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Guerrilla colombiana podría convertirse en banda criminal
Sábado, Noviembre 5, 2011 - 15:30

De acuerdo con analistas políticos y expertos en el conflicto colombiano, tras la muerte de Alfonso Cano surge la pregunta de si existe un líder renovado capaz de llevar a la guerrilla a una mesa de diálogo con el gobierno que ponga fin a la violenta confrontación de casi cinco décadas.

Bogotá. Colombia enfrenta el riesgo de que la guerrilla de las FARC, después de la muerte de su cabecilla Alfonso Cano, se convierta en una facción criminal dedicada al narcotráfico y al secuestro por la falta de un líder con visión política que motive una negociación de paz.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sufrieron el golpe más fuerte en toda su historia con la muerte este viernes de Cano, un carismático ideólogo que dirigía desde el 2008 el grupo rebelde activo más antiguo del hemisferio.

La designación de Cano como el número uno de las FARC despertó ilusiones de que podría llevar el movimiento a una negociación que pusiera fin a su violenta lucha armada en la que ha acudido al secuestro, a la extorsión y al narcotráfico.

De acuerdo con analistas políticos y expertos en el conflicto colombiano, tras la muerte del comandante rebelde surge la pregunta de si existe un líder renovado capaz de llevar a la guerrilla a una mesa de diálogo con el gobierno que ponga fin a la violenta confrontación de casi cinco décadas.

"Antes de la muerte de Cano uno podía pensar que él podría ser el líder de un proceso de paz. La paz requiere un proceso alto de liderazgo", dijo Juan Carlos Palou, del Centro de Ideas para la Paz, al destacar la formación política del extinto comandante rebelde.

"La guerrilla está en un dilema. Podría aceptar la derrota y hablar de paz o podría terminar como una banda criminal dedicada al narcotráfico, lo cual sería terrible porque no respondería a un mando", explicó.

Un desarrollo que lleve a una radicalización de la violencia tendría consecuencias explosivas para una economía que lucha por deslastrarse de la guerra y que ha comenzado a atraer inversiones en sectores estratégicos como el minero y el petrolero.

Las bandas criminales que operan en Colombia están conformadas por antiguos paramilitares de ultraderecha que depusieron las armas en medio de una cuestionada negociación de paz con el gobierno del ex presidente Alvaro Uribe.

A diferencia de los paramilitares que surgieron para combatir a la guerrilla con el apoyo económico de narcotraficantes, ganaderos, hacendados y comerciantes, las bandas criminales se convirtieron en ejércitos sin Dios ni ley por la falta de un norte político y de un liderazgo sólido, según analistas.

Tensión por la búsqueda del sucesor. "La muerte de Cano va a generar una tensión al interior de las FARC y en la definición de su sucesor. Probablemente allí van a haber tensiones", dijo el politólogo Alejo Vargas refiriéndose al inmediato futuro del grupo rebelde, que dice luchar por imponer un sistema socialista en el país de 46 millones de habitantes con marcadas diferencias sociales.

De acuerdo con fuentes de seguridad, Timoleón Jiménez, más conocido como "Timochenko"; o Iván Márquez, podrían llegar a reemplazar a Cano.

Sin embargo, ninguno demostró en el pasado la convicción suficiente para llevar a las FARC a una negociación con el Gobierno que abra las puertas a la paz y al fin del conflicto.

Los expertos coincidieron en que la guerrilla quedó más debilitada con la muerte de Cano, pero su desaparición o rendición no será inmediata.

"No podríamos decir que es un golpe mortal porque siempre que quedan reductos habrá posibilidades de que exista el terrorismo", dijo el ex presidente Andrés Pastrana.

"Pero es el golpe más duro que han sufrido las FARC y las debe poner a pensar a sentarse definitivamente, a entregarse o a hacer un proceso de paz y, de esta manera, erradicar de Colombia el tema de la violencia", agregó el ex mandatario, en cuyo Gobierno, entre 1998 y el 2002, se realizó la última fallida negociación de paz con esa guerrilla.

Es ex comisionado para la paz de Pastrana, Víctor G. Ricardo, afirmó que la muerte de Cano es un golpe pero no acaba a las FARC.

El presidente Juan Manuel Santos, quien asumió el poder en el 2010, abrió la posibilidad de un diálogo de paz con la guerrilla pero lo condicionó a que suspendieran los ataques, liberaran a los secuestrados y anunciaran su disposición de abandonar las armas.

Cano, que sustituyó en el 2008 a Manuel Marulanda Vélez alias Tirofijo -después de su muerte por un ataque cardíaco-, siempre habló de su disposición para buscar una salida negociada, pero rechazó las condiciones y dejó a las partes en posiciones distantes para un diálogo.

Para el analista Alfredo Rangel, lo que más les conviene a las FARC es negociar con el Gobierno antes de que queden en una posición más débil por la ofensiva de las Fuerzas Militares.

"A las FARC más les convendría aproximarse a una negociación de paz porque el tiempo está corriendo aceleradamente en su contra, cada vez va a ser más difícil tener una negociación satisfactoria con el Estado desde una posición de debilidad a la que las está sometiendo la presión de las Fuerzas Armadas", dijo Rangel.

La ofensiva militar que inició Uribe en el 2002 y que sigue Santos, ha derivado en la muerte de importantes comandantes guerrilleros y en la deserción de miles de combatientes.

El grupo rebelde pasó de 17.000 a unos 7.000 combatientes en la última década luego de que fueron obligados a replegarse a apartadas zonas montañosas y selváticas en medio de la ofensiva apoyada por Estados Unidos.

No obstante, las FARC también podrían resistir la ofensiva e incluso intensificar sus ataques para demostrar que no están derrotadas militarmente.

"La muerte de los dirigentes de las FARC tiene fácil solución porque ellos los reemplazan y eso lo que hace es prolongar de manera indefinida este conflicto", opinó Carlos Lozano, director del semanario comunista Voz y promotor de una solución desde el grupo Colombianos y Colombianas por la Paz.

La intensa persecución de las Fuerzas Militares le impediría a un nuevo cabecilla mantener un control sobre la mayoría de los combatientes y estaría latente el riesgo a que formen pequeños ejércitos que sean más bien cárteles del narcotráfico, según los expertos.

Autores

Reuters