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Chile: El neo-narco que emergió de la pandemia a punto de infiltrar al Estado
Lunes, Diciembre 21, 2020 - 07:30

Enfrentamientos armados a cualquier hora, proyectiles que perforan los techos de las viviendas, pistolas modificadas, secuestro, quitadas de droga, sicariato y narco funerales, son palabras que se han vuelto costumbre y normalizado las reglas del juego que imponen los traficantes en su control territorial.

Santiago. Cocaína, pasta base, marihuana y éxtasis lideran el consumo nacional y aumentan cada año las toneladas, los imputados y sobre todo el dinero y bienes incautados. 

Ya no hay que comprar en las esquinas, para eso está el delivery. A la terrestre se suma la vía marítima y los traficantes de éxtasis compran empastilladoras por AliExpress, ligándose a mafias europeas difíciles de rastrear.

El “gran narco” chileno que tiene los contactos con los proveedores en Perú, Bolivia y Colombia es el empresario que no toca la droga, que funciona compartimentado, terceriza los servicios de vigilancia, transporte y es difícil de detectar. cambia de barrio y desdeña los narco funerales y la ostentación.

Crea sociedades, contrata asesores legales para lavar el dinero y se diversifica con el contrabando de cigarrillos procedentes de Bolivia. En conjunto es el crimen organizado, que según la Fiscalía Nacional, está ad portas de penetrar la estructura del Estado.

Para este reportaje hablan el director de la Unidad de Análisis Financiero, la PDI, Carabineros, el Ministerio Público, expertos en antiblanqueo de capitales que revelan un fenómeno donde el gato es más lento que el ratón. Los partidos políticos no quedan fuera de ser infiltrados por la mafia. Así opera hoy el narco en Chile en que ningún alto capo ha sido detenido pero a cambio 220 mil personas han sido condenadas por tráfico. 

La violencia narco se ha vuelto un fenómeno habitual en los sectores de menos recursos en distintas regiones de Chile, en particular la Metropolitana (donde reside el 60% de la población del país), seguida por el Norte Grande, Concepción y Valparaíso. Enfrentamientos armados a cualquier hora, proyectiles que perforan los techos de las viviendas, pistolas Glock modificadas para cambiar la cadencia de tiro, secuestro, quitadas de droga, sicariato y narco funerales, son palabras que se han vuelto costumbre y normalizado las reglas del juego que imponen los traficantes en su control territorial.

Allí quienes no trafican callan por temor o bien aprovechan los recursos o alimentos que aporta el traficante comprando silencio y lealtad.

Solo en los últimos dos años, el OS7 de Carabineros ha realizado 62.931 operaciones antinarco, más de 11 mil entradas y registros a domicilios y desactivado 159 organizaciones criminales y 1.660 bandas.

Entre las mismas anualidades, la policía uniformada requisó más de 3.500 millones de pesos en dinero efectivo, mientras que el decomiso de cocaína supera los 4.700 kilos y la pasta base suma casi 22 toneladas. Eso sin contar autos y propiedades, producto del lavado de activos.

En 2020 la PDI ha requisado 11.500 kilos de distintos tipos de drogas que suman 116 mil millones de pesos.

El Observatorio del Narcotráfico de la Fiscalía Nacional estableció que los imputados por tráfico en los últimos diez años superan las 220 mil personas. Y desde 2015 a este año se han dictado más de 72.500 condenas por Ley de Drogas. Estas últimas están centradas en las regiones de Tarapacá, de Valparaíso y las zonas sur y centro de la Metropolitana, que se ubican en los primeros lugares.

La ciudadanía se queja porque es común que tras la detención de un grupo de traficantes -el transportista o distribuidor- el jefe de la operación rara vez enfrenta la justicia.

Tanto la fiscalía como las policías reconocen el hecho, pero indican que el “gran traficante” no toca la droga, actúa compartimentado y el resto de los participantes rara vez lo conoce.

El hecho implica que las técnicas investigativas están cambiando con los tiempos.

Difícilmente el “gran narco” entrega información por celular, usan aplicaciones imposibles de intervenir y no viven en las poblaciones. Han cambiado de barrio, evitando los enfrentamientos entre bandas rivales, narco sepelios, bienes que llamen la atención y cualquier situación que afecte el negocio.

Sucede que el tráfico de drogas es una empresa y funciona como tal. Por eso, la segunda parte de la cadena implica que las organizaciones criminales están obligadas a lavar el dinero. Tratan de ingresarlo al sistema formal bajo apariencia de legalidad. Usan testaferros y están contratando asesoría legal, contable y crean sociedades de fachada, pero aún están lejos de las organizaciones extranjeras.

Los invisibles. Desde la Unidad de Análisis Financiero (UAF), dependiente del Ministerio de Hacienda, aseguran que la situación puede escalar. Desde 2007 a 2019 se han dictado 175 condenas por blanqueo de capitales que implicó la recuperación de $31.730 millones. De esos dictámenes judiciales, 20 están asociados al tráfico de drogas.

La misma UAF estima que la crisis económica provocada por el Covid-19, es un caldo de cultivo para el narco y otro tipo de crimen organizado, ya que las necesidades financieras de empresas y personas, podrían abrirse a blanquear activos, pero manteniendo sus niveles de vida sin despertar sospechas.

Les llaman “inversionistas ángeles” que pueden trabajar con “los invisibles”; abogados, contadores, ingenieros comerciales que llevando una vida normal, trabajan para criminales que producen dinero sucio.

La pandemia y el estallido social cambiaron el escenario de la narcoactividad. Hoy venden la mercancía vía delivery y están usando con mayor frecuencia rutas marítimas. De hecho el pasado miércoles la fiscalía de San Antonio, en conjunto con Aduanas, la PDI y la Armada, incautaron un cargamento de 3.505 kilos de marihuana, avaluada en más de 17 mil millones de pesos. A diferencia de otros cargamentos de origen colombiano, en esta oportunidad provenía de Manzanillo, una localidad del Estado de Colima, México. Allí opera el sangriento cartel conocido como la Nueva Familia Michoacana.

En Chile las armas en manos del narco aumentan. Los vendedores de droga no las trafican, sino que las compran a quienes se dedican al rubro. El catálogo es amplio: robadas a sus dueños, importadas desde Argentina o Estados Unidos, entre otros mecanismos.

Carabineros reconoce el aumento, porque en el último tiempo ha requisado 999 armas de distinto tipo y calibre solo en causas por tráfico de drogas.

Los pertrechos de nada sirven si no hay munición. En el mercado negro una caja de balas cuesta 60 mil pesos, cuando su precio original son 10 mil en cualquier tienda del ramo.

El Estado en peligro. Cocaína, pasta base, marihuana y drogas de diseño lideran el mercado nacional.

El éxtasis ha tenido un aumento “explosivo” reconocen en el Ministerio Público porque es cada vez más común encontrar laboratorios. Y en ellos tableteras que adquieren por AliExpress por pocos dólares.

Las empresas que han implementado el mecanismo de prevención del delito miran al crimen organizado de forma lejana y no como un grupo que podría infiltrarse fácilmente, reconocen los expertos antilavado.

Paulatinamente, el narco está buscando nuevos nichos de negocios. En el último tiempo se ha diversificado dependiendo de las condiciones del mercado ilegal.

Por esta razón, cambian de rubro y se dedican al contrabando desde Bolivia -principalmente de cigarrillos- que se comercializan en el Norte Grande, Santiago y en algunas regiones a solo $1.000 la cajetilla.

Pese a ser el hermano menor de los traficantes, menos violento y con penas más bajas, el contrabando lava más dinero que el narcotráfico.

Así lo demuestran las estadísticas de la PDI. Al primero le incautaron -entre 2018 y lo que va de 2020 más de $8.500 millones, mientras que al segundo 3.500.

El jefe de la Unidad de Drogas de la Fiscalía Nacional, Luis Toledo, asegura que el crimen organizado está a las puertas del Estado. Eso sin contar -insiste- que el sistema judicial está fallando en la aplicación de la ley y otorga rebajas de penas que permiten a los traficantes salir en poco tiempo de la cárcel, y reinventarse rápidamente.

“Si no reaccionamos (…) se nos puede ir el Estado de las manos. La penetración del narcotráfico y sus redes de corrupción (…) en el servicio público, en el financiamiento de la política, es un tema que no está tan lejos (…) perder el Estado en esto no es tan difícil. En méxico no se demoró tanto. Unos quince años”, advierte Toledo.

Desde la UAF consideran que es primordial quitarles la droga, pero también dejarlos sin plata para evitar que se reinventen.

El mapa del neo narco y lavador que emergió de la pandemia, lo revela la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío.

Droga y celulares. Dos jóvenes colombianos llegaron a vivir a Iquique, hace un par de años. Para ganarse la vida eligieron el robo de celulares. Como el negocio resultó mejor de lo que esperaban reunieron capital, iniciaron contactos con su país de origen y en cosa de meses internaron su primer cargamento de marihuana creepy.

El emprendimiento tuvo tan buenos réditos, que a poco andar transportaban droga a La Serena y dieron el salto a Santiago. Cuando fueron detenidos, su patrimonio ascendía a casi $400 millones. Para juntarlo tardaron poco más de un año.

Sus identidades sobran, como también si los detuvo Carabineros o la PDI. Como ellos hay chilenos, peruanos, bolivianos y colombianos que engrosan las estadísticas del Ministerio Público y las policías. Cada año aumentan no solo en imputados y condenados, sino también los kilos y kilos que se transforman en toneladas, divididas principalmente en marihuana creepy, cocaína, pasta base y drogas de diseño.

Por esta razón, jerarquizar cuál es la operación policial más importante en la lucha contra el narco resulta inoficioso.

La normalización del fenómeno permite que nadie recuerde que el mayor decomiso de la historia chilena -hasta ahora- ocurrió en octubre de 2019 cuando la PDI, junto a la Armada, detuvieron en alta mar frente a las costas chilenas, un barco con 4.200 kilos de marihuana creepy, avaluada en más de 20 mil millones de pesos. ¿Su origen? El Valle del Cauca, Colombia. ¿El destino? El llamativo mercado nacional, donde abundan consumidores.

Las estadísticas del OS7 de Carabineros revelan que entre 2018 hasta noviembre de 2020 han realizado 62.931 “intervenciones” antinarco; 11.107 ingresos a domicilios, desactivado 159 organizaciones criminales y 1.660 bandas.

Esta es solo una muestra mínima respecto de las 269 millones de personas que consumen algún tipo de droga a nivel mundial, de acuerdo al último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito de junio de 2020. La cifra supuso el aumento de un 30% en relación a 2009. La marihuana lleva la delantera.

“Las consecuencias adversas para la salud por el consumo de drogas están más extendidas de lo que se pensaba”, establece una de las conclusiones del documento.

El viaje. El narco no usa mapas. Lo guía el dinero. Es una empresa. Y como tal, su producto se distribuye en Santiago, Arica, Iquique, Concepción, Temuco, Puerto Montt, Osorno, Talca, Valparaíso, La Serena, Rancagua, Talca y el resto del país de manera cotidiana gracias a una cadena logística que funciona como reloj.

Las estadísticas del Observatorio del Narcotráfico preparadas por la Fiscalía Nacional son reveladoras. Entre 2010 y 2019 los imputados por tráfico superan las 220 mil personas. En tanto, para quienes lo están por delitos asociados a la Ley de Armas, la cifra se eleva por sobre las 163 mil.

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