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Hombres, mujeres y niños quieren ver sangre en el ring ... conozca la lucha libre extrema en México
Jueves, Noviembre 17, 2016 - 10:24

"Nosotros somos luchadores extremos, pero no violentos, ya tenemos demasiada violencia en este país", dijo Crazy Boy, líder de la empresa que en un pasado se llamó Desastre Total Ultraviolento (DTU), en referencia a la violencia que sacude al país, desatada en gran medida por el narcotráfico.

Ciudad Nezahualcoyotl, México. Son casi las nueve de la noche y los asistentes a la Arena Neza, una vieja y deslucida construcción en uno de los suburbios más poblados de Ciudad de México, están ansiosos.

Impacientes, gritan y silban cada vez más fuerte para apurar a los luchadores a que inicien la función que incluye lucha callejera (fuera del ring), de alto impacto y extrema.

"Nosotros somos luchadores extremos, pero no violentos, ya tenemos demasiada violencia en este país", dijo Crazy Boy, líder de la empresa que en un pasado se llamó Desastre Total Ultraviolento (DTU), en referencia a la violencia que sacude al país, desatada en gran medida por el narcotráfico.

La compañía, creada hace nueve años, ha sacado provecho de quienes quieren ver una lucha libre diferente a la tradicional y muy arraigada culturalmente en México, donde muchas de las peleas tienen más de espectáculo que de combate real.

"Aquí la gente viene y se entretiene, disfruta lo que ve y nos exige siempre cada vez más, quiere ver algo diferente", agregó el también luchador Crazy Boy, cuya empresa se llama ahora simplemente DTU Lucha Profesional Mexicana para disminuir su connotación violenta.

La lucha libre extrema se ha vuelto cada vez más popular en el país, aunque salvo DTU se desarrolla aún de manera marginal y apartada del circuito profesional.

Cuando llega el momento de lo que llaman Lucha Estelar Extrema, seis peleadores se suben al ring, donde se vale todo. Se golpean con sillas, lámparas de neón y hasta utilizan navajas y tenedores de plástico para lastimar a sus contrincantes.

Y rápidamente la sangre comienza a teñir el rostro de los combatientes y el público se enciende todavía más. No dejan de gritar e insultan a los luchadores, quienes no los escuchan y solo se concentran en su rival en turno.

Después de 15 minutos de batalla campal dentro y fuera del ring, una dupla se alza con la victoria que ratifica el árbitro al levantar los brazos de ambos.

Sus rostros cansados y ensangrentados dibujan una sonrisa de satisfacción, que es momentánea porque enseguida vienen los reclamos de los vencidos, las amenazas, retos e insultos.

Hay una tensión que dura algunos minutos y es parte del espectáculo. Al final todos se abrazan, elogian su desempeño físico y la muestra de fraternidad marca el fin de la función.

Entonces, algunos asistentes comienzan a retirarse y otros más van tras la foto y el autógrafo de su ídolo. Ajenos a todo, el personal de la arena comienza a barrer los escombros de la batalla y limpia la sangre derramada durante la función que es la prueba efímera de que estas sí son luchas extremas.

Autores

Reuters