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¿Nunca le creíste a Mónica Lewinsky? Reconcíliate con ella y escucha su versión...
Viernes, Abril 10, 2015 - 14:36

Tras años de silencio, la polémica ex becaria de la Casa Blanca critica la "cultura de la humillación", pero -tan importante como eso- anuncia que "llega el momento de recuperar mi narrativa y demostrar que uno puede sobrevivir".

"Probablemente sea la única persona de más de 40 años que no quiere volver a tener nuevamente 22". Con esta frase la ex becaria de la Casa Blanca, Mónica Lewinsky, resume en una muy bien desarrollada charla TED, llamada "El precio de la vergüenza", lo que significó para su vida el haber protagonizado uno de los mayores "affaire" de un primer mandatario estadounidense.

Sólo para refrescar la memoria, habría que decir que en 1998 pasó a formar parte de los oscuros y sabrosos archivos de la historia, al destaparse la relación "impropia" que luego de varios devaneos el presidente Bill Clinton tuvo que reconocer ante la justicia. Con 22 años, la joven trabajaba ad honorem en la Casa Blanca, cumpliendo las primeras y tediosas labores de lo que -pensaba- iba a ser una larga trayectoria.

Al destaparse el caso, las coberturas mediáticas quedaron chicas para dar cuenta de todo tipo de informaciones relacionadas. Probablemente, haya sido la primera prueba de fuego para la nueva herramienta que estaba surgiendo en los medios y que tímidamente se llamaba "internet".

Monica Samille Lewinsky nació en San Francisco, California, un 23 de julio de 1973. Desde adolescente manifestó su aspiración de trabajar en la Casa Blanca, momento que llegó tras graduarse de psicología en la Universidad de Lewis and Clark College en 1995, entrando como becaria a la casa de gobierno estadounidense.

Sin embargo, según cuenta ella, se enamoró de la "persona equivocada". Nada menos que del primer mandatario, el simpático y mediático Bill Clinton. Y luego de saberse que ambos mantuvieron un extraño idilio y que -juegos de palabras más, juegos de palabras menos- habían practicado sexo oral en plena Sala Oval, la palabra "escándalo" no alcanza a describir toda la vorágine de acontecimientos que se produjeron.

Clinton se dio muchas vueltas, hasta que si bien en términos legales no lo reconoció, su invento lingüístico fue suficiente para entender todo en palabras simples. Para el ex mandatario lo existente entre Lewinsky y él se redujo a una "relación impropia". A buen entendedor, pocas palabras.

Las fronteras de lo público y lo privado nunca fueron tan tenues como en este caso, en donde salieron a relucir detalles de lo que no se quiere saber tanto, pero que -a la luz de los efectos que provocaron- pocos pueden olvidar, como el hecho de que Lewinsky haya guardado intacto el vestido que llevaba cuando pasó lo que pasó en el mítico despacho presidencial.

Siguiendo la "enmienda Clinton" los medios también debieron estrujar el diccionario y buscar sinónimos impolutos a palabras más feas: oficialmente se habló de un vestido que contuvo "fluidos humanos". Otra vez, a buen entendedor...

El caso implicó un polémico e intenso "impeachment" (juicio político) que tuvo en las cuerdas al simpático de Clinton que, como tantas otras veces, logró zafar de las consecuencias del infierno a las que se arriegaba, legal, política y humanamente hablando.

Hasta su astuta e inteligente esposa Hillary, a la sazón una muestra de la nueva mujer inteligente y empoderada, lo perdonó. Y, como en esa película de Michael Douglas y Glenn Close -"Atracción fatal"- luego de las más bajas pasiones, todos volvieron a ser felices para siempre.

Menos Mónica Lewinsky. Para qué decir que su sueño de hacer carrera en la Casa Blanca no llegó más allá que esa perdida noche en el Salón Oval.

Si bien dio algunas entrevistas televisivas y en medios escritos, pocas veces puede verse la estampa de una persona como esta charla TED que dio a fines de marzo. Tranquila, en paz consigo misma, manejando muy bien sus emociones, la chica que alguna vez guardó un vestido con "fluidos humanos", hoy se ve una mujer capaz de mirar al frente a un auditorio lleno y a una audiencia de millones gracias a internet.

La misma herramienta a través de la cual se concretaron tantas de las situaciones bochornosas y humillantes que tuvo que pasar, ahora se convierte en su mejor carta de presentación.

Lewinsky reconoce que forma parte de la cultura popular de su país y del mundo. Tiene registradas las veces en que aparece en diversos tipos de canciones o varias de las oportunidades en que humoristas, comediantes o películas la ponen de ejemplo en sus rutinas o escenas.

Pero no lo cuenta desde la victimización. Lo hace desde la mejor estampa resiliente. Lo hace mirando a la cara. Con cierto ademán tranquilo, con ojos siempre estables y con un rostro firme pero amable.

"De persona privada me convertí en un figura públicamente humillada por todo el mundo. Había multitudes virtuales listas a lapidarme. Me tildaron de zorra, puta, ramera, tonta. Perdí mi reputación y mi dignidad y también casi pierdo mi vida. Hace 17 años no había una definición de esto pero hoy lo llamamos 'ciberbullying' o acoso online", señala.

Sin embargo, decide romper el silencio en el que estuvo sumida. "No quería seguir caminando a escondidas" dice. "Llega el momento de recuperar mi narrativa y dejar saber a los demás que uno puede sobrevivir", subraya.

Cuenta que en una charla que dio en una universidad, un joven muy apuesto y agradable intentó seducirla. Su máximo argumento de conquista fue "que puedo hacerte sentir de nuevo de 22 años". Las risas no se dejan esperar en el auditorio. Es la edad que Lewinsky tenía cuando pasó todo en la Casa Blanca.

La propia ex becaria reflexiona: "Debo ser la única persona de 41 años que no quiere volverse a sentir de 22". Una excelente manera de resumir lo que ha vivido y lo que ahora se dispone a vivir.

"Vivimos en una 'cultura de la humillación' en la que ha emergido un mercado en el que la humillación pública es una moneda y el oprobio una actividad económica. ¿Cómo se hace el dinero? Con clics. Más vergüenza, más clics. Cuantas más visitas, más ingresos por publicidad. Es decir, alguien está ganando dinero con el sufrimiento de otras personas”, planteó en la parte final de su presentación.

La charla de Lewinsky es un intento honesto contra el estigma. Es una muy buena muestra de que siempre es posible rearmarse. Y que en eso la voluntad del ser humano siempre es lo último que se lastima. A buen entendedor...

 

Autores

Claudio Pereda Madrid