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La verdad de la milanesa: analizamos el primer año de Mauricio Macri al frente de Argentina
Martes, Diciembre 13, 2016 - 16:00

Los primeros pasos de Macri como presidente fueron rápidos y con el claro objetivo de restablecer la confianza internacional en la Argentina y sus instituciones.

Universia Knowledge Wharton. El 10 de diciembre se cumplió el primer aniversario de la llegada del centro derechista Mauricio Macri a la presidencia de Argentina tras ganar la segunda vuelta de las elecciones con el apoyo del 51% del electorado. De esta manera, los argentinos ponían punto y final a más de una década de gobiernos populistas dominados por los Kirchner —Cristina Fernández y su difunto esposo Néstor— y se enfrentaban con ilusión a una nueva etapa de cambio político y económico liderada por este exempresario millonario sin vinculación a los partidos tradicionales.

Los primeros pasos de Macri como presidente fueron rápidos y con el claro objetivo de restablecer la confianza internacional en la Argentina y sus instituciones. En primer lugar, el nuevo mandatario se apresuró a alcanzar un acuerdo para pagar los 9.300 millones de dólares de la deuda en default a fondos de Estados Unidos con la intención de zanjar un conflicto legal de más de diez años de duración que dificultaba el acceso del país al crédito externo. Al mismo tiempo eliminó el cepo cambiario, promovió una devaluación, realizó despidos masivos en el Estado y decidió la quita o disminución de los impuestos a las exportaciones que castigaban a los sectores más competitivos de su economía.

Los argentinos aceptaron de buen grado todas estas medidas y de forma mayoritaria respaldaron su gestión llegando a otorgarle, en un momento dado, una aprobación superior al 60%. Sin embargo, una inflación del 40% y el inexistente crecimiento económico —este año caerá en torno al 2%— han acabado por hacer mella en su popularidad, pero no tanto como cabría esperar dados estos malos datos. Algunos sondeos, como el de Grupo de Opinión Pública, le otorgan una valoración positiva del 51%, pero otros, como el que acaba de publicar el diario El Clarín y que ha sido realizado por la consultora Management Management & Fit, ya empiezan a indicar que el desgaste se está acelerando. Según el mismo, 43,6% de los encuestados le concede un aprobado al presidente, pero el 43,1% de los participantes considera que su gestión ha sido negativa o muy negativa, mientras que tan solo el 29% de la considera positiva.

Para entender la situación actual del país y el cambio de tendencia en la valoración de su presidente, ante todo hay que entender cuál fue la herencia recibida. Macri se encontró con un país donde el crecimiento estaba estancado desde hacía 4 años y las arcas públicas vacías como consecuencia de las políticas populistas de su antecesora, así como una fuerte inflación y una extensa sombra de corrupción sobre la era Kirchner que se ha materializado con numerosas denuncias que, en su mayoría, están todavía sin resolver por la lentitud de la justicia argentina.

Unos pocos beneficiados

Julio C. Gambina, profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, revela que el principal motivo del descontento popular es que las primeras medidas implementadas hasta el momento sólo han beneficiado a unos pocos. Según relata, éstas han supuesto una transferencia del orden de los US$40.000 millones al núcleo más concentrado de poder en la Argentina. “La devaluación monetaria favoreció a grandes productores y exportadores que, a día de hoy, siguen demandando nuevas y sucesivas devaluaciones, argumentando que el tipo de cambio sigue atrasado y que la devaluación ya fue absorbida por el aumento de precios”, dice.

Por otro lado, la quita y disminución de retenciones a las exportaciones agrarias, mineras e industriales han significado, según explica, “una mejora del ingreso individual de esos sectores económicos y una disminución de la recaudación fiscal que se manifiesta en el crecimiento del déficit fiscal nacional que motiva un nuevo ciclo de endeudamiento público que compromete las finanzas públicas en el corto y mediano plazo”. A esto hay que sumar el pago a los acreedores de la deuda en default, los llamados fondos buitres, que también supuso un elevado endeudamiento público.

En definitiva, él asegura que estas tres medidas de política económica tienen “como principales beneficiarios a grandes productores y exportadores, a los acreedores externos en conflicto y en sentido general al sector de la especulación. La mayoría de la sociedad no ha recibido beneficios por efecto de la política económica del gobierno Macri”.

Una bomba económico-financiera y social

Gambina no tiene duda alguna de que el punto más débil de la gestión presidencial tiene que ver con la economía, donde se han visto afectados todos los indicadores sociales que son los que además repercuten en la mayoría de la población. “Ha crecido el desempleo, el subempleo, la precariedad laboral y salarial… Los ingresos populares se han reducido como consecuencia de la inflación y la recesión económica. Se han perdido miles de puestos de trabajo en el sector estatal y privado”. Los aumentos de las tarifas de servicios públicos de luz, agua o gas, también han golpeado los bolsillos de las castigadas clases medias y bajas durante este primer año.

En este tiempo, Macri ha mostrado un estilo de liderazgo que Gambina califica “de ensayo-error en materia de ajuste económico, avanzando todo lo que el conflicto social le permite, con críticas desde la derecha por no ser más drástico en el ajuste económico y por la izquierda también ante el evidente ajuste realizado”. Martín Simonetta, profesor titular de Economía Política I en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES) y director ejecutivo de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre, añade que su estilo contrasta mucho con el de Cristina Kirchner y “está más enfocado en ‘hacer’ más que ‘decir’, lo cuál es excelente por un lado, pero dadas las expectativas de los sectores [sociales] más bajos también puede ser una debilidad”. Así mismo, este experto señala que dada la ausencia de una mayoría parlamentaria, “la implementación de medidas por parte del presidente no ha sido tan rápida como las expectativas generadas”.

Simonetta argumenta que a Macri le ha tocado gobernar en un momento complejo del ciclo económico argentino. Y para ilustrar la idiosincrasia del país, dice: “Si uno le pregunta a un argentino común ‘¿cada cuanto hay una crisis económico en la Argentina?’, es posible que el taxista, el verdulero, el zapatero, el plomero, respondan que cada diez años. Esto tiene que ver con una lógica perversa de la economía de nuestro país que pone en tensión las cuerdas públicas hasta que explotan”. En su opinión, a lo que se enfrenta Macri en estos momentos es a la desactivación de la bomba económico-financiera y social que ha dejado el Gobierno anterior, una tarea que define como “ingrata, compleja, que implica tomar medidas impopulares, tratando de que el menor número de personas salgan heridas”. Simonetta recuerda que para el ciudadano común y corriente la devaluación no resultó ser “una medida simpática. En términos generales, el dólar pasó de costar 10 pesos a 15 pesos, que ya era un precio al cual se negociaba en el mercado blue, es decir informal”.

Sin embargo, Simonetta pone una nota de color en este escenario gris al asegurar que hay diferentes ámbitos en los que la sociedad ha percibido evidentes mejoras. “Hay una mayor transparencia estadística porque se empezó a decir la verdad en esta materia”, comenta en referencia al INDEC (Instituto Nacional de Estadística), cuya información estuvo falseada durante el kirchnerismo. Sobre este avance, el profesor destaca la importancia de “tener un diagnóstico claro para contar con un plan de acción”. El profesor señala que la sociedad también valora de forma positiva el incremento de la calidad institucional. Los hechos de corrupción salidos a la luz, “han puesto en evidencia la escasa transparencia en las prácticas de los 12 años de las administraciones Kirchner (Nestor-Cristina-Cristina)”. Estos escándalos han conseguido eclipsar la polémica por la aparición del nombre de Macri en la lista de los papeles de Panamá. “La pregunta que queda pendiente es si la sociedad argentina condena las practicas corruptas o prefiere el roban pero hacen”, plantea Simonetta.

Para el profesor de la UCES es evidente que “los ritmos de la economía y la política en este primer año son marcadamente diferentes”.

Un futuro prometedor

Si a día de hoy todavía no se han visto mejoras en la reactivación de la economía y la reducción de la pobreza, las perspectivas para 2017 son más ilusionantes. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) prevé que el país cierre 2016 con un crecimiento negativo del 1,7%, pero pronostica un fuerte repunte del crecimiento en los próximos años, del 2,9 % en 2017 y del 3,4% en 2018, de acuerdo con el informe semestral de Perspectivas.

Los autores del informe señalan que la contracción de este año se explica sobre todo por la ralentización del consumo y la pérdida de poder adquisitivo de los hogares, a lo que hay que sumar la débil demanda externa y los bajos precios de los productos básicos agrícolas y, en particular, las consecuencias para las exportaciones de la recesión que sufre Brasil, país vecino y socio comercial estratégico de Argentina. La nota positiva del año la pone el fortalecimiento de la confianza empresarial. La organización considera que el descenso gradual de la inflación, ayudado por unos tipos de interés más altos (del 27%), junto con las reformas acometidas se empezarán a sentir a partir del próximo año. También lo cree así el Gobierno que estima un crecimiento económico de cerca del 3,5% y una inflación del 17% en 2017.

Simonetta confirma estas previsiones y asegura que algunos de los sectores más favorecidos, en línea con lo que se mencionaba anteriormente, “son el agropecuario como consecuencia de la rentabilidad generada a partir de la devaluación y la quita de impuestos a las exportaciones, y la construcción”. Sin embargo, aclara que el efecto positivo de esto se observará en todo el país, salvo en la ciudad y la provincia de Buenos Aires. El otro sector ganador será el inmobiliario que se reactivó a partir de que el Gobierno permitiera transaccionar libremente en moneda internacional y acabara con la existencia de múltiples tipos de cambio que entorpecían los contratos. Simonetta asegura que “los argentinos prefieren invertir en ladrillo después del corralito y el corralón bancario del 2001 y 2002 y su desconfianza en el sistema financiero. El ladrillo tal vez es menos rentable, pero es fiel”.

Por último, el profesor del UCES asegura que el sector que lo tiene más complicado para brillar a corto plazo es el industrial, “que con un dólar atrasado (la inflación subió mucho más que el tipo de cambio) ve amenazada su competitividad”. Y advierte que “el sector no es tan competitivo como el campo, pero es clave en materia de generación de empleo”.

Gambina añade que la apuesta del gobierno de cara al futuro está concentrada en el ingreso de inversiones externas, “ya que ni la inversión pública o privada local está en condiciones de activar la economía”. El destaca que el principal sector de inversión puede ser la energía, “especialmente aquellas que apunten a diversificar la matriz energética local, muy concentrada en hidrocarburos. En este sentido se busca también reactivar la explotación de hidrocarburos no convencionales, el yacimiento Vaca Muerta especialmente”. Y añade que la política exterior “es de acercamiento a una orientación liberalizadora, por lo que favorecerá acuerdos de libre comercio de todo tipo para atraer inversores externos”.

Ambos expertos coinciden en señalar la importancia de las elecciones parlamentarias de medio turno el próximo año. “El año 2017 es un año electoral. En Argentina decimos —en chiste y en serio— que los años pares ‘se lava la ropa sucia’, es decir se toman medidas políticamente impopulares, pero necesarias y los años impares la economía se pone al servicio de la política con medidas redistribuidas y que no sean ‘piantavotos’, una expresión italo-argentina que significa ahuyentar [los votos]”, aclara Simonetta. Gambina añade que el resultado electoral es una gran incógnita, “lo que define la posibilidad de otro turno presidencial de la gestión Macri en 2019 o de avizorar alguna variante diferente para la gestión del capitalismo local”.

El profesor de la Universidad Nacional de Rosario, por último, advierte de que existe otra incógnita procedente del exterior: “el gobierno Trump y las modificaciones que ello suponga en los vínculos con la región, especialmente con el Gobierno Macri a la expectativa del ingreso de capitales externos”.

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