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La inseguridad es lo que más preocupa a los latinoamericanos
Viernes, Mayo 18, 2012 - 15:21

Altas tasas de criminalidad, colapso de las instituciones judiciales y desigualdad social contribuyen a dicha percepción.

Joaquín Villalobos – un ex guerrillero salvadoreño, hoy analista político– alertaba recientemente desde un artículo en El País (19-02-2012) sobre el riesgo del derrumbamiento institucional de varios países de Centroamérica, desbordados por la violencia; y comparaba su situación a la historia del conflicto en Somalia. El pronóstico puede parecer exagerado –y así lo han percibido otros analistas–.

Sin embargo, las elevadísimas tasas de criminalidad, sumadas al colapso de las instituciones judiciales, la desigualdad social y la inestabilidad política de muchos países de la región, no favorecen hipótesis optimistas.

Epidemia de asesinatos. No en vano, Latinoamérica alberga algunos de los países con la tasa de homicidios más alta del mundo. Honduras tiene el dudoso honor de encabezar la lista: en torno a 80 homicidios anuales por cada 100.000 habitantes, tasa ocho veces superior a lo que la ONU califica de “nivel epidémico”, y muy por encima de otros países típicamente asociados a la violencia como México (18,1), Brasil (26,2), Uganda (36,3), Congo (30,8) y Costa de Marfil (56).

Los datos están sacados del informe Global Study on Homicide 2011, elaborado por la oficina de la ONU para las drogas y el crimen (UNODC en sus siglas inglesas), y en su mayoría pertenecen a 2010. Otros datos, como el de Brasil, están más actualizados y han sido facilitados por organismos oficiales del país.

Junto con Honduras, los otros dos países con la tasa de homicidios más elevada son El Salvador (66) y Guatemala (en torno a 40). A estos hay que sumar Belice y Jamaica, con un número absoluto de asesinatos menor, pero con una proporción similar –o incluso mayor: Jamaica (51)– con respecto al número de habitantes. En conjunto, las regiones de Centroamérica y Caribe son, junto al sur de África, las más violentas del mundo. Además, en la última década el nivel de criminalidad ha aumentado abruptamente en estos países, en gran parte por el asentamiento de los principales cárteles del narcotráfico que huyen de la mayor vigilancia de la policía y las instituciones mexicanas.

De México a Centroamérica. La llegada de los cárteles a Centroamérica también se está haciendo notar en otros países que tradicionalmente no habían tenido índices de criminalidad tan altos. Por ejemplo, Panamá y Costa Rica han visto doblada su tasa de homicidios en los últimos 10 años, quedándose en 21 y 11,3 respectivamente. Nicaragua, que presume de ser el país más seguro de la zona, llega ya a los 13 asesinatos por cada 100.000 habitantes, casi cuatro veces la tasa de Europa.

Fuera de Centroamérica y el Caribe, las cifras mejoran, aunque con excepciones. Chile es el país con la tasa más baja de todo el continente, en torno a 4. Solo Uruguay y Argentina le acompañan en el grupo de los países con tasas cercanas a los 5 homicidios por cada 100.000 habitantes, aproximadamente en los niveles de Estados Unidos. En cambio, Venezuela (49), Colombia (35 según la policía nacional, pero cerca de 50 según algunos organismos internacionales) y Brasil (26,2) tienen tasas muy elevadas. Sorprende el caso de México, que, aunque pasa por ser uno de los países más violentos de toda América, tiene una tasa de homicidios del 18,1, similar a la de Ecuador.

No obstante, los datos (2010) no tienen en cuenta el último repunte de la violencia asociada al narcotráfico.

Violencia real y violencia percibida. El pasado 9 de mayo se publicó la última edición del Latinobarómetro, una macroencuesta anual en 18 países de la región con una muestra de 19.000 entrevistas.

Del análisis de las respuestas se pueden sacar dos conclusiones: la primera es que la violencia y la inseguridad son los problemas más acuciantes para los latinoamericanos, por encima del desempleo, la situación económica en general, la educación o la política; la segunda es que no hay en todos los casos una correspondencia entre mayores tasas de homicidios y más preocupación por la violencia.

Si se agrupa en una sola respuesta las referencias a la delincuencia, inseguridad y violencia armada (ya sea del narcotráfico o de las maras), este problema es visto como el principal en 11 de los 17 países estudiados. Sorprende que ni en República Dominicana ni en Brasil, con tasas de homicidios superiores a 20, el problema de la violencia sea el principal: en el primer caso, lo más acuciante son los problemas económicos; en el caso brasileño, la principal preocupación es la sanidad.

También sorprende, pero por lo contrario, el caso de Chile: el porcentaje de los que consideran la violencia el gran problema nacional es casi el doble que en República Dominicana y cinco veces el de Nicaragua, países que quintuplican y triplican respectivamente la tasa de homicidios chilena. Algo parecido ocurre con Uruguay: con la tercera tasa más baja de asesinatos, el porcentaje de los que consideran la delincuencia el principal problema es similar al de Honduras.

En parte, según explica el comentario al Latinobarómetro, la gran preocupación relativa en Argentina y Uruguay se puede deber a que la consolidación de la democracia ha traído a la ciudadanía la idea de un “derecho a la seguridad”, algo que no ocurre en países tan acostumbrados a ella como Honduras o Colombia.

Además, un factor determinante en la percepción de la violencia es la estrategia política. M.Á. Bastenier comparaba en un artículo de El País del 16 de mayo los diferentes modos de manejar los datos de dos dirigentes políticos: Felipe Calderón (México) y Álvaro Uribe (antiguo presidente de Colombia). Para Bastenier, mientras que Uribe consiguió difundir “una narrativa de victoria sobre el crimen” –casi podría decirse que a pesar de los datos–, el presidente mexicano solo ha conseguido exacerbar la sensación de descontrol con su declaración de guerra al narcotráfico.

El narcotráfico y las maras. Para comprender la violencia latinoamericana es preciso distinguir las causas inmediatas de las circunstancias que simplemente la favorecen o contribuyen a institucionalizarla.

Como causas directas cabe señalar dos: el narcotráfico y las maras.

Las muertes asociadas al narcotráfico suponen en algunos países más de un tercio de todos los homicidios. El eje del narcotráfico se ha desplazado de México hacia países de Centroamérica, que cuentan con cuerpos policiales e instituciones jurídicas menos preparadas que las mexicanas.

Tal es el caso de Guatemala o El Salvador. Por otra parte, los narcotraficantes han ido diversificando sus actuaciones, y han invadido otros “negocios”, fundamentalmente la inmigración y la prostitución.

Además, otro de los ingresos asociados al narcotráfico ha sido tradicionalmente el que derivadel tráfico de armas. Donde se ha asentado alguno de los cárteles más importantes, las armas circulan en grandes cantidades, y además de forma ilegal, de tal manera que se pueden adquirir fácilmente y sin necesidad de permisos. Por eso, la violencia del narcotráfico extiende a su alrededor otro tipo de violencia, más difícil de localizar y de prevenir.

Un ejemplo de la influencia del narcotráfico en el clima general de violencia es que un 75% de los homicidios ocurridos en Latinoamérica en 2010 fueron causados por un arma de fuego, frente a menos de un 10% en Europa.

La otra gran causa de muertes violentas en Latinoamérica son las maras, especialmente en Centroamérica, de donde son originarias. En los últimos años se ha venido constatando una mayor relación entre los cárteles y estas pandillas juveniles, que se prestan a realizar el “trabajo sucio” para los cárteles, a cambio habitualmente de droga y armas.

Las maras son a la vez una causa de la violencia y una consecuencia. Frecuentemente funcionan como refugio de muchos jóvenes, seducidos por su estructura paramilitar y por la promesa de dinero fácil, que buscan además alguien que pueda defenderlos de la violencia campante en las calles, ante la que se sienten indefensos por una policía corrupta y poco numerosa.

Precisamente la corrupción policial y política son algunas de las causas remotas –cuando no directas- de la violencia en Latinoamérica. Pero hay más. Joaquín Villalobos, resumía enEl País el humus de la violencia: “Centroamérica es un entramado de fallas sísmicas, ruta de drogas, paso de huracanes, agravios históricos, oligarquías insensibles que se resisten a pagar impuestos, polarización política irracional, Estados sin recursos, ausencia de riquezas naturales, pobreza extrema, corrupción elevada, pandillas salvajes, narcotraficantes poderosos y una clase política incapaz de mantener la cohesión social.

El peligro de que estos pequeños países acaben convertidos en Estados fallidos y en santuarios de criminales como Somalia es real”.

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