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La estrategia detrás del triunfo de Ollanta Humala
Vie, 17/06/2011 - 11:33

Luis Benavente Gianella

Lima: dos mujeres, dos destinos
Luis Benavente Gianella

Luis Benavente Gianella es director de Vox Populi Comunicación y Marketing y docente del Máster en Comunicación Política e Institucional del Instituto Universitario Ortega y Gasset de Madrid. En la Universidad de Lima ha sido director del Grupo de Opinión Pública (1997-2010), director de Imagen Institucional (1994-2002) y profesor principal de la Facultad de Comunicación (1980-2012).

El 5 de junio pasado el Perú eligió por primera vez a un izquierdista como presidente de la República. Ollanta Humala de Gana Perú (51,5%) venció a Keiko Fujimori de Fuerza 2011 (48,5%) en un balotaje muy reñido. Ellos se parecían en que estaban en los extremos ideológicos (Humala a la izquierda y Fujimori a la derecha) y tenían los mayores índices de rechazo entre todos los candidatos de la primera vuelta.

Ollanta Humala tuvo la rival ideal, pues la imagen negativa del fujimorismo convertía a Keiko Fujimori en una adversaria vulnerable. Ella pidió perdón por los errores del gobierno de su padre demasiado tarde, después que en plena campaña sostuvo que había sido el mejor gobierno de la historia del Perú. Pedir perdón era fundamental, pues el perdón limpia las culpas del perdonado.

El verdadero enemigo de Keiko Fujimori fue su padre Alberto Fujimori, pues no logró distanciarse de él, era muy difícil, casi un parricidio. Al obtener el endose de votos de su padre, también recibió el rechazo, fruto del recuerdo traumático de los noventas.

Sus voceros tampoco la ayudaron, usaban palabras soberbias y torpes, como Jorge Trelles, quien para justificar violaciones a los derechos humanos cometidas durante el gobierno de Alberto Fujimori, dijo: “nosotros matamos menos que otros gobiernos”, provocando críticas de sus opositores y su candidata.

Los medios no tocaron a Humala en la campaña inicial, pues al tener poca intención de voto no era un peligro. Mientras los otros candidatos se atacaban entre ellos, él evitaba el enfrentamiento y avanzaba sin desgastarse. Luego del shock de la primera vuelta, buena parte de los medios emprendió una campaña contra Humala; por ejemplo, el periodista Jaime Bayly fue contratado por América Televisión para hacer un programa con el único propósito de destruir su imagen. Esta campaña desordenada lo victimizó y nuevamente los grandes medios verían perder a su candidato.

Otro factor externo favorable a Humala fue el arraigado machismo de la atrasada sociedad peruana, donde muchos y ¡muchas! no pueden entender que una mujer sea elegida presidenta.

Al final de la campaña, recibió apoyo de dos liberales enemigos de Alberto Fujimori: Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo, quienes intervinieron para garantizar que Humala respetaría las libertades política y económica si llegaba a la presidencia. Mientras, Fujimori se rodeaba de figuras de la derecha más conservadora; “políticos tradicionales”, hubiera dicho su padre.

Humala tuvo una estrategia eficiente. Una clave fue el reposicionamiento, que le permitió cambiar una imagen radical y controvertida por otra menos radical y cercana. Este cambio permitió ver a Humala tomando distancia de Chávez y mostrando afinidad con Lula; cambiando el temerario nombre de Partido Nacionalista por el positivo de Gana Perú; cambiando el rojo combativo de la izquierda por el blanco de la paz; controlando sus emociones ante los ataques de campaña; manejando adecuadamente el enlace emocional con los electores; mostrando una familia unida con la esposa y los niños, en lugar de aquella con el hermano Antauro en prisión, el padre marxista ortodoxo y la madre dispuesta a fusilar homosexuales para ordenar el país. Había aprendido que la política es dramaturgia y se dedicó a interpretar su papel.

Este Humala light supo mantener la propuesta antisistema que fue aceptada en el espacio de la insatisfacción con la democracia y el Estado peruano, y su promesa de cambio, inclusión y anticorrupción logró ilusionar especialmente a los pobres. Pero no era suficiente, pues el temor de un gobierno estatista semejante al de Chávez alarmaba a las clases alta y media, que veían en Fujimori una promesa de estabilidad económica.

El debate presidencial se realizó a una semana del balotaje y fue clave para ganar los votos decisivos. Fujimori fue mejor oradora pero Humala manejó mejor la estrategia del mensaje, al transformar los cuatro puntos de la agenda en ráfagas que se reducían a un solo punto: la corrupción del gobierno de Alberto Fujimori, en el que ella había participado como “primera dama”. Humala logró que Fujimori perdiera el control emocional.

La embestida final fue recordar las esterilizaciones masivas de mujeres durante el gobierno de su padre, tema que tuvo alto impacto en los días siguientes y que puso contra las cuerdas a Keiko Fujimori, sin capacidad de defensa. Con ese tema buscaba el voto femenino, y en ese propósito, su esposa Nadine viajó a lugares remotos a hacer campaña, y presentaron un spot donde él y ella pedían el voto a las mujeres. Nadine manejó un concepto tradicional de esposa que apoya al marido y madre dedicada a sus hijas, muy apropiado para un electorado machista y sin cultura política; también evitó el protagonismo.

Humala enfrentó los cuestionamientos a su plan de gobierno estatista y ambiguo, actualizándolo sucesivamente con nuevos documentos y compromisos firmados en rituales públicos; esto le permitió ganar unos votos adicionales sin perder a sus fieles radicales de izquierda y antisistema.

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