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Otro problema para Rousseff: sector militar está descontento con el ministro de Defensa
Martes, Agosto 9, 2011 - 18:05

La decisión de Rousseff de designar a Celso Amorim -un diplomático de izquierda que supervisó la cercana relación de Brasil con Irán en años recientes- como ministro de Defensa, ha enfadado a los militares que ya manifestaban descontento por la escasez de recursos y presionan a la presidenta por un mayor presupuesto.

Brasilia. A la creciente lista de personas que están descontentas con la presidenta Dilma Rousseff en Brasilia se ha sumado otro grupo: las fuerzas armadas.

La decisión de Rousseff de designar a Celso Amorim -un diplomático de izquierda que supervisó la cercana relación de Brasil con Irán en años recientes- como ministro de Defensa ha enfadado a los militares, que ya manifestaban descontento por la escasez de recursos y presionan a la presidenta por un mayor presupuesto.

Los periódicos brasileños han dado a conocer quejas anónimas de altos mandos militares desde que Amorim fue designado la semana pasada como sucesor de Nelson Jobim, despedido por Rousseff tras criticar públicamente a otros miembros del Gabinete.

"¿Desde cuándo los diplomáticos se preocupan por la guerra? Es como enviar a un doctor a hacerse cargo de una morgue", dijo un alto oficial, según el diario local Folha de S.Paulo.

Progresivo deterioro de influencia. Los militares de Brasil han visto el deterioro gradual de su influencia desde el fin de la dictadura militar en 1985 y ya no plantean una amenaza institucional a la democracia.

Sin embargo, el Ejército sigue siendo vital en muchas áreas, como la supervisión de los esfuerzos por vigilar el narcotráfico en las fronteras, colaborando en materia de seguridad en grandes ciudades como Río de Janeiro, y la participación en algunos proyectos de obras públicas, como un enorme proyecto de irrigación en el empobrecido noreste.

A menos que Amorim logre administrar muy eficientemente su cartera, Rousseff podría verse obligada a elevar el presupuesto militar para desbaratar las quejas, una medida difícil en momentos en que está bajo presión para controlar el gasto.

"Para tener una defensa significativa necesitas soldados que estén bien alimentados y equipados. La presidenta está al tanto de esto", afirmó Amorim en sus primeros comentarios a la prensa tras asumir el cargo.

Aunque aún es popular entre la mayoría de los brasileños, Rousseff ha luchado por manejar una serie de disputas políticas durante el primer año de su mandato.

Protestas. Rousseff ha perdido a tres miembros de su Gabinete desde mayo y enfrenta nuevas acusaciones de corrupción en el Ministerio de Agricultura.

El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el mayor de su coalición gobernante, ha mantenido una postura confrontacional virtualmente desde el comienzo de su mandato el 1 de enero y ha bloqueado buena parte de su agenda legislativa.

"Parece que estamos en un manejo de crisis permanente. La situación con los militares no ayuda", dijo a Reuters una fuente de la oficina de la presidenta que solicitó el anonimato.

Los militares brasileños reciben un porcentaje menor del gasto gubernamental del Producto Interno Bruto (PIB) que China, India y Rusia, sus principales pares emergentes.

Esposas de oficiales realizaron una protesta en Brasilia el fin de semana, exigiendo un aumento salarial y un mayor gasto en hardware.

"No hay defensa con equipamiento chatarra", decía una de las pancartas llevadas a la protesta. Otras exigían aumentos salariales.

Buena parte del equipamiento de las fuerzas armadas brasileñas está obsoleto y muchas aeronaves están en tierra debido a la falta de repuestos.

Este año, Rousseff adoptó una serie de medidas de austeridad para ayudar a controlar la creciente inflación, por lo que suspendió indefinidamente una multimillonaria y polémica licitación para la compra de aviones cazas.

Amorim, en su calidad de ministro de Relaciones Exteriores en el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, estaba a favor de la compra del caza francés Rafale.

Sin embargo, probablemente su opinión no logrará prevalecer sobre la de Rousseff, quien ha tomado un interés personal en el proceso de licitación y afirmó previamente este año que prefiere el avión F-18 de la estadounidense Boeing.

Amorim lideró los intentos de acercamiento de Brasil con Irán el año pasado, una acción que enfadó a Occidente.

El oficialista Partido de los Trabajadores (PT), al que Amorim se unió el año pasado, también quiere aprobar una ley para establecer una "comisión de verdad" al estilo de Sudáfrica para investigar abusos a los derechos humanos cometidos durante la dictadura militar, entre 1964 y 1985.

Rousseff, ansiosa por contener el creciente descontento, dijo en privado a los comandantes en jefe de las distintas ramas que no buscará revisar la ley de 1979 que otorga amnistía por crímenes políticos cometidos durante la dictadura militar.

"Ella trató de asegurarles que la ley no cambiaría", dijo uno de los asesores de Rousseff bajo condición de anonimato.

Autores

Reuters