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El errado estreno de la diplomacia nuclear de Brasil
Martes, Junio 1, 2010 - 09:38

¿Qué ganaron Brasil y Turquía en Irán? No mucho; el acuerdo en sí no es de gran valor. Aunque con esto se demostró la presencia global de Brasil y su capacidad de generar debate y discusión sobre cualquier tema.

Como un “triunfo a la diplomacia” catalogó el presidente brasileño Lula da Silva al pacto nuclear de Brasil y Turquía con Irán. Y esto es lo que pareció al inicio. Los dos países lograron el acuerdo que Estados Unidos y otras potencias globales buscaron sin éxito en 2009. Pero poco después, la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció que EE.UU. y los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU reforzarían las sanciones contra Irán, justo lo que Brasil y Turquía querían evitar. La diplomacia de Lula no prevaleció. Una confusa secuencia de acontecimientos que plantea preguntas críticas sobre la agenda de Brasil y su influencia planetaria.

Primero, ¿qué motivó a Brasil a enfrentar la imposible tarea de detener el desarrollo de armas nucleares en Irán? La respuesta parte de la autopercepción brasileña de que su país debe tener un papel de liderazgo en los asuntos globales, lo cual ha conducido a una muy ambiciosa política internacional.

Brasil y los éxitos internacionales de Lula (incluyendo la elección como el presidente más influyente del año por la revista Time) le dieron a este país la confianza y credibilidad necesaria para expandirse y asumir desafíos de alto riesgo como los de Irán. Y los diplomáticos brasileños, después de haber creado una relación de estrecha confianza con Irán, creen que su país puede influir de manera constructiva en Teherán, a través de la persuasión y no de la fuerza.

Los intereses económicos, e incluso sus propias aspiraciones nucleares, son frecuentemente citados para explicar el sentido de esta diplomacia nuclear de Brasil. Sin embargo, es poco probable que sea así. Los US$1.200 millones al año que exporta a Irán no es una cifra significativa para la economía brasileña de 1,8 billón (millón de millones), como lo es la sudamericana. Y si bien podría haber similitudes entre Brasil y las actividades nucleares de Irán, hoy nadie está preocupado de que el país sudamericano esté fabricando una bomba o materiales nucleares terroristas. Así, lo que suceda con Irán es muy poco probable que tenga impacto sobre las aspiraciones nucleares de Brasil.  

Segunda pregunta: ¿qué consiguieron Brasil y Turquía en Irán? No mucho. Firmar un acuerdo con Teherán no es de gran valor. Para tener sentido, ambos países también necesitaban llegar a un acuerdo con Washington y otras potencias, cosa que no hicieron. La falla quedó en evidencia rápidamente cuando el presidente iraní, Ahmadinejad, declaró que no suspendería el enriquecimiento de uranio, demanda por la que EE.UU. y la mayoría de los países expresó su rechazo. El acuerdo entre los tres países tampoco menciona la necesidad de inspecciones más profundas en las actividades de Irán.   

Brasil y Turquía debieron haber presentado su iniciativa de una manera más modesta, quizás como un test de la flexibilidad de Irán y su voluntad de negociar seriamente, o como un esfuerzo para incrementar su confianza (como lo sugirió el canciller brasileño, Celso Amorim). Pero no como una solución a los peligros de una amenaza nuclear iraní ni como un desafío a las sanciones de EE.UU. La posibilidad de éxito habría sido mayor si Brasil no hubiese sido tan vehemente en defender las actividades nucleares de Irán, y hubiera tenido más rigor ante las evidencias de que Irán buscaba producir armas atómicas (como sus instalaciones de enriquecimiento de uranio y el desarrollo de misiles).  

Al mismo tiempo, EE.UU. podría haber aprovechado mejor el acuerdo logrado por Brasil y Turquía, elogiando el esfuerzo, criticando las fallas (sin afirmar que se trataba de fallas fatales) y fomentando nuevas negociaciones. Pero simplemente decidió desecharlo.  

Finalmente, ¿qué revela la diplomacia nuclear de Brasil sobre su alcance e influencia global? El acuerdo con Irán demostró la presencia global de Brasil y su capacidad de generar debate y discusión –aunque no resultados– sobre cualquier tema. Incluso si algunos supuestos y  juicios fueron deficientes, la voluntad de Brasil de asumir el tema de Irán y de enfrentar la oposición de EE.UU. reforzó su talla internacional.

Pero, por otro lado, es casi seguro que Brasil perdió terreno en Washington. La administración de Obama ha estado extremadamente irritada por la defensa de Brasília al derecho de Irán de enriquecer uranio y su aparente indiferencia ante la amenaza de armas nucleares de Irán. En el período que viene, lo más probable es que Washington será más cauto al apoyar las aspiraciones de liderazgo internacional de Brasil. Pero los brasileños han demostrado que pueden actuar y afectar los acontecimientos incluso cuando  EE.UU. se resiste. Aunque no logró mucho esta vez, Brasil tiene que ser tomado seriamente como fuerza global.