Pasar al contenido principal

ES / EN

Matriz energética de Brasil pasa de la envidia a una víctima de la arrogancia
Lunes, Enero 7, 2013 - 15:57

Analistas e inversores dicen que los problemas actuales derivan de un excesivo optimismo durante los años de bonanza, cuando el país intentó aumentar el control sobre sus recursos y acabó asustando a los inversores.

Sao Paulo. Hace apenas cinco años, la matriz energética "verde" de Brasil era la envidia de otras naciones dependientes de fuentes de energía más sucias y el orgullo de un gobierno convencido de que conducía al país hacia el estatus de superpotencia económica.

Tres cuartas partes de la electricidad brasileña provenía de centrales hidroeléctricas y los automóviles se movían principalmente a etanol de caña de azúcar.

Además, Brasil acababa de descubrir gigantescas reservas de petróleo frente a sus costas, lo que podría convertirlo en el 2020 en el tercer mayor productor del mundo después de Rusia y Arabia Saudita.

Hoy el panorama es mucho más sombrío. La producción de petróleo está cayendo y crece el temor a que el país deba racionar la energía eléctrica, lo que deprimiría aún más la economía y sería políticamente embarazoso para la presidenta Dilma Rousseff.

¿Qué salió mal? Analistas e inversores dicen que los problemas actuales derivan de un excesivo optimismo durante los años de bonanza, cuando Brasil intentó aumentar el control sobre sus recursos y acabó asustando a los inversores.

"Brasil se ha vuelto víctima de las políticas de la abundancia económica", dijo Christopher Garman, director de América Latina en la consultora de riesgo Eurasia Group en Nueva York.

"Cuando las cosas iban bien para Brasil y después de que descubrieron petróleo, la administración fue imbuida de un orgullo desmesurado", agregó. "Pensaron que tenían más espacio para llevar adelante una política industrial activa y cambiar el paisaje regulatorio".

Rousseff rechazó recientemente los temores a un racionamiento de electricidad como de "ridículos". Uno de los problemas de fondo está fuera del control de su gobierno: una de las peores sequías en décadas que priva al país del agua que necesita para generar electricidad.

Los recientes esfuerzos del país por diversificar su matriz eléctrica, duramente criticada por grupos ambientalistas, podría acabar evitando un racionamiento como el del 2001. La hidroeléctrica hoy representa unos dos tercios de la generación, desde un 80% en el 2005.

Sin embargo, los problemas son mucho más profundos. El sector eléctrico de Brasil está plagado de ineficiencias y ansiedad de los inversores, desde la petrolera estatal Petrobras hasta las recientes pérdidas multimillonarias en el valor de capitalización de empresas eléctricas como Cemig o CESP.

El riesgo es alto para Rousseff, electa en el 2010 en parte por su imagen de competencia en la administración del sector energético.

Como ministra de Energía entre el 2003 y el 2005, su misión fue garantizar que Brasil jamás volviera a sufrir un déficit de energía y preparar el terreno para transformar al país en una potencia petrolera en las próximas décadas.

Los problemas en el sector reflejan un reclamo más amplio de los inversores: que la intervención de un gobierno que está aumentando su papel a expensas del sector privado.

Como resultado de ese y otros problemas, la economía brasileña creció sólo un 1% en el 2012, uno de los promedios más bajos de América Latina.

Buenas intenciones, malos resultados. Rousseff supervisó en los últimos años la redacción de un nuevo marco legal para la producción petrolera, impidiendo que Petrobras elevara los precios de la gasolina y el diésel y forzando a la generadora estatal Centrais Eletricas Brasileiras a reducir los precios de la electricidad a cambio renovar sus concesiones hidroeléctricas.

Casi todas las medidas fracasaron, de una forma u otra.

La nueva ley petrolera, aprobada en el 2010, buscaba garantizar el control gubernamental de los yacimientos subsal, uno de los últimos grandes descubrimientos recientes con hasta 100.000 millones de barriles de petróleo bajo el manto marino frente a los estados de Río de Janeiro y Sao Paulo.

A los actuales niveles de consumo, eso sería suficiente para abastecer a Estados Unidos durante 14 años y a Brasil durante un siglo.

En vez de explotar inmediatamente el petróleo y obtener beneficios a través de regalías, el gobierno esperaba usar los yacimientos subsal como una oportunidad para construir una industria petrolera.

El gobierno aumentó los requisitos de contenido brasileño mínimo para el desarrollo de los yacimientos y exigió que Petrobras aumentara su participación dominante en la explotación y producción.

También quería asegurarse que las regalías serían utilizadas para fines de largo plazo como la educación y evitar la "enfermedad holandesa", o sobrevaluación de una moneda como consecuencia de las exportaciones de materias primas que golpea a las industrias manufactureras.

En la práctica, la incertidumbre generada por la ley detuvo desde el 2008 las licitaciones anuales de derechos de exploración petrolera. Las concesiones vendidas a través de esas licitaciones ayudaron a más que duplicar la producción de Brasil entre 1997 y 2008.

"El Gobierno tomó una ley que funcionaba, que era responsable por el éxito de nuestra industria petrolera, y la cambió de cualquier forma", dijo Adriano Pires, jefe del Instituto Brasileño de Infraestructura, un grupo de estudios de temas energéticos con sede en Río de Janeiro.

"El resultado es un desastre", enfatizó.

La ley cambia además las reglas de distribución de las regalías, lo que desató una disputa entre los estados productores y el resto de Brasil que podría bloquear licitaciones previstas para este año.

Además, la nueva ley dio a Petrobras el derecho exclusivo de los futuros proyectos de exploración y producción en las cuencas de Campos y Santos, de donde se extrae casi un 90 por ciento del petróleo brasileño.

Empresas con proyectos de largo plazo en Brasil como Devon Energy y Exxon Mobil Corp. redujeron sus planes o simplemente se marcharon. En el caso de Devon, prefirió invertir en la producción de "shale gas" y petróleo en Estados Unidos, más barato y fácil que los complejos proyectos costa afuera en Brasil.

Metas incumplidas. Eso aumentó la responsabilidad de Petrobras, que está incumpliendo las metas de producción y expansión contempladas en un plan quinquenal de US$237.000 millones, el mayor programa de gastos corporativos del mundo.

La producción de Petrobras ha caído durante ocho meses consecutivos. Eso redujo el flujo de capital justo en momentos en que el gobierno acelera los planes para fabricar cientos de barcos y decenas de plataformas de perforación y producción, además de cinco nuevas refinerías necesarias para desarrollar las reservas.

Pero lo más perjudicial fueron las políticas de precios de la gasolina.

Como el gobierno impidió que Petrobras elevara los precios de la gasolina y el diésel para acompañar al mercado internacional, la petrolera incurrió en sus primeras pérdidas en 13 años en el segundo trimestre del 2012 y añadió más de US$8.000 millones a las pérdidas de su unidad de refinación el año pasado.

El gobierno ha mantenido bajos los precios del combustible para contener la inflación, que ya está por encima del 5,7% anual, cerca del tope de la meta del banco central. Los precios al consumo están siendo presionados por el recalentado mercado laboral y tasas de interés a mínimos históricos.

Aunque el ministro de Finanzas, Guido Mantega, dijo que los precios de la gasolina podrían subir este año, no aclaró cuándo.

El impacto sobre las acciones de Petrobras ha sido grande: los títulos hoy cotizan más bajo que antes de que la petrolera descubriera las gigantescas reservas en el 2007.

Los nuevos yacimientos convirtieron en el 2008 a Petrobras en una de las 10 mayores empresas del mundo por valor de capitalización, junto con General Electric, Exxon Mobil y Microsoft.

Hoy a pesar del descubrimiento de miles de millones de barriles en reservas y de una venta de acciones por US$78.000 millones en el 2010 -la mayor oferta de nuevos títulos jamás realizada-, el valor de capitalización de Petrobras es similar al de la cervecera brasileña Ambev.

La gasolina artificialmente barata tuvo otro efecto lateral aún mayor: golpeó a la industria local de etanol, volviéndola no competitiva. Los productores de caña de azúcar respondieron cortando la producción, lo que disparó los precios del etanol.

La demanda de alcohol de caña de azúcar llegó al máximo en el 2009. Desde entonces, los precios más que se duplicaron, aunque las ventas cayeron un 41%.

El etanol, que llegó a representar más de una quinta parte de las ventas de combustible en Brasil y era más usado que la gasolina, era competitivo en apenas dos de los 27 estados de Brasil en los 12 meses terminados en noviembre, según la asociación de distribuidores de combustible.

Pero como cada litro de gasolina lleva una cuarta parte de etanol, los elevados precios aumentaron el costo del combustible. Para evitar un aumento de la inflación, el gobierno redujo a fines del 2011 el porcentaje de etanol en la mezcla a 20%.

Con las refinerías al máximo de su capacidad, Petrobras no tuvo más remedio que importar gasolina a precios de mercado y venderla a pérdida.

"Uno tiene la sensación de que el gobierno está improvisando", dijo Luiz Pinguelli Rosa, director de estudios de postgrado de ingeniería en la Universidad Federal de Río de Janeiro y ex presidente de la generadora estatal Eletrobras en un Gobierno anterior.

"Estas políticas han dañado tanto a Petrobras como a la industria de etanol, que son importantes para nuestro desarrollo", añadió.

Forzando caída de precios de electricidad. El otro gran golpe para la industria de la energía fue el plan de Rousseff de forzar una caída en los precios de la electricidad, una medida que buscaba ayudar al crecimiento económico pero que podría acabar siendo el punto bajo de su relación con el sector privado.

Rousseff anunció el año pasado un plan para reducir un 20% los precios de la electricidad en Brasil, que fueron hasta hace poco los terceros más altos del mundo según algunos cálculos.

Los elevados precios obedecen, en gran medida, a impuestos que el gobierno no ha logrado reducir.

Menores tarifas eléctricas ayudarán a los consumidores, pero podrían también hacer más difícil que las empresas del sector inviertan decenas de miles de millones de dólares en expandir sus servicios y construir nuevas represas para satisfacer la creciente demanda de energía de Brasil, dijeron Rosa y Garman.

Funcionarios brasileños han dicho que las compañías eléctricas tendrán que conformarse con menores márgenes de rentabilidad. Y la respuesta de los inversores fue vender las acciones de las eléctricas.

Las acciones de Eletrobras, la mayor generadora de América Latina, perdieron el año pasado más de dos décadas de ganancias de los inversores.

"El gobierno está en una posición delicada. La energía es ahora su Talón de Aquiles", dijo Oswaldo Telles, analista de energía del Banco Espírito Santo en Sao Paulo.

"Las variaciones de precios son la última carta en su manga. Si no dan resultado tendrán que intentar algo más drástico o decir adiós a más metas", sostuvo.

Autores

Reuters