El general Rubén Darío Alzate, solicitó su retiro, y aseguró que su amor por los chocoanos lo llevaron a incumplir protocolos de seguridad.
La solicitud de retiro del servicio activo hecha por el general Rubén Darío Alzate al gobierno —tras su secuestro y posterior liberación por parte de las Farc en Chocó, donde ejercía como comandante de la Fuerza de Tarea Titán del Ejército, y que anoche mismo aceptó el presidente Juan Manuel Santos— generó reacciones encontradas. Mientras algunos consideran que el error de ir a una ‘zona roja’ de orden público sin condiciones mínimas de seguridad y el haber puesto en riesgo el proceso de paz obligaba a tomar esa decisión, hay quienes creen que el alto oficial demostró ser un hombre leal a sus principios y a las Fuerzas Militares, por lo que debió recibir el respaldo de sus superiores, es decir, el mandatarios y el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón.
Con suspicacias de por medio. Porque para el uribismo, la declaración entregada anoche por el alto oficial a los medios de comunicación, en la que explicó las razones de su desplazamiento hasta el caserío de Las Mercedes —de civil y sin escoltas—, donde fue plagiado junto al cabo Jorge Rodríguez y la abogada Gloria Urrego por alias Chaverra, uno de los jefes de las Farc en Chocó, no son creíbles. “Si el general Alzate hubiese cometido un error, no había alcanzado a pedir su retiro, Santos lo habría sacado. Su versión leída a los medios no es creíble. Usted es un hombre leal y su lealtad con la patria lo obligan a decir la verdad”, dijo, por ejemplo, el senador Ernesto Macías, del Centro Democrático.
Un asunto espinoso en momentos en que el Gobierno busca reecontrar el camino de las negociaciones de paz con las Farc en La Habana, extraviado precisamente desde el 16 de noviembre, tras el secuestro de Alzate y sus dos acompañantes. Fue el mismo presidente Santos quien en la mañana de ayer le pidió al general salir a darle explicaciones al país. Y las hubo: “Mi afán de servicio y amor por el pueblo de Chocó me llevaron a no aplicar los procedimientos de seguridad que debía adoptar en mis desplazamientos (...) me informé de la situación de inteligencia del área y decidí adoptar medidas como la desinformación de mi ruta y el manejo del bajo perfil”, relató el oficial.
También contó que los secuestraron en total estado de indefensión, lo cual implica “una grave violación de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario”; que durante los 15 días que estuvo en poder de la guerrilla permaneció esposado o amarrado a un árbol; que fue sometido a “largas caminatas de más de ocho horas por la selva y amenazas de muerte” y que el domingo pasado, al momento de su liberación, los “terroristas de las Farc me obligaron a participar en el show mediático”. Se refería a la fotografía divulgada por el grupo subversivo en la que aparece con Pastor Alape, uno de los negociadores en La Habana, quien regresó a Colombia para su entrega, que causó molestia en el Gobierno.
En una declaración pública antes de viajar a Cuba, donde entre hoy y mañana se sentará con las Farc para hacer una evaluación “fría y objetiva” del proceso de paz para ver cómo se debe continuar, el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, aseguró que “toda liberación debe ocurrir en un marco de respeto y dignidad, y rechazamos enérgicamente cualquier uso por parte de las Farc con imágenes de esas liberaciones. Eso está por fuera de lo acordado, la dignidad es de doble vía. Si las Farc piden buen trato, también deben brindar trato digno”. Además de la foto de Alzate y Alape, el grupo guerrillero difundió un video con los dos soldados liberados el martes de la semana pasada en Arauca.
En respuesta, a través de una entrevista para la cadena Telesur, el mismo Pastor Alape manifestó que la foto se hizo con la intención de registrar cómo se están dando las situaciones y como un mensaje de esperanza en la paz del país. “No hacemos otra cosa que registrar un hecho que consideramos es un mensaje de paz de dos personas a las cuales nos tocó en dos orillas de este conflicto. Las circunstancias generaron esta situación”, refirió. De paso, aseguró que su presencia en la liberación buscaba garantizar que no se presentaran “situaciones complicadas” que hubiesen podido afectar los diálogos de paz.
A pesar de este impasse, para De la Calle, los sucesos recientes demuestran la fortaleza del proceso y la capacidad de superar obstáculos, lo cual, a estas alturas de los diálogos, debe servir para dar un salto hacia delante. “No da más espera la concreción de gestos que demuestren que nos aproximamos al fin del conflicto. Hace meses que venimos discutiendo con las Farc medidas de desescalamiento. De nuevo, es hora de pasar de la discusión a la acción. Es cierto que los temas que enfrentamos ahora son difíciles, y lo son aún más por estar entrelazados los unos con los otros. Pero si hay voluntad y hay decisión, es posible avanzar con mayor rapidez hacia el final. Es la hora de las decisiones”, enfatizó. Sin embargo, hacia las 10 de la noche de ayer las Farc respondieron que no se dejarán imponer una fecha para reanudar los diálogos. “Debemos decir que quien impuso la suspensión de las conversaciones no puede regresar con la intención de imponer la fecha de su reinicio como si nada hubiera ocurrido”, indicó Iván Márquez, jefe del equipo negociador de las Farc.
Lo que se espera ahora es que las delegaciones de Gobierno y Farc lleguen a un acuerdo para reactivar las negociaciones en La Habana, que seguramente costará algo más que volver a sentarse en la mesa, pues el episodio del secuestro del general Alzate ha supuesto un punto de fractura tras el cual las negociaciones cambiarán. “La mesa vivirá una especie de catarsis y deberá asumir unas reglas más sólidas”, reconoce Alejo Vargas, director del Centro de Pensamiento de la Universidad Nacional. De cualquier manera, el proceso superó una dura crisis y todo indica que los vientos de paz soplan hoy con más vigor.