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Alcalde de Bogotá, Gustavo Petro: "hay una campaña mediática en mi contra"
Jueves, Febrero 9, 2012 - 17:24

El edil de la capital colombiana asegura que hay una confabulación de intereses para hacerle fracasar y niega actuar pensando a futuro en la Casa de Nariño.

Gustavo Petro, ex senador, ex guerrillero, ex dirigente del Polo y, como alcalde de Bogotá, el cargo más importante que tiene la izquierda en Colombia -el segundo sería Angelino Garzón- está dolido, se siente abandonado, injustamente criticado y casi sin voz, cuando ni siquiera han pasado los 100 días de gracia a que suelen tener derecho los políticos electos.

La única satisfacción visible a unas semanas de su instalación en Palacio Liévano es su perro Rayo, que, ese sí, se comporta como dueño y señor del territorio. Pero a su amo le sienta especialmente bien el apellido, porque tiene lo suyo de ‘pétreo’.

No cree que él sea el líder de la oposición al presidente Santos, “pero sí” entiende que la suya puede “constituir una alternativa de gobierno”, así como “contribuir a crear el clima para que se forme un gran partido progresista”. Y todo ello solo puede tener una desembocadura: la opción presidencial.

Pero Gustavo Petro, probablemente con más fatiga que coquetería política, niega que piense en la Casa de Nariño. “Eso no podría ser antes de 2018, y no planifico a tan largo plazo”. Pero, ¿por qué será que no suena del todo convincente?

Pocas veces, tantos, en tan poco tiempo, han atacado tanto a nadie. Prensa, presuntos colegas, instituciones, encuentran mal todo lo que hace el alcalde. “Pero solo es una campaña mediática”, dice recostándose en el 70% de apoyo popular de las encuestas. Ese mismo día -la entrevista se realizó el viernes 3- El Espectador titulaba que para vencer la oposición del Concejo va a solicitar poderes extraordinarios, lo que Petro desmiente con ira concisa y algo hastiada. Y El Tiempo, afirma, por dos veces había publicado que las acciones de las empresas públicas que quiere fusionar habían caído por sus declaraciones, y eso es -asegura enfático- falso, porque la culpable fue “la casa matriz italiana que había descapitalizado su filial colombiana”.

No piensa, sin embargo, que sean los periodistas quienes quieren dar la batalla, sino “otros, más arriba”. Ni que exista un plan maestro para hacerle fracasar, o que el propio presidente haya dado orden de que lo abrasen. Pero sí hay “una coalición de intereses, que no quieren que mi programa de renovación se lleve a cabo, aunque sea un programa local. La oposición la forman los afectados por las reformas propuestas, propietarios de tierras en los límites de la ciudad, allí donde quieren que se expanda Bogotá; contratistas que se oponen a la revitalización urbana; transportistas que ven al Distrito como futuro competidor”.

Y la ALO, la gran vía cuyo trazado discute con su costo ya presupuestado, abriría la ciudad al Norte precisamente en esos parajes codiciados. Petro cree, en cambio, que esa apertura no es necesaria porque Bogotá “tiene de sobra suelo urbano y puede crecer hacia arriba, sin necesidad de acabar con más humedales”. El alcalde pretende, diferentemente, edificar escuelas, parques, crear una tarifa única integrada de transporte que valdría para todos los medios de locomoción, como el tranvía, que quiere introducir de propiedad pública. Y sabe que en ese horizonte tiene que aparecer un día el metro, “aunque yo no lo veré”.

En este punto, si Petro supiera suspirar, lo habría hecho. Frente a todo ello, retirar la subvención pública a la fiesta de los toros, que éstos se extingan de muerte natural o de una estocada de las asociaciones protectoras de animales, le parece peccata minuta. Casi admite con un encogimiento de hombros que podía haberse ahorrado meterse en esos berenjenales.

Se extraña, diríase que genuinamente, cuando le tachan de autoritario. Responde que solo es “firme” y que cuando la prensa se le pone en contra, y hay quien hace mofa de que replique a sus críticos por Twitter, subraya que ya que no tiene los medios a favor, ha de defenderse como pueda. “Si mienten sobre mí, yo he de dar mi versión”.

Y lo que dice que quiere es simplemente cumplir su programa, que “es un programa del siglo XXI, con respeto al cambio climático, lucha contra la segregación social, revitalización de la educación”, y con una atención especial a “los jardines infantiles, los de los niños de cero a cinco años”. Lo que ocurre “es que hay quienes temen mi crecimiento político, quienes no quieren que la diferencia prevalezca. Yo soy diferente y cuando comienzo a desarrollar métodos alternativos de gobierno me convierto en peligroso”.

Juan Manuel Santos tiene, diferentemente, cosas positivas. “Aunque viene de Uribe, yo supe ver importantes diferencias en Santos, sobre todo en lo referente a la devolución de tierras y la compensación a las víctimas de la violencia. Y, además, apoyar en algunas cosas al presidente no quiere decir dejar de ser de izquierdas. Yo disiento, por ejemplo, sobre el modelo minero e industrial, con la exportación de materias primas que tiene para Colombia, pero hay elementos válidos en su presidencia”.

Entonces, ¿Santos qué es, un modernizador, un aperturista, qué quiere para Colombia, o mejor, cuándo será Colombia un país moderno? “Cuando se haga una reforma agraria. Santos, que quiere modernizar el país, tiene una gran oportunidad porque, indudablemente, sabe de qué estamos hablando. El presidente podría y debería ser más audaz, pero es cierto que para llevar a cabo una auténtica reforma necesita un gran consenso en la sociedad, todo un pacto nacional. Solo una apertura real, y la pregunta es entonces cuánto de aperturista tiene el presidente, lo que yo no sé, permitirá las grandes transformaciones que precisa Colombia, y que hagan posible la modernidad y la plena democracia”.

Gustavo Petro está convencido de que su movimiento, Progresistas, que nació como una tendencia dentro del Polo, “puede desarrollarse y superarlo con creces”. Y el alcalde atribuye toda la responsabilidad de esa desunión de la izquierda al senador y líder del partido madre, Jorge Robledo. “No era cuestión de ser más o menos marxista, antiguo ni moderno, puesto que el propio Mao adoptó cuestionamientos y se alió con la derecha cuando lo creyó necesario. El Polo se rompió porque Robledo es un sectario”.

El alcalde no ignora que del éxito o fracaso de estos cuatro años al frente de la capital del país depende su futuro político; dependen las aspiraciones de su movimiento; depende la lucha contra lo que califica de “graves carencias democráticas de Colombia”. Parte de ese recorrido hacia el centro lo podría hacer como ‘compañero’ de viaje del presidente. La verdadera izquierda comenzará cuando se separen.

Autores

ELESPECTADOR.COM