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¿Qué pensaría si le comentan que su barrio está sembrado de "granadas" y que sus "explosiones" serán beneficiosas?
Martes, Febrero 18, 2014 - 16:44

"Bombas verdes" que generan vida, así podría definirse la misión del nuevo movimiento verde que transforma las tierras áridas en espacios vegetales lanzando bolas de tierra, arcilla y simientes.

Si uno de nuestros saltos evolutivos como civilización ocurrió cuando el ser humano comenzó a cultivar la tierra en lugar de recolectar sus frutos de manera itinerante, ahora se está gestando una revolución de la agricultura urbana, a mucha menor escala, pero más espectacular, la de las denominadas “bombas verdes”.

Es una pequeña revolución pacífica impulsada por los llamados "articultores", o artistas-agricultores, que arrojan bolas de tierra, arcilla y simientes en espacios verdes abandonados para devolverles el verdor. Se inspiran en las “guerrillas verdes” de Estados Unidos y Gran Bretaña y demuestran que la ecología y la agricultura pueden ser muy creativas y versátiles.

El movimiento de "articultores" (www.articultores.net), cuyo lemas es “arte + huertas + comunidad” lo impulsa Judith Villamayor, una artista argentina que trabajaba en esculturas sembradas y figuras hechas con semillas, cereales y alimentos.

Dos de sus fuentes de inspiración son los activistas estadounidenses 'Green guerrillas' (Guerrillas Verdes) que transformaron suelos abandonados en jardines en la ciudad de Nueva York en la década de 1970, y el más reciente movimiento británico 'Guerrilla gardening' (Guerrilleros de jardinería), que buscaban embellecer espacios abandonados en Londres.

Para llenar de belleza y vegetales comestibles los terrenos desatendidos, Villamayor y otros participantes de la denominada “guerrilla huerta”, aplican una idea del fallecido biólogo y agricultor japonés Masanobu Fukuoka: unas bolas de arcilla y tierra que contienen semillas de hortalizas que brotan con la lluvia.

Este colectivo convoca a reuniones donde los voluntarios aprenden a elaborar y también confeccionan las “bombas de semillas”, que se dejan dos días en reposo para que se sequen antes de ser arrojadas.

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Estas "bombas" (“seed bombs”, en inglés) son arrojadas en terrenos baldíos donde no se puede acceder de otra forma, y en espacios públicos o privados, siempre a la luz del día, para que los vecinos conozcan su actividad y sigan cuidando y cosechando lo sembrado, si así lo desean.

LOS ENTRESIJOS DE LOS ‘ATAQUES VERDES’

Para conocer las actividades y objetivos de estos guerrilleros ecológicos que realizan sus “ataques” en Buenos Aires y diversas ciudades argentinas y efectúan periódicos talleres didácticos en otras ciudades, como Madrid (España), Efe ha entrevistado a Judith Villamayor, coordinadora de Articultores, quien desvela la cuidadosa elaboración de estas "bombas de semilla".

“Son bolitas de tierra, arcilla y semillas, de unos dos centímetros de diámetro, amasadas con agua y que se dejan orear en un lugar donde no le de el sol directo, para que no se quiebren”, explica.  

“La tierra será el primer alimento de los brotes. La función de la arcilla es endurecerla un poco para que ningún roedor o pájaro se la lleve y que, al deshacerse con las lluvias, vaya armando una especie de "camita" donde la tierra rica no se escurra muy lejos de esos brotes y pueda contener la humedad durante más tiempo”, señala.

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Según Villamayor, la arcilla “es necesaria pero no debemos excedernos, ni usar arcilla refractaria, porque no se disolverá con la lluvia”.

Para elaborar las bolas de cultivo, los "articultores" sugieren usar semillas de huerta, porque tienen un ciclo corto de vida. Las más adecuadas son las acelgas, espinacas, remolachas, habas, porotos (alubias), maíz, girasol y amaranto, según Villamayor.  

La experta añade: “Usando este tipo de semillas ayudamos a concienciar a la gente sobre la necesidad de consumir alimentos que se produzcan cerca de casa y esto se logra, además, mediante unos vegetales tan bellos como las plantas ornamentales de jardín”.  

"“La bomba de semillas" o "nendo dango", en japonés, es una técnica de cultivo oriental, que está comprobado que es la más eficiente para recuperar tierras desertificadas por el hombre", según Villamayor.

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Articultores los conforma un grupo de personas sin fines de lucro a quienes interesa el arte, la cultura libre, el cuidado del medio ambiente y  las huertas urbanas, y que promueven el libre tránsito de la cultura, de los alimentos y de las personas, según indica Villamayor.

COMPARTIENDO CULTURA Y CULTIVOS

“No nos involucramos en el seguimiento y uso de lo sembrado y nuestro objetivo es que los propios vecinos ‘ataquen’ su propio barrio, y lo usen de la manera que acuerden.  Solo somos un nexo de integración, y estímulo a nuevos proyectos”, señala la coordinadora del movimiento.

Según Villamayor, su tema principal es la cultura libre: “compartir conocimientos, crear cultivos de manera conjunta y acrecentar recursos como la memoria, el agua, los huertos, las semillas y los bosques, como bienes comunes. Eso nos hará personas más responsables, libres y tolerantes".

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También señala que el funcionamiento de Articultores ha ido cambiando  a lo largo de los años y “ahora es el mismo vecino quien nos escribe enviándonos la dirección de terrenos baldíos para que vayamos a ‘atacarlo’.

“Los últimos mensajes que nos están llegando son de padres o vecinos que tienen acceso a un espacio público descuidado,  por ejemplo en Madrid (España), La Plata (Argentina) o Bogotá (Colombia), y que quieren lanzar en ellos "bombas de semillas" de hortalizas para hacer una huerta silvestre que, a diferencia de la huerta orgánica, no requiere atención”, destaca.

Aunque según la portavoz de Articultores “los grupos aparecen o desaparecen, e incluso pueden ser modas”, por lo que antes de incorporarse a este movimiento “quizás sea mejor preguntarse qué está uno dispuesto a hacer para mejorar el lugar donde vive y cómo puede contribuir para dejar un legado mucho más rico que el que disfruta ahora, en vez de empobrecerlo”.

¿Cuál es nuestra huella?, ¿qué dejamos en nuestro tránsito por este tiempo y espacio?, ¿qué podemos hacer mejor en favor de nuestros hijos y nietos?, ¿qué valores podemos ‘tatuar’ en la piel del mundo?, son otras preguntas pertinentes, según Villamayor.

Quien concluye: “Los grupos importantes son los que incluyen nuestra familia, amigos y los vecinos del barrio que nos vieron crecer, son los que se aglutinan para trabajar en ese terreno abandonado de la esquina y logran arrancarle zapallos (calabazas), berenjenas y espinacas, así como posibilitar un tiempo compartido y sonrisas ganadas con nuestros pares”.

Autores

EFE