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Las razones del triunfo de Rafael Correa
Lunes, Febrero 18, 2013 - 07:33

Rafael Correa fue reelegido como presidente de Ecuador con más del 55% de votos válidos. Las razones de su éxito electoral se basan en los errores crasos de los políticos tradicionales, un Congreso con capacidades que excedían su naturaleza y la reducción de la pobreza.

¿Por qué uno de los presidentes más controvertidos de la escena ecuatoriana de los últimos años tiene tal apoyo popular? ¿Qué implicaciones tiene una reelección para Colombia? ¿Habrá efectos regionales a propósito del resultado? El éxito de Rafael Correa entre los ecuatorianos, más allá del resultado en las urnas, se debe a tres factores principales: primero, la imagen de antipolítico que ha creado, a pesar de estar en carrera desde 2006. Desde que era ministro de Economía, Correa fue contra la corriente. Se enfrentó a varios sectores e incluso al presidente de la época, Alfredo Palacio, quien lo criticó por su confesa amistad con Hugo Chávez, algo que aún le granjea enemigos políticos adentro y afuera.

Durante su corta trayectoria de ministro tomó una decisión que lo desligó de la clase política y disparó su popularidad: modificó el fondo de recursos que obligaba a que los ingresos de la renta petrolera fueran destinados al pago de la deuda externa del país. Como ministro decidió que se orientaran a la inversión social. Con decisiones de ese corte —y a pesar de llevar seis años en el poder— es que Correa sigue teniendo el favor popular. Como lo ha demostrado, el presidente sabe capitalizar muy bien los errores históricos de la clase política tradicional, sobre todo en algunos sectores ecuatorianos desencantados con los partidos de siempre.

Segundo, la Constitución de 2009 tradujo algo casi inédito en la política reciente ecuatoriana: la materialización de una promesa de campaña. Antecesores como Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez no pudieron gobernar porque la presión en el Congreso era tal, que resultaba imposible concretar proyectos políticos. En cambio, Correa contó con una ventaja inestimable. Una vez en el poder, disolvió el Legislativo (al que no presentó listas, acto que se juzgó como suicidio político teniendo en cuenta el destino de otros expresidentes) y con una Asamblea Constituyente a su favor pudo transformar el sistema político.

Y tercero, la reducción de la pobreza, su activo mayor. Durante su administración hubo una reducción de 10 puntos a nivel general y de casi 7 en cuanto a la pobreza extrema. Un indicador de mucho peso, habida cuenta que la pobreza generalizada del país alcanza el 25%.

No obstante, dos bemoles empañaron su gestión. Los enfrentamientos con el diario El Universo, tras una demanda por una columna escrita por el periodista Emilio Palacio, en la que lo tildó de dictador. Todo el proceso ante la justicia ecuatoriana le valió el descrédito.

Y el manejo del motín policial, en septiembre de 2010, dejó la imagen de un mandatario sin capacidades para la gestión de una crisis. Sin embargo, tuvo a su favor el respaldo inmediato de la región vía Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Debido a los antecedentes nefastos de indiferencia de los países de la zona frente a atentados contra el Estado de Derecho (léase el autoritarismo de Alberto Fujimori en el Perú, la actitud golpista del recién fallecido Lino Oviedo en el Paraguay o el intento de golpe en Venezuela en abril de 2002), se dio un respaldo inmediato y al unísono a la administración del presidente Correa.

Con Colombia no se deben esperar grandes cambios. Las relaciones comerciales están basadas en productos de alto valor agregado, por lo que el intercambio tiene una incidencia mayor en el empleo a ambos lados de la frontera. Esa dependencia positiva ha sido vital para que durante los peores momentos de crisis política el comercio no se viera afectado. Para Quito, tomando en consideración su cercanía con la frontera norte, dicho espacio es vital, lo que contrasta con el desprecio con el que desde Bogotá se ha manejado la frontera sur del país en departamentos como Nariño y Putumayo, donde la pobreza, la ausencia de infraestructura y la debilidad estatal han marcado la pauta (índices de NBI de 43% y 36% respectivamente). Consecuentemente, es poco probable que desde Carondelet se cambie o se altere la relación sana que desde hace algunos años se tiene con Colombia.

Finalmente, se ha especulado acerca de las consecuencias regionales de esta elección. A raíz de la ausencia de Hugo Chávez, algunos identifican en Correa a un sucesor de la llamada Nueva Izquierda. Aunque es evidente la afinidad ideológica, Ecuador no tiene una plataforma para proyectarse a regiones del mundo como Medio Oriente, Europa e incluso a América Latina. Las relaciones con el Irak de Saddam Hussein, la Libia de Muammar Gadafi y el Irán de Mahmmud Ahmadinejad se explican por una administración que ha pensado de forma global.

Ecuador ha sido tradicionalmente vulnerable y lo que prima consiste en reducir dicha desventaja histórica. Este panorama que rebasa las prerrogativas de Correa se traduce en que el principal objetivo de política exterior ecuatoriana sea concreto: se resume en la promoción del Yasuní-ITT, parque de la Amazonia ecuatoriana, donde abundan yacimientos de petróleo. La propuesta de Quito al mundo es recibir una compensación por la no explotación de dichos recursos y el respeto por la diversidad de la selva virgen. En la mayoría de foros internacionales el énfasis del Ecuador por sentar un precedente que lo convierta en un caso paradigmático es notorio.

Los errores de los políticos tradicionales, un Congreso con capacidades que excedían su naturaleza y la reducción de la pobreza explican el éxito inédito de Rafael Correa. Sin embargo, en adelante tendrá que lidiar con una oposición que obtiene lecciones del presente y se alista para ejercer lo que apenas está en ciernes: control político sobre la gestión presidencial.

*Profesor U. del Rosario

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ELESPECTADOR.COM