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E. Coli: ¿está Chile preparado para afrontar una crisis alimentaria?
Mié, 15/06/2011 - 10:59

Sylvie Altman

Antioxidantes: ayer, hoy y mañana
Sylvie Altman

De nacionalidad belga, cursó sus estudios en la Universidad de Jerusalén, en Rehoboth, Israel, donde se tituló de Ingeniero Agrónomo y obtuvo posteriormente un magíster en Ciencias de la Agricultura. Posee una amplia trayectoria en el desarrollo, implementación y gestión de proyectos y negocios internacionales para importantes compañías agroindustriales en Europa, Medio Oriente y Chile. Tras realizar consultorías especializadas en Bruselas, se desempeñó en Refinería Tirlemontoise-Genappe y en SES Europa como gerente de ventas y marketing. Posteriormente fundó su propia empresa, Aco Farm Sprl, especializada en análisis y consultorías de mercados para nuevos proyectos y productos, hasta que en 2004 ingresó como directora agronómica en Orafti Chile, por lo que se radicó en este país. Actualmente es gerente del área Agroindustria de Fundación Chile.

La llamada “Crisis del Pepino” ha causado cuantiosas pérdidas tanto para el sector agrícola español -país erróneamente señalado inicialmente como responsable de la introducción de pepinos contaminados con Escherichia coli a Alemania-, como para la nación germánica, donde en la región norte han muerto al menos 29 personas y más de 2.800 han sido afectadas por la bacteria.

En Suecia, falleció una mujer que contrajo la bacteria en Alemania, mientras que Dinamarca, Reino Unido, Holanda, Francia y EE.UU. presentan casos aislados, todos relacionados con viajes recientes a Alemania. Después de haberse descartado que el origen de la infección por E. coli fueron los pepinos españoles, se inculpó a brotes de soya alemanes, lo cual ha sido finalmente confirmado.

En un momento, el ministro de Salud alemán, Daniel Bahr, reconoció la gravedad de la situación e informó que los hospitales de Hamburgo estaban dando prioridad a los pacientes afectados por la bacteria, ya que se encontraban colapsados. Se consideró reforzar la cantidad de profesionales de la salud en los hospitales de esa ciudad e incluso recurrir a centros médicos situados fuera de la ciudad de Hamburgo.

La Organización Mundial de la Salud comunicó que la bacteria intestinal E. Coli 0104:H4, identificada como la causante de la epidemia, era una cepa nunca antes vista, muy agresiva y con mayor capacidad de producir toxinas que dañan los glóbulos rojos y los riñones, ocasionando diarreas hemorrágicas. Tras un periodo de incubación de tres a ocho días, puede dar lugar al Síndrome Urémico-Hemolítico (SHU) y afectar a los riñones, complicaciones que se suelen presentar en el 5% a 10% de los infectados. Además, ésta poseería genes que la hacen resistente a ciertos antibióticos. Adicionalmente, funcionarios de la OMS agregaron que era difícil explicar su procedencia.

La Comisión Europea declaró el estado de alarma la noche del jueves 26 de mayo. En un inicio, el gobierno alemán determinó que el brote infeccioso producido en su país por la bacteria Escherichia coli había sido causado por una partida de pepinos provenientes de  las provincias de Almería, Granada y Málaga, en España. El 2 de junio esta acusación fue desmentida en base a que los análisis impuestos por la Comisión Europea demostraron que la bacteria hallada en las muestras de pepinos importados de España era de un tipo de E. Coli  distinto a la bacteria epidémica. Tres días después, el ministro de Agricultura de Baja Sajonia anunció que se había identificado la bacteria en brotes de soya alemanes provenientes de una explotación ubicada en el Distrito de Uelzen en la localidad de Bienenbüttel, 70 Km. al sur de Hamburgo. Sin embargo, un día después, las autoridades sanitarias alemanas reconocían que los análisis realizados a los brotes de soya sospechosos habían arrojado resultados negativos. Finalmente, el 10 de junio, Alemania confirma que los brotes de soya son el origen de la enfermedad y levanta la alerta contra el consumo de pepinos, lechugas y tomates.

Esta crisis ha provocado enormes daños económicos debido a la alarma generada entre los compradores europeos, lo que ha generado una paralización de las exportaciones españolas de determinados productos y la anulación o retraso de pedidos ya cerrados. El consumidor alemán ha dejado de comprar no sólo pepinos, sino que también otras hortalizas frescas, entre ellas tomates y lechugas. Los agricultores germanos han destruido verduras por un valor de dos millones de euros diarios ante la imposibilidad de comercializar estos productos en los mercados locales.

Otra consecuencia de esta crisis ocasionada por la bacteria han sido los graves problemas que se han suscitado entre la Unión Europea y Rusia, debido a la decisión categórica tomada por este país de prohibir la importación de frutas y verduras frescas de toda la Unión Europea.

Adicionalmente, en un primer momento, Alemania, República Checa, Austria, Bélgica y Finlandia cerraron sus puertas a las exportaciones españolas. Si bien actualmente el mercado europeo se ha reabierto a las hortalizas de España, la exportación de productos agrícolas de ese país sigue sin normalizarse. Para la Federación Española de Asociaciones de Productores Exportadores de Frutas, Hortalizas, Flores y Plantas Vivas (Fepex), esto se debe en gran parte a la falta de una rectificación clara y rotunda de las autoridades alemanas y comunitarias de que las frutas y hortalizas españolas no tienen relación con el brote de E. coli que ha sufrido Alemania. Esta rectificación no está teniendo la misma difusión que los mensajes erróneos emitidos anteriormente.

En esta misma línea, la Fepex ha calculado que esta crisis puede costarle al sector hortofrutícola español -cuya actividad representa el 2% del PIB español- pérdidas del orden de 200 millones de euros semanales, unos 30 millones de euros al día. Y cuanto más dure la incertidumbre sobre la enfermedad y su origen, más crecerán estas pérdidas y a más productos afectará la caída de las ventas y los precios. El objetivo prioritario de los productores es restablecer la confianza de los consumidores y normalizar el comercio con Rusia y otros países europeos que han prohibido la entrada de los productos españoles.

Este problema ha puesto de manifiesto las deficiencias en el Rasff (Rapid Alert System for Food and Feed), el cual se basa en el intercambio rápido de información sobre riesgos para la salud humana provenientes de alimentos y piensos. A pesar de tener Europa uno de los sistemas de alarma sobre inocuidad alimentaria más reconocido a nivel mundial, la identificación del foco de contaminación sólo fue establecido tres semanas después de producirse las primeras víctimas fatales de la bacteria E. coli. En el intertanto, sólo existió confusión, incertidumbre y alarma en la población europea. Quedó de manifiesto así, la lenta y deficiente gestión de la crisis de parte de la Unión Europea y la evidente descoordinación y falta de claridad entre las autoridades sanitarias alemanas de los distintos “Landen”.

¿Está Chile preparado para afrontar una crisis alimentaria? Lo ocurrido con las hortalizas españolas demuestra la importancia de lograr detectar, en el menor tiempo posible y con la máxima seguridad, el origen de las posibles contaminaciones que puedan sufrir los alimentos. Un erróneo diagnóstico y una falta de celeridad en el manejo de las crisis alimentarias pueden causar daños cuantiosos en los ámbitos sociales (pérdida de vidas humanas) económicos (pérdidas de productos, deterioro de la imagen del sector y del país a nivel internacional y pérdida de credibilidad de los productores) e incluso políticos (deterioro de las relaciones entre países).

En Chile, durante el último tiempo se han desarrollado iniciativas concretas en cuanto a regulación y fiscalización de la inocuidad de los alimentos, tanto desde el gobierno como prevención desde el sector privado, sin embargo hay consenso en que las medidas actuales son insuficientes y que existe una falta de integración entre los servicios públicos.

Dentro de las iniciativas gubernamentales, estuvo la creación, en 2005, de la Agencia Chilena para la Inocuidad Alimentaria (Achipia), la cual ha jugado un rol principalmente de coordinación a diferencia de lo que ocurre en otros países, donde estas agencias tienen un papel mucho más activo. Un ejemplo de ello lo constituye Bélgica, donde luego de sufrir una grave crisis debido a la contaminación de alimentos con dioxinas, se creó en el año 2000 la Agencia Federal para la Seguridad de la Cadena Alimentaria (AFSCA), que en la actualidad cuenta con 1.300 funcionarios, registra y regula el trabajo de 140.000 operadores además de controlar su producción y actividades, certificar los productos para la exportación y controlar las importaciones de la UE que se realizan a través de Bélgica.

Actualmente en Chile las materias relativas a la inocuidad de los alimentos están radicadas en tres ministerios: Agricultura, Economía y Salud, lo que provoca muchas veces falta de coordinación y lentitud en las medidas implementadas. Los diferentes ministerios, en forma aislada, no están estructurados para responder con la celeridad y efectividad requeridas a las cada vez mayores exigencias nacionales e internacionales sobre seguridad alimentaria.

Surge como necesario también acrecentar la responsabilidad de los privados en toda la cadena productiva y de comercialización en los aspectos de inocuidad de alimentos. Las autoridades deben fomentar que los productores y comercializadoras estén certificados por entidades competentes en cuanto a la normativa de seguridad alimentaria y posean trazabilidad. Asimismo es importante impulsar la creación de una cultura al interior de las empresas en torno a la inocuidad a través de la capacitación integral de todos sus trabajadores.

Es así como las autoridades de gobierno han anunciado que próximamente se enviará al congreso un proyecto de Ley que modifica el actual ministerio de Agricultura y lo convierte en el ministerio de Agricultura y Alimentación.

Ser potencia alimentaria implica no sólo enfocarse al sector agroexportador, sino también considerar al mercado interno reconociendo a los consumidores nacionales como agentes relevantes que demandan inocuidad y calidad alimentaria. Al respecto no se debe olvidar que 70% de las hortalizas producidas en Chile tienen como destino el mercado doméstico. Esta visión integradora de los ministerios y del destino de los alimentos se vislumbra como una medida mucho más eficaz en el propósito de lograr dar garantías de seguridad alimentaria a la población.

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