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Peter Hook, la leyenda viviente de Joy Division y New Order
Lunes, Noviembre 3, 2014 - 16:34

"No quiero que nuestra historia se mitifique. Quiero que se den cuenta que éramos cuatro personas muy normales que, al juntarse, creaban una intensa química", dice el músico que vive un divorcio amargo con sus ex compañeros.

Casi 35 años después del suicidio de Ian Curtis, que puso fin a la saga de Joy Division, y a siete años de la ruptura con sus excompañeros de New Order, Peter Hook (Salford, Reino Unido, 1956), fundador de ambas bandas, está más activo que nunca.

Al frente de su propio grupo, The Light, el bajista ha dado ya unos 300 conciertos en lugares tan distantes como Mongolia, en los que interpreta discos completos de Joy Division y New Order.

De paso en México, Hook habla de sus memorias (que ya llevan dos tomos y continúan en un tercero) y de la experiencia de revivir la música que lo ha convertido en una leyenda viviente. Incluso, hay espacio para anunciar la llegada a la Corte por el juicio entablado contra sus ex compañeros, quienes -a pesar suyo- siguen grabando y haciendo giras bajo el nombre de New Order.

–Joy Division duró dos años y medio como grupo y  seis meses como una banda profesional. ¿Cómo explica su impacto cultural y la perduración de su música?

–Afortunadamente, como soy músico no tengo que hacerlo, pero ya que me lo pregunta, se lo atribuyo a la música. Lo interesante de la música es que cuando es grandiosa soporta el paso del tiempo. Lo sé porque escucho mucha música de ese tipo. Y, por suerte, Joy Division cayó en esa categoría.

Existe el mito sobre la muerte inopinada de Ian (Curtis), la intensidad de esa época en Inglaterra, el hecho de que veníamos del punk… Supongo que se trata de una combinación de todas esas cosas lo que le da el poder que tiene.

–En esa época ¿tenían ustedes la conciencia de que la música que componían y grababan podía llegar a ser tan perdurables? ¿Lo hacían por eso o sólo se divertían?

–No lo sabíamos. Nos divertíamos, claro, pero la clave fue hacer lo que nos hacía felices. Uno siempre trata de ser feliz, claro, pero componer canciones es más profundo e intenso porque te satisface el alma. Yo nunca había experimentado algo así, pero una vez que lo comencé a hacer, no pude parar… y aún no puedo.

–La felicidad y la satisfacción de la que habla parecen peleadas con el mito de Joy Division…

–No, pero ése es, como usted dice, sólo un mito...

–Su libro "Inside Joy Division" no es la típica historia de un grupo de rock…

–No, pero el próximo libro lo será.

–¿El libro sobre New Order?

–Así es.

–Pero, para usted ¿por qué no fue Joy Division el típico grupo de rock, de mujeres y drogas?

–La clave es que, mientras duró, nunca tuvimos éxito. No hubo nada que lo echara a perder. No hubo indulgencias. Como todos sabemos, éstas conducen al mal comportamiento, malas prácticas, digamos… No hubo nada de eso y era bastante puro…

–¿Ingenuidad, por así decirlo?

–Sigo siendo ingenuo. Es parte de mi carácter. La ingenuidad es un acompañante natural del optimismo. Para mí, creer que el mundo es un lugar maravilloso es lo que debe ser. En Joy Division había pureza. Nada se había echado a perder. Nunca peleamos por dinero porque no había dinero. Éramos sólo cuatro personas componiendo canciones y tocando en vivo cada vez que podíamos…

–Todo mundo ha escuchado hablar de ese concierto de The Sex Pistols en Manchester que los marcó tanto a ustedes como grupo, pero ¿cuáles eran sus influencias musicales, en general? ¿Usted qué escuchaba en la época?

–Antes de ese concierto, yo sólo escuchaba música heavy metal. Led Zeppelin, Deep Purple, cosas así… Después de ver a The Sex Pistols, todo fue sobre el punk. Dimos un paso atrás para dar un paso adelante.

–En los años 60 y 70, un bajista en un grupo de rock era alguien que no tenía el talento para tocar guitarra, pero usted llevó el bajo a la vanguardia…

–No estoy seguro que gente como Jack Bruce (de Cream) o John Entwistle (de The Who) estarían de acuerdo con usted… Entiendo lo que dice al respecto del cliché sobre los bajistas, pero hay bajistas así hoy en día. Incluso actualmente no hay bajistas con estilo único o con mucha presencia, pero creo que tiene que ver con la personalidad.

Si la personalidad de uno es ser muy introvertido o callado, si lo que uno quiere es que lo dejen en paz haciendo lo que quiere, probablemente pueda volverse bajista. Desgraciadamente, yo no soy así. En lo que se considera la tradición de los bajistas, yo fracasé.

–¿Por qué se volvió bajista?

–Porque Bernard (Sumner) tocaba la guitarra. No fue una razón musical, porque yo no sabía nada de música. Yo no pensaba en la música, todo lo que quería era subir al escenario y ser un punk. La música era algo secundario.

–La banda terminó siendo un grupo de cuatro solistas…

–Así es. Stephen Morris era baterista solista. Bernard era guitarrista solista. Yo era bajista solista. E Ian, como cantante también era solista. Fue una combinación inusual.

–Hábleme del período posterior al suicidio de Ian Curtis. Por ejemplo, al grabar el disco "Movement" (1981). Cuando uno lo escucha, es fácil advertir la dificultad de ese momento. Parece que luchaban por mantenerse unidos.

–Es una forma de decirlo. Luchábamos por cambiar. Sabíamos que teníamos que cambiar. La música de ese álbum –hoy lo sé, porque la estoy tocando– es fantástica y la disfruto mucho. Al estar escribiendo el libro sobre New Order, como lo estoy haciendo en este momento, y al abordar a fondo la hechura de ese disco, me doy cuenta que sí fue una etapa difícil.

La dificultad tenía que ver con el pesar que estábamos viviendo, tenía que ver con la sorpresa, y eso nos sacaba de balance. Cuando Gillian (Gilbert) se unió al grupo, no pudo llenar el gran vacío que nos dejó Ian Curtis, y los tres restantes tuvimos que componer las canciones, y los tres teníamos que escribir las letras. Tuvimos que aprender a escribir al alimón, lo cual era más difícil. Todo era más complicado.

–¿Y antes?

–Era sencillísimo.

–¿El proceso comenzaba con Ian Curtis escribiendo la letra?

–No, para nada. Casi siempre empezábamos con la música. E Ian la escuchaba. En Joy Division la habilidad musical de los integrantes era bastante pareja. Steve podía comenzar con la batería y yo le agregaba el bajo, y luego la guitarra, e Ian se inspiraba para escribir la letra. Era muy sencillo.

–¿Cuál es su recuerdo favorito de Joy Division?

–¡Qué pregunta tan difícil! Me divertí mucho en Joy Division. Todo fue maravilloso. Lo único malo fue tener que enfrentar la enfermedad de Ian. Pero la mayor parte del tiempo él estaba muy bien. Sólo cuando subíamos al escenario lo perdíamos a veces. Principalmente por culpa del iluminador. Por mucho que le decíamos que mantuviera las luces tenues, nunca nos hacía caso. Eso, a cualquier epiléptico, le produce un ataque.

–¿Cuánto sabían ustedes de la epilepsia?

–Casi nada. Éramos muy jóvenes. Había gente con más conocimiento que nosotros que no hizo nada al respecto. Pero Ian no ayudaba mucho. Siempre decía que estaba bien, quería seguir adelante. Cada vez que le preguntábamos cómo se sentía, nos decía que bien. Es muy difícil lidiar con un enfermo que niega su condición. Porque uno quiere creerle.

–¿Y él los convencía?

–¡Claro! Nos decía que dejáramos de preocuparnos por él. Nos decía que no cambiáramos de planes. En un sentido, él era su peor enemigo. Y a mí me daba mucho gusto escuchar que él se sentía bien. Estábamos viviendo un sueño y habíamos trabajado muy duro para hacerlo realidad. No queríamos que terminara, queríamos que continuara.

–La escena de la película "24-hour party people", donde a él le está dando un ataque epiléptico y usted le está revisando los bolsillos para encontrar un cigarrillo, ¿es verdad o ficción?

–Es ficción. Yo no estaba con él cuando le dio el primer ataque. Yo estaba manejando la camioneta. Quienes estaban con él eran Rob (Gretton, el mánager de la banda), Steve y Bernard. Y fue Steve Morris quien le revisó los bolsillos buscando un cigarro, pero por alguna razón los guionistas de la película me pusieron allí a mí. Yo ni siquiera estaba ahí. Así que ahí tiene usted otro mito.

–¿La razón por la que usted escribió el libro es porque no le satisfacía la versión de las películas sobre Joy Division?

–No, lo hice porque no me satisfacían los libros que se habían escrito. Los libros de Mick Middle y Lindsey Wilson están llenos de conjeturas. Lo que me propuse fue desmitificar a Joy Division para que la experiencia pueda ser reproducible, así como la de The Sex Pistols lo fue para mí. Se puede pero hay que trabajar duro.

No quiero que sea un mito, no quiero que se mitifique. Quiero que la gente se dé cuenta de que éramos cuatro personas muy normales que, cuando se juntaban, creaban una gran cantidad de química musical. Era una combinación muy poderosa. La música es fantásticamente poderosa.

–¿Qué efecto busca usted en quienes escuchan su música? ¿Qué mensaje quiere transmitir?

–Mi objetivo es muy egoísta. Los músicos somos muy egoístas. Todo lo que quiero es componer y tocar. Es todo lo que he querido desde que me volví músico. Tener la libertad para tocar. Es un trabajo maravilloso.

–¿Cómo fue que el estilo de New Order se volvió bailable con el tiempo?

–La influencia ya estaba ahí en Joy Division. La banda ya estaba incorporando esos estilos en su música. Si uno escucha canciones como "Isolation" o "Something must break", es fácil adivinar la tendencia que traíamos. El uso de baterías electrónicas… Son canciones bailables. No cambiamos, íbamos por el mismo camino. Cambiaron los integrantes, cuando repentinamente perdimos a Ian.

Es interesante: si usted lee el libro de Bernard, casi la única cosa por la que ofrece disculpas es por haber tratado de que la música del grupo fuera plenamente electrónica.

–¿Usted se daba cuenta de ello?

–Claro, y me resistí. Me opuse a piedra y lodo. Fue nuestra disputa hasta el final, pero nos dio nuestro estilo singular.

–Pero "Technique" (1989) es el disco más electrónico de New Order y usted ha dicho que es su favorito…

–Lo sé. Es un poco raro eso, en verdad. Ahora que estoy tocando esas canciones otra vez, me doy cuenta de que son mis favoritas.

–¿Por la música o por la forma en que se llevaban usted y los otros integrantes de la banda en aquel entonces?

–No, porque las estoy tocando. A mí siempre me gustaron, no tanto a Bernard y Steve, quienes, ahora que han resucitado la banda sin mí, tocan el mismo repertorio que tocábamos en 1998. Es decir, el repertorio corresponde al período en que la banda se deshizo. Y para mí eso es ridículo. La actitud que ellos tenían justo antes de que nos separáramos en 2007 era muy aburrida. Oponerse a interpretar las canciones que nos hicieron famosos era, para mí, contraproducente. Eso frustraba a los seguidores entonces y los sigue frustrando ahora.

Cuando menos me tienen a mí para tocar las canciones viejas.

–¿Cómo va el divorcio con sus ex compañeros?

–Como un buen divorcio. Los abogados están contentos. Seguimos discutiendo como niños mimados. Así que es un divorcio común y corriente.

–¿Está cerca el final del juicio?

–Sí, estamos en los preparativos últimos para ir a la Corte, así que felizmente pronto un tipo con una peluca definirá este pleito. Y estoy encantado de que eso vaya a ocurrir porque estoy desesperado por continuar con mi vida.

Autores

Pascal Beltrán del Río, Excelsior