En los últimos años empezó a elaborarse vino en sitios inesperados, como Tailandia o Tahití. Son vinos exóticos que al parecer seguirán siendo exóticos, porque los grandes productores mundiales seguirán dominando el mercado global.
En el estado de Maharashtra, el más populoso de la India, abunda la fauna silvestre. Muchas especies de aves, ciervos, osos y leopardos habitan sus tupidos bosques, aunque el más famoso de todos los animales de la región es el tigre. Pero a esta postal se está sumando otra: la de los viñedos. De hecho, los alrededores de la ciudad de Nashik, 200 kilómetros al noroeste de Bombay, la capital del estado, son el centro de operaciones de poco menos de medio centenar de bodegas que producen la mayoría del vino indio.
Suena extravagante, pero no es el único caso. En Tahití se están haciendo vinos rosé a la orilla de esas playas de arenas blancas y mar color turquesa parecidas al paraíso con que suele asociarse a esta colonia francesa, y en Tailandia hay vides para vino que son manejados por mujeres, donde además se usan elefantes en las tareas diarias, convirtiéndose en una atracción turística más de ese ya muy turístico país. ¿Otro dato? Los japoneses disponen hoy de aproximadamente 20.000 hectáreas de viñas dedicadas a la elaboración de mostos.
Basta investigar un poco para encontrarse con muchos más ejemplos de países donde inesperadamente hay cierto desarrollo vitivinícola, algunos no muy lejanos como Venezuela, donde Bodegas Pomar lidia con el intenso calor del Estado Lara para sacar dos cosechas anuales de uva, fruta con las cual vinifica siete líneas de vinos “tropicales”, y hasta se las ha arreglado para elaborar espumantes a pesar de que éstos son propios de cepas que se dan mejor en ambientes frescos.
En Perú -aparte de pisco- igual se hace vino, lo mismo que en el sur de Brasil y en México. “Brasil se está posicionando como un buen productor de espumantes y algunos vinos de ese país están comenzando a verse en mercados externos”, dice Andrés Hoppe, Gerente Comercial y Exportaciones Viña Bisquertt. Uruguay es otra plaza productora y sus vinos día a día crecen en calidad. En todos esos países la actividad vitivinícola es antigua, siendo una tradición que viene desde los tiempos coloniales como en los casos mexicano y peruano, pero aún así internacionalmente sus etiquetas son poco conocidas.
Incluso Chile es un ejemplo, puesto que hoy se vinifica uva en las orillas mismas del Salar de Atacama y el vino resultante se vende a unos US$ 30 la botella.
Está muy claro que hacer vino no es una exclusividad de unos pocos países y que está ocurriendo un ensanchamiento de sus fronteras. “Estuve trabajando en Bolivia, donde hay casi 3 mil hectáreas plantadas, y existen empresas que están haciendo vinos de categoría mundial”, cuenta, por ejemplo, Philippo Pszczólkowski, profesor del Departamento de Fruticultura y Enología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien, aparte, acaba de conocer los vinos polacos y eslovacos.
Una teoría es el cambio climático que está transformando en más benignas algunas regiones donde antes las constantes heladas y altas dosis de exposición a lluvias impedían un buen desarrollo de la vid.
Por ello, hoy en Inglaterra no sólo se toma mucho vino (es uno de los principales mercados consumidores del mundo), en los alrededores de Londres también hay productores, especialmente de espumantes. Y en la misma brumosa capital inglesa se ha popularizado una muy chic tendencia de plantar vides en los jardines tanto para embellecerlos como para hacer el llamado “vino de barrio”, que puede alcanzar altos precios en tiendas especializadas por tratarse de una exclusividad.
Dinamarca tampoco se encontraba en la órbita de los productores globales de vino, pero lo cierto es que en esta antigua tierra de vikingos hace un tiempo empezaron a nacer nuevas bodegas que lo pusieron en el radar. “En Canadá y en algunas zonas de África el calentamiento global está ocasionando áreas más secas, y es más fácil producir vino con poca agua que con mucha lluvia”, acota Klaus Schroeder, director de la Corporación Chilena del Vino y dueño de la Viña Alta Cima.
Sin embargo, pese a las evidencias, de momento el cambio climático no ha desplazado la producción de vinos en el mundo. Es más, para los expertos no es un factor demasiado relevante ni debería cambiar de forma importante el actual mapa de zonas productoras de vino a nivel planetario. Es lo que afirma Aurelio Montes, vicepresidente Internacional de Vinos de Chile y presidente de Viña Montes: “De momento el cambio climático es innegable, pero no ha desplazado la producción de vinos en el mundo”.
La ampliación de la viticultura a nuevos límites geográficos responde a varios factores que no están necesariamente relacionados con la modificación del clima. Uno de ellos es la aparición de avances tecnológicos que permiten trabajar en condiciones geográficas que antiguamente hacían económicamente inviable producir vinos, entre ellos equipos que permiten refrescar artificialmente la temperatura mediante agua. La Universidad de Davis en California y la de Montpellier en Francia están investigando ese tipo de tecnologías. Los israelíes, por su parte, hace unas décadas aportaron el riego por goteo, lo que ayuda a plantar en lugares donde antes era imposible hacerlo.
¿Una amenaza? Gracias a todo eso han aparecido producciones en latitudes extrañas para los conocedores de la vitivinicultura, abriendo la interrogante de si llegarán a ser una amenaza para los países del Viejo y Nuevo Mundo que actualmente dominan los mercados internacionales del vinos. En otra palabras, para Francia, España, Italia, Estados Unidos, Chile, Argentina, Sudáfrica y Australia, por nombrar a los más importantes.
China es un cuento aparte. Como ocurre en casi todo lo relativo a ese país, ahí se están plantando viñas a tasas extraordinarias y ya es el quinto mayor productor y consumidor mundial de vino. Es más, el volumen consumido por los chinos ya supera al de los británicos, con un potencial inimaginable ya que el consumo per cápita es aún de poco más de un litro al año, mientras que el consumo medio en la Unión Europea es de 28 litros por habitante. Es lo que explica que empresas del rubro como Miguel Torres y viñas de Burdeos hayan empezado a invertir en el gigante asiático.
Los vinos de orígenes exóticos pueden llegar a ser competidores serios en los mercados internacionales, dice Juan Park, research director de la firma inglesa Wine Intelligence. “No veo porque no, si tienen un producto diferenciado de calidad aceptable. Los mercados cambian mucho conforme van evolucionando las generaciones de consumidores, lo que nos parece raro a nosotros quizá es normal para la siguiente”, dice el analista. Eso sí, “depende de cómo lo planteen ellos y su estrategia”.
Cantidad versus calidad. El meollo del asunto está en el tema de la calidad. El vino producido en estos nuevos productores puede estar aumentando en cantidad, pero sus atributos todavía son cuestionables. En India se cuentan apenas tres bodegas con vinos aceptables para el paladar occidental.
En China han contratado enólogos de todo el mundo para tratar de mejorar la calidad, pero lo que han obtenido hasta el momento más bien calza con lo que en los países tradicionales se vende en envases tetra; es decir, un vino corriente, sin mayores cualidades, “Los vinos chinos son en general de bajísimo precio y sólo se consumen en China. Personalmente no creo que representen una amenaza al menos en el mediano plazo”, dice Andrés Hoppe de Viña Bisquertt.
Esta realidad “no quita que tarde o temprano vayan a encontrar terroirs para embotellar vinos de mejor precio, pero eso es algo que va a tardar épocas”, opina Pero Klaus Schroeder.
La gran barrera sigue siendo climática. Elaborar vinos de alta gama requiere una suma de condiciones que suman un buen terroir y el clima adecuado, y aún con los cambios provocados por el calentamiento de la atmósfera, los “climas adecuados” siguen siendo los mismos. “Países con climas más cálidos ya están produciendo vinos, con resultados solo mediocres. Asimismo, zonas frías que pudieran ser las correctas, siguen con climas extremos de mucho frío en invierno y primavera, y lluvias de verano que afectan la calidad de las uvas”, puntualiza Aurelio Montes.
El asunto de las precipitaciones es crucial. Los países tórridos y lluviosos se enfrentan a un exceso de calor y humedad que los obliga a aplicar grandes cantidades de fungicidas para mantener controlados múltiples tipos de hongos, de modo que a la copa lo que llega es un vino que se vio expuesto a muchos pesticidas.
No obstante, Montes cree que aquellos países más cálidos donde existen sectores con una buena altitud sobre el nivel del mar, tienen buenos niveles de luminosidad e importantes diferencias de temperatura entre el día y la noche, poseen mejores posibilidades de conseguir resultados positivos con su industria vinícola, y básicamente con los cepajes que gustan de climas fríos, como Pinot Noir, Sauvignon Blanc, Chardonnay, Syrah.
En casa. Aún así, los exportadores chilenos y sus colegas de los restantes países tradicionales por ahora pueden dormir tranquilos. Por calidad, los productos de estos nuevos “competidores” se posicionarán básicamente en los segmentos masivos y como vinos a granel. Es posible igualmente que establezcan sus respectivos mercados internos como una suerte de plaza fuerte. “En esos países pueden hacer vinos, pero su destino será el consumo doméstico”, dice Francisco Gillmore, dueño de la viña maulina que lleva su apellido.
Quizás al principio sus consumidores van a preferir vinos locales, dice Gillmore, “pero sus condiciones climáticas nunca van a ser tan positivas como para producir grandes volúmenes ni alcanzar las calidades que les permitan llegar a otros mercados”.
Pero Pszczólkowski dice que la apuesta es al nicho. En la medida que estos países que se están integrando al mundo del vino adopten las últimas técnicas y tecnologías existentes para la producción, lograrán ofrecer vinos exóticos “y tendrán un mercado exótico también”.
Al final, la gran ventaja de los países tradicionales es que producen vinos extraordinarios, y los producen con facilidad. Las dificultades que el clima impone a las nuevas camadas de entusiastas viticultores de zonas frías o tropicales con seguridad los mantendrá como productores marginales, que apuntarán a ciertos nichos y con vinos comoditizados, aunque de tanto en tanto acertarán con algún vino destacable, que logre ganar premios internacionales.
Klaus Schroeder sintetiza así el sentir: “Los grandes vinos franceses o de otros países tradicionales no están para nada preocupados de estos productores emergentes. Pero es un incentivo más para privilegiar la calidad por sobre la cantidad y los vinos a granel”.