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Playa nudista convoca en Punta del Este a los amantes de lo natural
Jueves, Enero 5, 2017 - 10:39

En Chihuahua, el código es simple: no realizar actos de carácter sexual, no molestar a los visitantes con miradas provocativas o persistentes y abstenerse de fotografiar o filmar.

Desde los años ochenta, con el retorno de la democracia en Uruguay, existe en Punta del Este una playa naturista, Chihuahua, ubicada entre el mar y la desembocadura del arroyo El Potrero, cerca del aeropuerto.
 
Se trata de una playa que cada vez reúne a más gente, amantes de la naturaleza, de lo agreste, y que por contradictorio que parezca, que prefiere el bajo perfil.
 
"La playa donde el exhibicionismo parece ser la consigna se convirtió en el lugar ideal para los que no quieren exhibirse, el lugar donde no los persiguen los paparazzi, ni los buscan las revistas de actualidad", comenta Loti Zeida, que tiene el chiringuito de la playa a su cargo.
 
Loti mantiene un parador construido cada año sobre pilotes, con maderas precarias, y en el cual se puede tomar una caipirinha por 180 pesos, un refresco por 80 (40 argentinos) y comer el plato del día por 440 pesos uruguayos (220 argentinos), y desde donde se puede observar -gratis- el tremendo atardecer sobre el mar que se ve desde sus mesas y reposeras clavadas en la arena.
 
Es una playa paradisíaca, ya que el arroyo zigzaguea entre médanos hasta llegar al mar sorprendiendo, cada verano, con su nuevo recorrido entre la arena. Allí comenzaron a ir los habitantes de las chacras cercanas apenas se abrieron las primeras calles que permitieron descubrirla, allá por los años ochenta.
 
Estos vecinos eran, entre otros, Carlos Perciavalle, Nicolás García Uriburu, los Behrens, Juan Gorlero… entre muchos otros famosos.
 
 
El nudismo empezó a ser una costumbre entre pocos. "En 1985 el diario La razón de Buenos Aires la dio a conocer -dice a Télam la corresponsal de ese diario en aquel momento- y al día siguiente la publicó Clarín. No pasaron 24 horas para que la playa fuera sobrevolada por helicópteros contratados por medios de ambas orillas: el escándalo estalló. Prefectura puso vigilancia y lo medios de comunicación también. La guerra estaba desatada".
 
Los habitués de la playa armaron una Asociación Uruguaya Nudista Naturista (AUNN), sin fines de lucro, para llevar adelante las acciones legales para que fuera autorizada, hasta que finalmente el gobierno llegó a un acuerdo y la considero playa nudista "tolerada". Hoy un cartel de la Asociación recibe a los turistas y "sugiere la práctica de la desnudez total".
 
"El código es simple: no realizar actos de carácter sexual, no molestar a los visitantes con miradas provocativas o persistentes, abstenerse de fotografiar o filmar a terceros sin su consentimiento", explica un habitué que no da su nombre.
 
El paraje fue comprado en los años setenta por un grupo de inversores entre quienes estaba Benjamín Volco, argentino, Francisco Seco Aparicio, uruguayo y Lureliano Priego, entre otros, y tenía un plano de urbanización, realizado por el agrimensor Steffen en forma de semicírculo, con calles curvas que nacían y morían en el mar.
 
En el centro una plaza y a un costado, sobre el arroyo, un enorme espacio indiviso. Los lotes de no menos de 1.000 metros garantizaban el nivel futuro del barrio. "Mi padre plantó más de 50.000 pinos, que hoy se han multiplicado y superan el millón. Plantaba pinos y acacias para que protegieran el crecimiento", comenta el ingeniero Horacio Volco.
 
 
En los ochenta los herederos encontraron una fórmula inteligente para llevar a cabo la urbanización.
 
"Le propuse a Ginés Cairo, que tenía una importante cantera, que a cambio de abrir las calles y ponerles tosca convenientemente aplanada como para hacerlas transitables, podía llevarse la arena que tuviera que sacar", explica Volco.
 
Así nació la arenera que funcionó mientras hubo calles por abrir y sigue teniendo un lugar autorizado la zona donde es probable que se haga una puerto privado, con terrenos que tengan amarradero propio.
 
En el 2000 aparecieron las primeras posadas y casas que se alquilaban habitaciones hasta que en el verano del 2011 una cadena de hoteles construyó un establecimiento con dos partes: una para homosexuales y otra para nudistas. Así estaba entonces separada la playa: hacia el oeste los gay y al centro las parejas y familias nudistas.
 
Los adolescentes suelen hacer excursiones y largas caminatas para poder llegar a ver "mujeres desnudas" pero se desilusionan porque la mayor parte del público supera los cuarenta y en lugar de encontrar las modelos de Playboy encuentran señoras gordas, panzas flácidas y hombres canosos. Eso sí, todos tostados sin una sola marca de bikini o traje de baño.
 
Richard, el salvavidas que cuida la playa, pide que se explique a la gente que "la playa no es peligrosa, pero hay una corriente que lleva hacia el Oeste; si uno se deja llevar en algún momento va a quedar cerca de la orilla y sale caminando, pero si nada contra corriente se cansa y es lo peor que le puede pasar".
 
Sin embargo la playa está amenazada, ya no por los gendarmes sino por la gente que le da vergüenza estar en el parador desnuda, por los amigos que quieren compartir el lugar pero no desvestirse, en fin, por la fuerza de las costumbres y los prejuicios.
 
La playa nudista ya casi es una playa de moda, un éxito que significará el fin de una osadía. Una victoria que dará fin a su destino de playa naturista. 

Autores

Alejandrina Morelli/ Télam