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Cambio de estrategia
Jueves, Abril 19, 2012 - 14:18

La ola de atentados de las FARC recuerda que éstas no están derrotadas, y que el gobierno de Santos deberá readecuar su estrategia ante estas y otras bandas criminales.

Colombia comenzó el año con un récord de producción petrolera. Pero también con otro mucho menos auspicioso: 156 acciones bélicas perpetradas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un paro armado impuesto por la banda criminal conocida como “Los Urabeños” en 26 municipios de seis departamentos (incluida la ciudad turística de Santa Marta, sobre la costa Atlántica), 18 muertos y un centenar de heridos. Según analistas del conflicto, fue el comienzo de año más violento de los últimos ocho.

El miércoles 1 de febrero explotó una moto cargada con explosivos en Tumaco, el puerto sobre el Pacífico al sur del país, y al día siguiente la polémica nacional sobre el deterioro del orden público tuvo lo propio: un carro acondicionado con cilindros bomba atentó contra el puesto de policía de Villa Rica, en el departamento del Cauca, también al sur.

El mismo presidente Juan Manuel Santos reconoció que los atentados de las FARC son el único indicador que no presenta índices a la baja. Según el informe anual del estado del conflicto, elaborado por la Corporación Nuevo Arco Iris (CNAI), el año pasado las FARC ejecutaron un total de 2.148 acciones, un aumento del 10% con respecto a 2010. Las cifras más recientes del Observatorio de Derechos Humanos de la Vicepresidencia de la República muestran que los ataques contra la infraestructura eléctrica pasaron de 23, en el periodo enero-octubre de 2010, a 68 en el mismo lapso, y los atentados a la infraestructura petrolera cayeron levemente de 21 a 19 en el mismo periodo. Han caído los secuestros, los homicidios y los delitos comunes, pero, según Ariel Ávila, analista de la CNAI, hay zonas del país en donde el 90% de las compañías están siendo obligadas a pagar a los ilegales.

¿Cuáles son las razones del aumento de la actividad subversiva? ¿Impactarán en la inversión extranjera atraída por las nuevas perspectivas, especialmente de las industrias petrolera y carbonera de Colombia? El año pasado la inversión extranjera directa alcanzó a US$14.500 millones y las exportaciones ascendieron a US$ 56.954 millones.

Para la CNAI se está iniciando un nuevo ciclo de violencia que empezó a gestarse en la administración del ex presidente Álvaro Uribe. “Eso ha ocurrido varias veces en Colombia. Entre el 2005 y el 2008 hubo un momento de gracia, con una derrota enorme de las guerrillas”, explica León Valencia, su director.

Según el documento, desde 2008 las FARC y los paramilitares que no se desmovilizaron conformaron siete estructuras conocidas como bandas criminales, BACRIM. Tienen presencia en 209 municipios y, en algunas zonas, trabajan en coordinación en el narcotráfico con el Ejército de Liberación Nacional, ELN.

La violencia de las FARC no está generalizada y su impacto se siente con mayor fuerza en la zona del Catatumbo, norte de Santander al nororiente del país; los departamentos de Cauca y Nariño, al sur occidente, Caquetá al sur y Arauca en el centro oriente. Sus acciones distan mucho de ser las de la década del 90, reducidas ahora al accionar de pequeños grupos que evitan choques prolongados con el ejército, buscando impactos con el uso constante de explosivos.

Para el analista Román Ortiz, Colombia está asistiendo a un reacomodo en la estrategia militar de las guerrillas, dado el acorralamiento que han sufrido en años recientes. “Están utilizando muchos milicianos, militantes de tiempo parcial que no propiamente combaten, sino que hacen ataques terroristas”, dice.

Ortiz cree que el comportamiento de las FARC tiene relación con la expectativa que existía de liberar a seis secuestrados. Suelen acompañar gestos políticos con el incremento de la presión militar, que no son señales de humo para sentarse a una eventual mesa de diálogo.

El objetivo es el desgaste del gobierno: “colocarlo en una posición imposible porque si hace cualquier gesto para hacer fácil la liberación, se puede interpretar como una debilidad, y si endurece la posición frente a la guerrilla como respuesta a los ataques, choca con el deseo de la opinión pública de lograr la libertad de los secuestrados”, dice Ortiz.

El presidente Juan Manuel Santos ha reiterado que consolidar la seguridad es una de sus prioridades, desmintiendo la desmoralización de la tropa y llamando “idiotas útiles” a quienes, en su concepto, magnifican las acciones terroristas. Un mensaje a su antecesor Álvaro Uribe y sus seguidores, quienes cuestionan los resultados en materia de seguridad.

“Hay algunos críticos que han expresado su preocupación porque, supuestamente, la confianza inversionista se ha deteriorado. ¡Nada más alejado de la realidad,!”, dijo durante la inauguración de la primera planta ensambladora de Mercedes-Benz en Colombia, la que consideró símbolo de que está vigente la fe de los inversores.

Los expertos aseguran que, si bien no se va a revertir la tendencia en la llegada de capital foráneo, el clima de violencia puede desestimular algunos proyectos, en especial en zonas de conflicto,.

“El tema es que la violencia hace que Colombia no rinda su potencial”, dice Marcel Hofstetter, director de economía de la Universidad de la Sabana.
Para el académico, esto pudo haber tenido incidencia en que Colombia no haya escalado más peldaños dentro de la clasificación de las economías que hace el Banco Mundial en cuanto a las facilidades para hacer negocios, donde está situada en el puesto 42.

La administración Santos anunció una inversión en seguridad y defensa de US$ 13.000 millones para este año, con miras a fortalecer el control del territorio, la inteligencia y la capacidad de las operaciones. Además del aumento de pie de fuerza en 20.000 efectivos para la policía y 5.000 para el ejército. Considerando la violencia actual, el reto del presidente colombiano será ajustar su estrategia a los nuevos escenarios, en donde las FARC pueden seguir causando daños y la principal amenaza a la seguridad son las BACRIM. La paz negociada con la subversión no está descartada, pero tampoco cerca.

“Uno de los dilemas de Santos es si se logra desprender de la idea de que Uribe había acabado con la violencia de las guerrillas”, dice Ávila, de CNAI, aludiendo a los cantos de victoria prematuros del exmandatario. Para el analista, el presidente tiene dos caminos: “O se deja sorprender por lo que está ocurriendo o hace cambios radicales en su estrategia y aprovecha la ventaja sobre ellas para abrir un campo de negociación”.

Autores

Jenny Carolina González C.