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Chile: recordar activamente el terremoto del Bicentenario
Jue, 03/03/2011 - 11:10

Sergio Micco

Chile: recordar activamente el terremoto del Bicentenario
Sergio Micco

Sergio Micco es abogado de la Universidad de Concepción (Chile), Magíster de la Universidad Católica de Chile y Doctor en Filosofía, Universidad de Chile. Es profesor de la Universidad de Chile (Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile: Escuela de Gobierno y Magíster de Ciencia Política) y profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y de la Universidad de Stanford, en su sede para América Latina.

Recordar de dónde venimos y las lecciones que hemos aprendido del pasado es esencial para el progreso del ser humano. Ser militante de la memoria es un deber particularmente de todo buen ciudadano. Esto es especialmente cierto en un país como Chile, en que justamente los desastres naturales destruyen archivos, edificios, monumentos y todos aquellos artificios que los seres humanos creamos para recordar.

Francia empezó a construir Notre Dame de París hace más de 800 años y ahí está. La ciudad de Concepción (al sur de Chile) ha tenido que reconstruir su catedral ocho veces en un siglo. No es raro que Chile sea famoso por su poesía, que es la más inmaterial de las artes, a diferencia de la arquitectura.

¿Qué debemos recordar? Lo esencial es lo dicho precisamente por una poetisa. Gabriela Mistral tras el terremoto de Chillán, el de 1939, nos decía que “la naturaleza chilena es heroico-trágica”. Esa fuerza telúrica había destrozado varias veces la provincia de Concepción y lo volvía a hacer. “Pero Chillán, cuna de nuestro O’Higgins esencial, fue realmente arrasada y hay que levantarla piedra a piedra; y la ilustre Concepción, santo y señor del Sur, de tan noble estampa, ha perdido barrios enteros y deberá reedificarse en buena parte”. ¿Podríamos hacerlo? La historia ha dicho siete veces que sí. Chile es así. A la tragedia anteponemos el heroísmo. Entre más fuerte se nos golpea, más decididamente nos reponemos.

Recordar también que cuando llegan los terremotos pasa a ser imperioso contar con instituciones legítimas, eficaces, eficientes y una comunidad que esté dispuesta a no ceder al salvaje llamado del “sálvese quien pueda y como sea”. No debemos olvidar la debilidad del Estado chileno desnudado el 27 de febrero del 2010, oficinas de emergencia y fuerzas armadas incluidas. Tampoco los saqueos e individualismo salvaje de los que quisieron profitar a costa de los demás.

Finalmente, debemos recordar la importancia vital de la solidaridad. Esa que es un atributo de los más valorados por los chilenos. El terremoto develó una pobreza que creíamos que ya no existía. La de ese Chile profundo y rural que vive en condiciones de enorme precariedad. Un solo dato: si los contratos mensuales que cotizan en las mutuales privadas en la economía nacional son de 477. 838 pesos (cerca de US$1.000), en el mundo de la agricultura son de 263.125 pesos (cerca de US$500). De ahí, en parte,  los altos de niveles de pobreza en el Maule y Bío Bío, regiones terriblemente asoladas por el terremoto.

Recodar el terremoto del 27 de febrero del 2010 es esencial para el futuro de Chile. De él aprendimos lo mejor y lo peor de nuestro país. Para ser la comunidad de hombres libres e iguales que nos propusimos ser en 1810, es necesario contar con instituciones fuertes, una comunidad cohesionada y una práctica solidaria, especialmente con los más pobres o los que sufren con especial rigor las injusticias de la vida.  Sólo así seremos fieles a la característica esencial de Chile anotada por Gabriela Mistral: “voluntad de ser”, contra todo y a pesar de todo.

*Esta columna fue publicada originalmente en el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile.

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