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Los misterios del consumo cultural de Chile
Vie, 12/11/2010 - 11:06

Mario Waissbluth

Los misterios del consumo cultural de Chile
Mario Waissbluth

Ingeniero Civil Químico, Universidad de Chile (1970). Doctor en Ingeniería, Universidad de Wisconsin (EE.UU., 1974). Desde 2005 es profesor del departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile y Coordinador Nacional de Educación 2020. Asimismo, es miembro del Consejo de Alta Dirección Pública, ratificado por el Senado de Chile para el período 2004-2010.

Los resultados del excelente y prolijo estudio Chile y los libros 2010: Índice de lectura, tenencia y compra de libros que se publica nuevamente me dejaron pensativo.

¿Cómo hacerlo para no aparecer en este comentario como uno más de esos viejos cascarrabias que se queja de que todo tiempo pasado fue mejor? La tentación es grande: disminuye el porcentaje de lectores de libros, diarios y revistas; disminuye la frecuencia de compra y de tenencia de libros. Más aun, las cifras se acercan al fatídico Teorema del 50% de Educación 2020: 50% de los egresados de básica no entiende lo que lee, 50% de los egresados de media no entiende lo que lee, 50% de los egresados de educación superior no entiende lo que lee. Soy, en suma, un viejo cascarrabias.

Luego, me dije: ¡no! ¡La explicación debe estar en internet! Pero curiosamente, la encuesta no muestra un aumento notorio ni significativo en su uso, por mucho que el tráfico de banda ancha en Chile se ha incrementado, lo cual posiblemente se explica por el download masivo de música pirateada . Luego, me iluminé: ¡la Televisión! Despues de todo (no debo ser un viejo cascarrabias) las formas de consumo cultural están simplemente mutando de una cultura escrita a una visual, y tal vez eso no tenga nada de malo. Me apresuré así a verificar mi teoría en las estadísticas del Consejo Nacional de Televisión, y me encontré con esta sorpresa:

“En la actualidad (2008), los chilenos ven televisión un promedio diario de 2 horas 50 minutos. Una cifra en baja, si lo comparamos con las 3 horas 4 minutos registrados en la Encuesta Nacional de Televisión en 2005. La caída en el consumo de televisión es tanto en televisión abierta como pagada”.

De este punto en adelante, haré entonces afirmaciones completamente a-científicas y sin sustento en estadísticas relevantes. Meras sospechas. Si el chileno medio está consumiendo menos tiempo en la cultura escrita, televisiva, o internet… ¿qué demonios está haciendo? Sospecho que está haciendo tres cosas:

a) consumiendo mucho más tiempo en el uso conversacional, de chat, mensajería y navegación de 17,6 millones de dispositivos móviles y celulares que no se pueden en rigor categorizar como internet,

b) están consumiendo mucho más tiempo en transportarse en urbes cada vez más congestionadas (creo que el impacto del Transantiago debe ser significativo en los resultados de este estudio),

y c) están consumiendo cada vez más tiempo trabajando.

Esta última afirmación no es puramente hipotética. La productividad chilena -en US$/hra trabajada- ha venido cayendo casi sistemáticamente en la última década. Y el producto bruto ha estado creciendo. No veo forma de que esto ocurra si es que no ha aumentado el número de horas trabajadas por persona y el porcentaje de personas trabajando, puesto que la población de Chile está prácticamente estancada. En suma, trabajamos más, trabajamos peor, pasamos más horas subidos en algún vehículo, tenemos más horas un dispositivo pegado al oído o a los dedos… y lo pasamos peor y estamos más alienados. La alegría parece que no llegó. Soy un viejo cascarrabias.

Cerraré entonces el círculo volviendo a nuestro Teorema del 50%. Los informes mundiales de competitividad nos repiten cansinamente, año tras año, que el peor lastre para el crecimiento, la productividad y la equidad de Chile es el grave déficit que tenemos en educación, particularmente a nivel preescolar y de básica. Por cierto, este no es meramente un problema económico o de equidad. La dignidad, la participación ciudadana, la democracia y la cultura del país se juegan en la capacidad de lectoescritura de los jovenes menores de diez años. Aunque suene terrible decirlo, los que ya no entienden lo que leen pasada esa edad tienen poco rescate. No digo que imposible, pero si afirmo que estadísticamente es muy difícil, y este es un problema neuronal.

En suma, mientras nuestra nación no tome decisiones drásticas en materia de cobertura y calidad de la educación preescolar y básica; mientras no lancemos un programa masivo de lectoescritura a ese nivel, me temo que los resultados de esta encuesta de hábitos de lectura que aquí estamos comentando no variarán significativamente, y que la manoseada promesa de que seremos un país desarrollado el 2018, el 2025 o el 2040 no se va a cumplir.

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