales. Y acertó: a cinco años de comenzar, tras invertir cerca de US$2 millones, en 2013 facturó cerca de US$1 millón.

La semilla, al ser un specialty, se desenvuelve en un comercio muy acotado y fluctuante, “sin posibilidad de arbitrar y con un consumo que, si bien se está abriendo, todavía está en una suerte de nicho de mercado”, explica Carlos Iñurrutegui, especialista argentino vinculado al mercado de la chía desde hace más de 10 años.

Por eso les tocó “crear demanda”, manifiesta Luis Echeverría Vivar, hijo del empresario, que trabaja a pleno en el proyecto. De hecho, hoy su cosecha la vende a 10 clientes (todos extranjeros). Uno de ésos es Nutiva, una firma estadounidense de productos naturales que vende la chía en empaques pequeños y que también ha desarrollado productos a partir de esta semilla.

Por ejemplo, en Argentina, donde la producción comercial se inició en 2006, cuatro años después ya contaban con una superficie de 100 hectáreas de plantaciones. En 2013, según reportes de Iñurrutegui, ascienden a 70.000 hectáreas. “Se calcula que, en cinco años, se duplique la demanda actual de chía”, asegura.

Comparadas con las 300 hectáreas de los emprendedores ecuatorianos existe una diferencia abismal, pero Echeverría Vivar no le huye a la posibilidad de ir por más: “Primero hay que educar y abrir mercado”, dice. Por ahora, las ventas llegan a EE.UU., Holanda y Alemania, pero ya en su radar aparecen Japón, China y países de Europa.

Autores

Redacción AméricaEconomía