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Los secretos y líos del Envigado Fútbol Club de Colombia
Martes, Julio 10, 2012 - 18:19

Hechos judiciales diversos y poco investigados rodean a un equipo con más de 20 años de tradición en el balompié nacional. Desde sus inicios el Envigado le ha apostado a estructurar sus divisiones inferiores. Esta política ha rendido frutos y en los últimos años...

En aplicación de las nuevas reglas de juego del fútbol profesional colombiano, que a partir de la Ley 1445 de 2011 instaron a los equipos a transformarse en sociedades anónimas, el pasado miércoles la Superintendencia de Sociedades reportó el actual estado económico de los clubes. Sólo de cuatro equipos no se dijo nada, pues incumplieron el envío de información requerida por el Estado. Y no fue novedad el silencio del Envigado Fútbol Club, cuyo devenir interno, al margen de sus éxitos deportivos, representa un capítulo de impunidad en una época sangrienta.

Los mismos días en que los jefes paramilitares Diego Murillo Bejarano, alias Don Berna, y Carlos Mauricio García, alias Doblecero, literalmente se tomaron las redes ilegales del Valle de Aburrá, y entre ambos frentes se perfeccionó uno de los legados de Pablo Escobar Gaviria: la ‘Oficina de Envigado’. Una tenebrosa organización para dominar entre los bandidos cobrando el derecho a delinquir, uno de cuyos probados jefes fue el dirigente deportivo Gustavo Adolfo Upegui López, quien hasta su muerte en 2006 fue el máximo accionista del Envigado Fútbol Club.

Sin embargo, Upegui murió asesinado sin que la justicia lo condenara por sus acciones ilegales. Estuvo detenido durante 32 meses, entre finales de 1998 y mediados de 2001, sindicado de secuestro, conformación de grupos de justicia privada y concierto para delinquir, pero de manera insólita fue absuelto por un juez penal de Medellín. Fue la misma época en que, como lo documentaron el Instituto Popular de Capacitación (IPC) y la Corporación Jurídica Libertad en su trabajo “Memoria de la impunidad en Antioquia”, la justicia no obró contra la violencia paramilitar.

Por el contrario, a través de la reasignación de expedientes, cambio de fiscales o selectividad de testigos se concretaron múltiples prácticas de obstrucción a la justicia. Muchos de los que intentaron aplicarla o marcharon al exilio o fueron asesinados. El IPC y la Corporación Libertad documentaron 13 homicidios en los que las víctimas fueron investigadores del CTI. La mayoría de ellos tuvieron el infortunio de haber sido asignados para indagar las andanzas de alias Don Berna o del dirigente del Envigado, Gustavo Upegui López.

Pero la historia de Upegui, su amistad con Pablo Escobar desde la niñez hasta los años 80 y, en contraste, la forma como vivió codeándose con las autoridades o la dirigencia política y deportiva de Antioquia, no es menos desconcertante que el halo de muerte y misterio que ha rodeado al Envigado Fútbol Club en sus 23 años de existencia. Con el apoyo del seis veces alcalde de Envigado, Jorge Mesa, el equipo logró acceder a la categoría profesional en 1992, tras ganar el torneo de ascenso. Un año después fue asesinado su primer presidente, Jorge Arturo Bustamante.

Corría el mes de septiembre de 1993. Jorge Arturo Bustamante, quien también en el pasado había ocupado cargos directivos en el Medellín y el Cúcuta Deportivo, departía con algunos amigos en un estadero del norte de Envigado, cuando un pistolero ingresó al sitio y le propinó dos disparos en la cabeza y en el cuello. Nunca se supo quiénes lo mataron. Tres años después, en junio de 1996, cuando avanzaba en su vehículo por el barrio La América de Medellín, murió también asesinado su hermano Carlos Arturo Bustamante. Tampoco se aclaró quiénes fueron los victimarios.

En 1993, a la presidencia del club llegó el político antioqueño y hoy concejal J. Mario Rodríguez, quien ya había pertenecido a la junta directiva del equipo y volvió a su máximo cargo después de pasar por la Alcaldía de Envigado, en los tiempos en que Pablo Escobar estuvo recluido en la cárcel de La Catedral. Lo sucedió en la Alcaldía el repitente Jorge Mesa Ramírez. Fue en esa época, mientras el equipo lograba sus mejores desempeños deportivos y se concretaban cambios en la composición directiva, cuando empezó a reaparecer la figura de Gustavo Upegui López.

Pero su nombre salió a relucir no como dirigente deportivo, sino como víctima. El 29 de octubre de 1995, cuando salía de una iglesia, fue secuestrado su hijo Andrés Felipe Upegui. Duró 14 meses cautivo por las FARC. Y no había terminado este drama, cuando sobrevino el secuestro del segundo hijo, Juan Pablo Upegui, plagiado en enero de 1996 en su casa de campo situada en Sabaneta (Antioquia). 33 días después fue rescatado por el Gaula de la Policía en la zona de los Montes de María. Con el paso de los meses, esta acción sería el comienzo de sus líos judiciales.

No obstante, alcanzó a ser integrado al órgano administrativo del equipo, como quedó constancia en la asamblea general de socios que se realizó en marzo de 1997 en el auditorio del Polideportivo de Envigado. En la misma asamblea quedó claro que, junto con sus dos hijos y con su esposa Margarita Zulay Gallego, ya fungía como el máximo accionista del club. Además, después de diversas dificultades por los habituales incumplimientos del equipo en materia reglamentaria, en enero de 1998, Coldeportes le renovó el reconocimiento deportivo que le había sido retirado.

El camino parecía despejado, pero a los apremios deportivos del equipo vino a sumarse la captura de Gustavo Upegui. Sucedió el 11 de noviembre de 1998, al concluir un partido en el que Envigado derrotó a Santa Fe por un gol a cero. El CTI lo trasladó de inmediato a Bogotá bajo el cargo de haber integrado un grupo armado para liberar a uno de sus hijos secuestrados. A la investigación alcanzó a ser vinculado el director del Gaula para la época de los hechos, el entonces coronel de la Policía Luis Alfredo Rodríguez y cinco integrantes más de la institución policial.

Durante su tiempo en prisión, Upegui autorizó a su esposa Margarita Zulay Gallego para que lo representara y a Coldeportes se le escribió manifestando que “por situaciones muy personales” habían tenido que reemplazarlo. Por la misma época, después de cinco años de gestión, dejó la presidencia del club Javier Velásquez González, se alejó también del comité ejecutivo José Ignacio Mesa, hijo del exalcalde Jorge Mesa, y el exprimer mandatario de Envigado, y en diciembre de 2000 llegó a la presidencia del equipo Guillermo León López Valencia.

En julio de 2001, el Juzgado Tercero Penal del Circuito Especializado de Medellín, a pesar de las evidencias en contra de los sindicados, absolvió a Gustavo Upegui López y a los uniformados de la Policía que supuestamente habían participado en acciones ilegales para rescatar al joven Juan Pablo Upegui. En cuanto al ya general Luis Alfredo Rodríguez Pérez, ni siquiera fue oído en indagatoria y, después de un paso efímero de sólo cuatro meses al frente de la Dijín, fue nombrado como agregado policial en la Embajada de Colombia en Santiago de Chile.

Cuando Upegui regresó a Envigado, el Valle de Aburrá estaba agitado por otro escándalo. A raíz de la desaparición forzada de los líderes de la Asociación de Familiares Detenidos Desaparecidos (Asfaddes), José Ángel Quintero y Claudia Patricia Monsalve, ocurrida el 6 de octubre de 2000 en Medellín, la Fiscalía detectó que las líneas telefónicas de esta organización habían sido interceptadas ilegalmente por el Gaula de la Policía. Las pesquisas llevaron a constatar que entre 1997 y 2001 la unidad policial en Medellín había realizado 1.808 intervenciones telefónicas ilegales.

Ante las evidencias, la Fiscalía abrió investigación contra los excomandantes del Gaula en Medellín, los entonces coroneles Mauricio Santoyo y Germán Flórez. Un oficial, dos suboficiales, un agente y un supervisor de seguridad de Empresas Públicas de Medellín también fueron vinculados al proceso por las chuzadas telefónicas ilegales. A los 15 días la Fiscalía se abstuvo de investigar a los coroneles. En 2003 absolvió a los demás. Una denuncia contra Santoyo por presuntos actos de colaboración con el paramilitarismo en Antioquia también fue subestimada.

Entre tanto, Gustavo Upegui regresó a Antioquia, ya reseñado en los registros de los organismos de inteligencia como jefe de la organización conocida como la ‘Oficina de Envigado’ (ver facsímil), pero su nombre dejó de figurar en el equipo de fútbol. Sus dos hijos, Juan Pablo y Andrés Felipe, junto con los nuevos directivos, se hicieron cargo del club. Pero no dejaron de seguirse registrando extrañas novedades, como el asesinato del primer tesorero del equipo y también accionista Luis Fernando Avendaño Arango, ocurrido el 23 de marzo de 2002 cerca del municipio de El Retiro.

Avendaño había sido secuestrado días atrás cuando salía de su casa en Envigado y su cadáver, con signos de tortura, fue encontrado en la vereda Los Salados, en la vía Las Palmas-El Retiro. Tres años antes su hermano Gustavo Avendaño había corrido la misma suerte. Algo parecido a lo sucedido con los hermanos Bustamante. Una racha trágica a la que también se había sumado en marzo de 2000, en el municipio de Caldas (Antioquia), el reconocido dirigente deportivo e integrante del Comité Ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol, Arturo Bustamante Ramírez.

El tiempo siguió pasando, a raíz del proceso de paz entre el gobierno Uribe y los grupos de autodefensa se empezaron a presentar crímenes por ajustes de cuentas o diferencias frente a la negociación, hasta que le llegó el turno al mismísimo Gustavo Upegui López. A las cuatro de la mañana del 4 de julio de 2006, seis hombres que vestían falsas prendas de la Sijín ingresaron a una finca del dirigente deportivo, lo separaron de sus familiares y algunos amigos que pernoctaban en la propiedad, y luego lo asesinaron. La Policía reconoció que todo se debía a actividades ilegales.

A la semana siguiente se reunió el Comité Ejecutivo del Envigado y reestructuró su órgano de administración ante la renuncia de los dos hijos de Upegui. No obstante, tres meses después, en carta a Coldeportes, Juan Pablo Upegui pidió que se inscribiera su nombre como representante legal y reivindicó su calidad de presidente del Envigado. En ese momento entró a colaborar en el equipo el administrador de empresas Juan Alejandro Hernández, quien estuvo hasta 2008, cuando fue escogido como miembro del Comité Ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol.

En el entretanto, persistió la tragedia. En septiembre de 2006, en un salón de billares en Envigado, un sicario acabó con la vida del dirigente deportivo y también expresidente del Envigado Fútbol Club, Octavio Velásquez Mejía, quien además se dedicaba al negocio de las apuestas permanentes. Su padre, Javier Velásquez, había ocupado la presidencia del club. El entonces comandante de la Policía de Medellín, coronel Marco Antonio Pedreros, se limitó a decir que no podía descartarse un ajuste de cuentas. Al año siguiente el equipo perdió la categoría.

Ahora está de nuevo en la lucha deportiva, como muchos otros equipos pasó de ser una corporación a una sociedad anónima y aunque el nuevo presidente es Andrés Felipe Paniagua, todo el mundo sabe que los hermanos Juan Pablo y Andrés Felipe Upegui son los socios mayoritarios. Además, el espónsor deportivo corre por cuenta de la firma Tiendas Margo’s, de propiedad de Margarita Zulay Gallego, la viuda de Gustavo Upegui. Eso sin contar con otras empresas que contratan con el municipio, cuyo actual alcalde, Héctor Londoño, ha sido cercano al club.

Aunque los jefes paramilitares siguen confesando fechorías y, por ejemplo, Cuco Vanoy admitió que participó en la liberación del hijo de Gustavo Upegui, por ahora el Envigado se apresta a participar en la Copa Suramericana, pero no reporta a la Superintendencia de Sociedades en qué andan sus estados financieros, cómo maneja sus derechos deportivos o en qué van sus obligaciones laborales, bancarias, fiscales y parafiscales. Pero ya es normal. En 20 años ni a la Fiscalía ni a la Dirección Nacional de Estupefacientes se les ha ocurrido indagar de dónde salieron sus dineros.

Los resultados positivos de la cantera. Desde sus inicios el Envigado le ha apostado a estructurar sus divisiones inferiores. Esta política ha rendido frutos y en los últimos años los más destacados jugadores de esta institución han sido transferidos a reconocidos equipos del ámbito mundial y han sido parte de la selección Colombia en diferentes categorías.

Para citar sólo algunos casos, James Rodríguez, del Porto de Portugal es pretendido por el Manchester United de Inglaterra. La semana pasada se logró el traspaso de otro de la cantera envigadista, Giovanni Moreno, al fútbol chino. Lo propio sucedió hace unos meses con Fredy Guarín. El martes se concretó el traspaso del delantero Dorlan Pabón al Parma.

En cuanto al plano dirigencial, la mayor posición la logró en 2010 su exvicepresidente Juan Alejandro Hernández, quien pasó a la Federación Colombiana de Fútbol y actualmente es hombre muy cercano al presidente de la entidad, Luis Bedoya.

El papel de los organismos del control. Según registros de la Fiscalía contra el Envigado Fútbol Club no se adelantan investigaciones. En cuanto a la Dirección Nacional de Estupefacientes, su liquidadora María Mercedes Perry señaló que en la entidad no existen bienes en litigio o indagación relacionados con el equipo de fútbol.

Por su parte, el superintendente de Sociedades, Luis Guillermo Vélez, le expresó a El Espectador : “Lo que se busca al solicitar la información a los clubes de fútbol es poner la casa en orden, en razón a que durante muchos años los controles fueron laxos”. El funcionario indicó que el caso de Envigado y otros tres equipos que no presentaron la información están sujetos a multas. Este diario conoció que a mediados de semana fue a esa entidad Jorge Armando García, revisor fiscal del Envigado, quien manifestó su intención de entregar la información requerida por el ente de control.

Autores

ELESPECTADOR.COM