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Narcotráfico, arraigado en la tierra y la sociedad de Michoacán
Lunes, Marzo 3, 2014 - 17:21

Michoacán es un paraíso, pero 50% de su población está en la pobreza, además de que hoy se ha convertido en un infierno de extorsiones, asesinatos, secuestros y complicidades entre narcotraficantes y autoridades.

El problema del narcotráfico en Michoacán no es nuevo, desde los años 50, esta actividad ilegal está presente en la forma de vida de los purépecha.

La tierra es propicia para ello. Sus altas y encrespadas montañas cubiertas de enormes bosques de finas maderas, de accesos complicados; rico en flora y fauna silvestre; con toda clase de climas, prósperos para la siembra de limón, aguacate, melón, mango, plátano, zarzamora, también lo son para la amapola y la mariguana.

Michoacán es un paraíso, pero 50% de su población está en la pobreza, además de que hoy se ha convertido en un infierno de extorsiones, asesinatos, secuestros y complicidades entre narcotraficantes y autoridades.

Por décadas, ha estado plagado culturalmente por el narcotráfico. Pobladores de los municipios de Tierra Caliente explican que este tema viene desde mediados del siglo pasado. Los motivos: la falta de un proyecto de vida para sus habitantes, el restringido acceso a la educación (el promedio de escolaridad es de 7.5, cuando a nivel nacional es de 8.8 grados y con 10% de analfabetismo), por ello, es el segundo estado con mayor emigración hacia Estados Unidos, sólo por detrás de Guanajuato.

Luisa María Calderón, ex candidata del PAN al gobierno de Michoacán y hoy senadora, recuerda a Aguililla, municipio ubicado en la zona de Tierra Caliente, hoy convulsionada por los constantes enfrentamientos entre los criminales y los grupos de autodefensa, como una zona altamente productiva de mariguana y amapola.

“Dicen —recuerda— que llegaba (a Aguililla) un avión de Guadalajara que traía zapatos y se llevaba mariguana”.

Apatzingán es otro municipio de Tierra Caliente, se presume que es el centro de operación de la organización criminal Los Caballeros Templarios. El padre Gregorio López, asiduo impulsor de los grupos de autodefensa —que empezaron a surgir en febrero del año pasado para erradicar los ilícitos— afirma que gran parte de la población de Apatzingán tiene algún vínculo con el crimen organizado, situación que dificulta la limpieza de los criminales en esa zona.

Cada región tiene su actividad. El obispo de Apatzingán, Miguel Patiño, denunció que la zona de la Costa la utilizan los criminales para la entrada de la droga y de los insumos para las drogas sintéticas; mientras que la Sierra Madre del Sur y la zona aguacatera es para el cultivo de mariguana y amapola, el establecimiento de laboratorios para la producción de drogas sintéticas y el refugio de los grupos criminales. Asimismo, las ciudades más importantes y todo el estado: para el trasiego y comercio de la droga, “venta de seguridad” (cuotas), secuestros, robos y toda clase de extorsión.

Don Trini, productor de aguacate en el municipio de Tancítaro, afirma que por décadas los michoacanos han convivido con la producción y tráfico de droga, sin embargo, con la llegada del cártel de Los Zetas todo se enturbió, “comenzaron a secuestrarnos y con Los Caballeros Templarios, esos cabrones nos extorsionaban. El negocio del aguacate da para eso (las extorsiones), pero no para los ganaderos, agricultores”.

Los mismos, pero diferente. Reconoce al igual que Miguel Lázaro El Vaquero, líder de las autodefensas en el poblado de Apo Del Rosario, del ingreso del cártel Jalisco Nueva Generación, pero ellos “solo hacen lo suyo y no se meten con la gente”.

Los sectores más golpeados por el crimen organizado fueron el aguacatero, que erogaban alrededor de 2.000 millones de pesos anuales para el pago de cuotas; mientras que los limoneros, un centavo por cada kilo que comercializaban. Tan sólo Apatzingán cultiva anualmente 75,000 hectáreas de limón nacional y 20.000 tipo persa.

En este scenario, surgieron en febrero del 2013 los grupos de autodefensa, en el poblado de La Ruana. “Yo fui el primero que organizó el levantamiento, nadie quería hacerlo por miedo. Pero me armé de valor y pese a los pronósticos malos que me decían, hoy varios municipios se están levantando en armas”, dice orgulloso Hipólito Mora. A su lado se encuentra Estanislao Beltrán, vocero de las autodefensas, y quien enrojece cada que es cuestionado sobre la infiltración del crimen organizado en las filas de las autodefensas.

“Yo no puedo vigilar a tantos grupos, son miles de personas que hay en las autodefensas. El pueblo es quien debe denunciar quién es criminal y quién no. Nosotros no vamos a solapar a los delincuentes”.

Ahora qué sigue. Gonzalo Zaragoza, secretario de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Apatzingán, afirma que al menos 500 negocios establecidos cerraron de manera definitiva en Apatzingán, debido a la inseguridad que afecta a esta ciudad y a la región.

Comenta que está de acuerdo en la incursión de las Fuerzas federales en el estado, pero ¿qué pasará ahora que se vayan? “las autodefensas en Apatzingán son los mismos criminales que extorsionaban, hoy portan una playera blanca, los están perdonando”.

El padre Goyo reitera que en el caso de Apatzingán, los grupos de autodefensa están infiltrados y nada tienen que ver con el movimiento que él encabeza —el Consejo Ciudadano Responsable de Impulsar un Sano Tejido del Orden Social-. “Tenemos que hacer una depuración en las autodefensas, no vamos a permitir criminales, ellos deben ser juzgados por las autoridades judiciales”.

Edgardo Buscaglia y Edna Jaime, especialistas en temas de narcotráfico y seguridad, respectivamente, afirman que la solución no es la legalización a la ilegalidad, es decir que el tema de hacer lícita la producción y venta de droga no solucionará el grave problema de seguridad que vive el estado, sino la generación de proyectos productivos, generación de empleo, educación, bienestar social y una adecuada procuración de justicia, “es una tarea monumental”.

Autores

El Economista (México)