Pasar al contenido principal

ES / EN

Conozca la difícil resistencia del movimiento LGBTI en Honduras
Viernes, Agosto 1, 2014 - 11:41

La primera Marcha del Orgullo LGBTI tuvo lugar en Tegucigalpa hace pocos días. Donny Reyes, uno de sus organizadores, no pudo estar presente. Temiendo por su vida, el activista salió de Honduras con la ayuda de Alemania.

Hace poco tuvo lugar la primera Marcha del Orgullo LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales) en la capital de Honduras, Tegucigalpa. Donny Reyes, un conocido trabajador social dedicado a la defensa de los derechos humanos de las minorías sexuales, llevaba meses organizando el evento cuando recrudeció la persecución de la que viene siendo objeto desde 2009. Temiendo por su vida, Reyes salió de su país a mediados de mayo con la ayuda del Gobierno alemán.

Reyes permanecerá en territorio germano durante un año bajo los auspicios de la Fundación para Perseguidos Políticos de Hamburgo (www.hamburger-stiftung.de). “En 2007 fui detenido arbitrariamente y sometido cruelmente por compañeros de celda bajo la instigación de un carcelero. ‘¡Aquí les traigo una princesita!’, les dijo el agente policial. Yo fui la primera persona en denunciar atropellos homofóbicos ante la Fiscalía hondureña y, aunque no gané el proceso, eso me puso en la mira del Estado”, cuenta el activista.

Homofobia y transfobia institucionalizadas. A eso se sumó que la Asociación Arcoíris, la organización dirigida por Reyes, se unió al Frente Nacional de Resistencia Popular –la alianza de grupos que condenaron el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya en 2009– y redactó dos informes sobre crímenes de odio perpetrados contra la población LGBTI desde aquel golpe de Estado. “En el último reporte, más de doscientos ciudadanos señalaron como sus victimarios a miembros de todos los cuerpos de seguridad del Estado, desde la policía municipal hasta el Ejército”, asegura Reyes.

“Existe una correlación entre el agravamiento de la situación de los derechos humanos de la población general y de los de la comunidad LGBTI en Honduras, sobre todo desde 2009. Circunstancialmente, los activistas LGBTI lograron abrirse espacio en el movimiento de protesta contra el golpe y adquirieron mayor visibilidad, pero también se volvieron más vulnerables. A partir de entonces ya no sólo fueron víctimas de la saña homofóbica/transfóbica por su orientación sexual o identidad de género, sino también por ser percibidos como potenciales disidentes políticos”, explica Peter Peetz, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA).

Salvado por la campana. En 2012, Donny Reyes recibió amenazas de muerte y se refugió en Nicaragua. Un año después, dos cadáveres fueron lanzados a las puertas de la Asociación Arcoíris, su sistema informático fue robado y la publicación del segundo informe sobre crímenes de odio homofóbicos/transfóbicos se vio truncada. A finales de 2013, el cerco en torno a Reyes comenzó a estrecharse y el acoso, a intensificarse. “Yo tuve suerte porque el embajador alemán en Honduras y la Fundación para Perseguidos Políticos de Hamburgo gestionaron mi salida del país”, dice Reyes.

4711

Pese a que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Amnistía Internacional y Frontline ya se habían pronunciado sobre su caso, fueron los observadores de Centroamérica del Ministerio de Exteriores alemán quienes atrajeron la atención de la fundación hamburguesa hacia la situación del hondureño. “A nuestros invitados les ofrecemos la posibilidad de recuperar sus fuerzas para que continúen con sus luchas políticas en sus respectivos países”, comenta Martina Bäurle, directora ejecutiva de la institución anfitriona.

Ni refugiado ni exiliado. Bäurle, quien trabaja con la fundación desde hace 22 años, sostiene que, por temor al desprestigio internacional, los Estados suelen inhibirse de perseguir o amedrentar a los activistas que han sido protegidos por organizaciones como la que ella dirige. No obstante, Reyes tiene dudas al respecto: “Aunque agradezco enormemente el apoyo internacional que he recibido, yo no creo que ese respaldo me garantice la vida cuando regrese a Honduras”, comenta.

“Cuando digo eso, algunos amigos me preguntan: ‘¿Por qué no buscas la manera de quedarte en Alemania?’ Yo les respondo con otra pregunta: ‘¿De qué les sirve a las futuras generaciones de LGBTI hondureños que nos vayamos todos los que podemos hacer algo para mejorar la situación del país?’ ”, acota el coordinador de la Asociación Arcoíris.

Autores

Deutsche Welle