Las papas que comen los hondureños -y que junto al arroz y los frijoles conforma una trilogía que es la base de su alimentación-, no son centroamericanas, sino europeas.
El caso de las papas de Honduras es un claro ejemplo de las imperfecciones en el mercado mundial de alimentos. Las papas que comen los hondureños -y que junto al arroz y los frijoles conforma una trilogía que es la base de su alimentación-, no son centroamericanas, sino europeas.
“La mayoría de productores usan semillas importadas de Holanda”, explica Nery Méndez, técnico de la Empresa Campesina Agroindustrial de la Reforma Agraria de Intibucá (Ecarai). Agrega que el producto solo se puede importar de noviembre a febrero. “Después de estos meses, la semilla envejece y no se puede utilizar”, agrega.
La dependencia de semillas procedentes del extranjero dificulta la producción local, razón por la cual este producto sigue importándose sobre todo de Europa, la región líder en rendimiento de papa en el mundo. Para solucionar este problema, los indígenas lencas, situados en la zona Occidente del país, han empezado a cultivar su propia semilla.
Los productores de esta zona dejan germinar las papas obtenidas durante la cosecha y guardan las de mejor calidad como semilla para la próxima siembra. “Este proceso se puede repetir hasta cuatro veces. Pasado este tiempo, considerado la vida útil de la semilla, ésta se tiene que volver a comprar”, detalla Santos Nery, hasta hace poco presidente de Ecarai.
De esta forma, obtienen una semilla “artesanal”, que además de asegurar una producción anual, les permite a los pequeños productores rurales optar a mejores condiciones de vida. Al disponer de semilla de papa todo el año podemos abastecer a los mercados sin romper el ciclo”, explica Josué Méndez, productor del municipio de Pueblo Viejo, situado en el departamento de Intibucá.
De acuerdo a un informe de la Secretaría de Agricultura y Ganadería de Honduras (SAG), esta zona, mayormente indígena, concentra el 79% de la producción de papa del país. Más allá de ser un elemento clave en la dieta del país, la papa tiene un fuerte impacto social ya que su cultivo da sostén a unos 4.000 productores y sus familias y genera 5.800 empleos permanentes, según el mencionado informe.
Megatúneles y papas más baratas. Además, la papa artesanal resulta mucho más económica que la importada. “Un saco de papa holandesa cuesta unas 1.800 lempiras (aproximadamente US$85)", detalla Josué, quien lamenta que se trata de un precio muy elevado “y que no siempre cubre para pagar los insecticidas”.
“Cultivando ellos mismos la semilla el precio se puede reducir hasta un 50%”, agrega Santos Nery, quien explica que el proceso es posible gracias a los megatúneles, un sistema de protección de los cultivos que los aísla también de plagas e insectos. El uso de los megatúneles es promovido por Ecarai, una empresa campesina que aglutina a 13 cooperativas de base, integradas todas ellas por pequeños productores que cultivan diferentes tipos de hortalizas.
Además de los megatúneles, Ecarai invierte en formación. “Capacitamos a los productores a través de charlas y jornadas prácticas en el campo”, explica Santos Nery. Esta labor es posible gracias al Programa de Competitividad Rural del gobierno de Honduras (Comrural), que recibe financiamiento del Banco Mundial, entre otros organismos.
El valor de formarse e innovar. “Lo más importante que hemos aprendido en las capacitaciones son los manejos de cultivos”, relata Reniere Domínguez, productor de papa de Buenavista, en el departamento de Intibucá. “También nos ha permitido conectarnos mejor con los mercados”, agrega.
“Es complicado para uno trabajar a lo pícaro, sin asistencia técnica”, admite. Tras 12 años cultivando papa, ha sido testigo del cambio en su parcela, donde ahora aplica los conocimientos adquiridos.
“Aprendí como hacer una buena preparación del suelo con los nutrientes que se necesita. También como sembrar de forma correcta. Yo antes hacía los surcos sin medida, con distancias diferentes. Ahora la planta recibe lo que necesita”, explica.
Padre de cuatro niños, que viven en una pequeña casa junto a su finca, Reniere se siente orgulloso de haber podido mejorar la producción de papa. Antes de formar parte de Ecarai, producía entre 1.000 y 1.500 libras por hectárea. Esta temporada calcula que obtendrá unas 3.000 libras.
Además de la mejora en la técnica de cultivo, parte del éxito de la nueva cosecha se debe al uso de sistemas de riego por goteo, en sustitución del riego a gravedad, que utilizaba antes y donde se desperdiciaba gran cantidad de agua. “El goteo, además de permitirnos ahorrar, cuida más el suelo”, relata Reniere Domínguez.
Procedente de una familia que se ha dedicado tradicionalmente al cultivo de papa, Reniere se muestra satisfecho. El apoyo de Ecarai no solo ha fortalecido su tierra sino también su confianza en producir una mejor papa auténticamente hondureña.