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Chile: las cinco etapas de la Concertación
Lun, 27/12/2010 - 09:52

Robert Funk

El tango de Néstor
Robert Funk

Subdirector del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile y profesor de Ciencia Política de la misma casa de estudios. Es PhD en Ciencia Política de la London School of Economics. Consultor de gobiernos y empresas internacionales y comentarista en los medios británicos, chilenos y canadienses. Fue Presidente de la Asociación Chilena de Ciencia Política, entre 2006 y 2008. 

Cuando Hunter S. Thompson meditó sobre lo que fue la década de los 60, pero lamentando cómo había terminado todo, recordó, "… esa sensación de triunfo inevitable por sobre las fuerzas del Mal y lo Viejo. No en un sentido militar; eso no era necesario. Simplemente se impondría nuestra energía. No había razón para pelear… Estábamos en la cresta de una hermosa ola".

Nadie dijo que iba a ser fácil esto de perder una elección. Si pensamos en el Chile -¡el mundo!- que vio nacer a la Concertación, es razonable suponer que esta iba a tener algunos problemas de ajuste una vez que dejara el poder. Los activistas e intelectuales idealistas se convirtieron o en estadistas mundialmente reconocidos, empresarios, o en algunos casos, activistas desafectados.

En otros casos se convirtieron en políticos de carrera buscando nuevos espacios en el Congreso, o volvieron a las universidades que brotaron como maleza durante los años en que se declaraban defensores de la educación pública. El muro de Berlín cayó, los países de la región ya no se pelean para que les pesque Washington o Moscú, el Maoísmo que buscan no es revolucionario sino capitalista, y el destino para unas vacaciones exóticas ya no es Miami sino que Hanói.

Todo esto, de modo de ilustrar la inmensa tarea que enfrenta un partido o coalición que quisiera adaptarse. No sorprende, entonces, que a diferencia de los seres humanos, nueve meses no es suficiente para la gestación de una nueva vida. Si tuviéramos que elegir una analogía, de hecho, se observa durante este tiempo algo mucho más parecido a un período de luto, e incluso son identificables lo que hace 40 años Kübler-Ross llamó las cinco etapas del duelo.

Etapa 1. Negación:

Existen muchas variantes de este fenómeno. Que "hubiéramos ganado si no fuera por Marco", o "hubiéramos ganado con otro candidato". Todas son variaciones de la idea de que el resultado fue estrecho, lo que no es poca cosa después de 20 años en el poder, saliendo de una crisis económica, etc. Pero en las elecciones solo hay un ganador, y no fue la Concertación. En un país donde el Ejecutivo concentra tanto poder, a lo que se suman los otros poderes controlados por aliados de la derecha, haber quedado en segundo lugar significa realmente muy poco. Pero la negación no es una estrategia comunicacional hacia afuera, sino que una manera de hacer que la dura realidad sea más fácil de tragar. Parece que esta realidad se ha impuesto con mucha fuerza, de modo que la Concertación ha logrado rápidamente superar esta etapa.

Etapa 2. Ira:

Es natural que cualquier análisis de lo ocurrido desencadene una búsqueda de culpables, y que esto resulte en peleas, egos golpeados, un malestar generalizado. No faltaba el socialista que se quejaba por la mala campaña del DC (Partido Democracia Cristiana) Eduardo Frei, o el DC que le echaba la culpa al gobierno de Michelle Bachelet y su discurso feminista-populista-socialista. Y por supuesto, todos en pique en contra de MEO (Marco Enriquez Ominami, senador que perteneciera a la Concertación y que finalmente fue como independiente a la elección presidencial). Sin embargo, hay que reconocer que, hasta el momento, estas peleas internas han estado bastante controladas, y las preocupaciones iniciales por una rápida desintegración de la coalición no se han materializado.

Etapa 3. Negociación:

Respecto al duelo, esta etapa se relaciona con posponer lo inevitable, y en la Concertación se manifiesta en los partidos que no han estado dispuestos a realizar una renovación de verdad en sus liderazgos. "Es demasiado pronto", es "un período de ajuste", o simplemente "no nos la pudimos frente a la máquina interna de X". Los que se quejan que no les dejan espacios, en realidad están negociando con el futuro, esperando algún momento propicio. Pero la historia de Chile está llena de los que "deberían" haber sido presidente.

Etapa 4. Depresión:

"¿Cuál es el punto de seguir?", "ellos controlan todo, el gobierno, el empresariado, la educación, la prensa, la Iglesia…". Si bien aún no se ha producido la balcanización de la coalición, eso no ha impedido el lloriqueo. Lo que más sorprende de las quejas es que ninguna de estas condiciones, excepto haber perdido La Moneda, son nuevas. Si bien es verdad que la prensa escrita en general fue duramente anti-Concertacionista en la campaña y ayudaron a crear la candidatura de MEO, estos son hechos de la causa a la cual las estrategias comunicacionales se tenían que ajustar. Comparando las condiciones bajo las cuales la Concertación ganó el plebiscito de 1988, la verdad es que lo que faltó, y sigue faltando, fue creatividad y ganas. Ninguna de las dos se recupera mientras la Concertación siga clavada en esta cuarta etapa.

Etapa 5. Aceptación:

En el caso que nos convoca, esta etapa puede significar dos cosas. La más literal es la de la aceptación de la muerte, entendiendo que llega un punto en que luchar no tiene más sentido. Tal vez la Concertación, creada, como se observaba al comienzo, para otra realidad, para el mundo del fax y no del iPad, ha perdido toda relevancia. ¿Cuántas empresas se encuentran en un punto que, sin llegar a la quiebra, simplemente se dan cuenta que el mercado ha cambiado demasiado y no hay demanda para sus productos? Tal vez la Concertación es el Betamax de la política: un buen producto pero que no se la pudo.

O tal vez la aceptación significa todo lo contrario. Que una vez superadas las etapas de negación, ira, negociación y depresión, la aceptación signifique poner en acción las lecciones de las etapas anteriores. Trabajar no como si Piñera hubiera ganado, sino como si la Concertación hubiera perdido. Transformar las culpas en explicaciones, y las explicaciones en lecciones y planes de acción. Que esos planes incluyan una renovación de verdad, sin excusas. Que las excusas no incluyan realidades que difícilmente vayan a cambiar. Que la estrategia tome en cuenta esas realidades.

Puede ser que nueve meses sea muy poco para esperar que se hayan superado todas las etapas. Pero es un tiempo suficiente para reconocer cuáles son las etapas que hay que cumplir, y así vivir lo que Thompson nunca vio: el retorno de la ola.

*Esta columna fue publicada originalmente en el Instituto de estudios Públicos de la Universidad de Chile.

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