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Qué le aporta la mujer a la nueva empresa
Martes, Febrero 21, 2012 - 16:10

Por Patricia Debeljuh, profesora en Prácticas de Dirección, IAE Business School.

Cuando se habla de liderazgo, se lo relaciona con ciertas características asociadas a comportamientos propios de los varones, como cumplimiento de objetivos, orientación a los resultados, competitividad, poder y niveles jerárquicos, habilidad para controlar emociones, entre otros. 

Ahora bien, ¿se trata de verdaderas características masculinas o será que ellas son las competencias acordes con las posiciones de dirección y, debido a que tradicionalmente dichos puestos han sido ocupados por varones, se califican esos comportamientos como masculinos? ¿Tiene la mujer competencias específicas que contribuyen desde una perspectiva distinta?

Es verdad que abunda la literatura focalizada al liderazgo que asocia dichos comportamientos a los varones, dando casi por sentado que si una mujer pretende dirigir debe asumirlos. Sin embargo, para que una mujer lidere una organización de manera eficiente, no es necesario que actúe como un hombre. Lamentablemente, hay que hacer esta aclaración, porque muchas veces cuando las mujeres llegan a puestos de dirección se “masculinizan”, disfrazan su feminidad, adoptando un estilo de dirección incluso más rígido e inflexible que el de los varones.

Mujeres al frente de un equipo

Lo mejor que puede hacer una mujer es aportar al mundo laboral lo que le es propio e insustituible, sin olvidar que muchas veces se le exigirá una demostración de lo que sabe hacer. La experiencia de muchas ejecutivas indica que existe una cierta reticencia por parte de los varones a ser dirigidos por mujeres. Sin embargo, se percibe también que algunos hombres manifiestan no estar disconformes con esa situación. Cuanto más confiado sea un varón, más aprobará la presencia de mujeres en cargos directivos, ya que aceptan -especialmente las nuevas generaciones- con más naturalidad que las mujeres están en igualdad de condiciones.

Más allá de que existen varios mitos al respecto -en muchos casos, asociados al machismo-, la realidad indica que las mujeres triunfan en las empresas gracias a -y no a pesar de- sus tradicionales características femeninas. Esto lleva a abordar cuáles son esas competencias propias del liderazgo femenino que posibilitan a la mujer no resignar lo que tiene de único y original para aportar. A la vez, este análisis permite entender cómo se deben flexibilizar las culturas corporativas para que sepan aprovechar todo su potencial. 

Si bien la historia muestra que han sido los hombres quienes diseñaron las reglas en el mundo profesional, hoy podemos ver cómo la mujer aporta un estilo de liderazgo que enriquece el funcionamiento de las organizaciones. Ahora bien, no hay que olvidar que el aporte de la mujer ha de ser complementario al del varón, porque ambos estilos son enriquecedores para la empresa. Cada uno tiene sus puntos distintivos para sumar; igualarlos o pretender homologarlos sería hacer un reduccionismo de la naturaleza femenina y masculina.

El liderazgo femenino

Es mucho lo que una mujer tiene para dar a las organizaciones. En líneas generales, puede afirmarse que la mujer tiene una visión global de las cosas y, al mismo tiempo, no deja pasar ningún detalle. Esta mirada no tan focalizada como la del varón le permite estar abierta ante lo desconocido, sin prejuicios racionales que la condicionen. Aquí se fundamenta su capacidad de innovación, alimentada por el deseo de escuchar y de preguntar. Valoran la creatividad y la opinión contraria. Dicen abiertamente y sin complejos cuando algo no lo saben. No tienen miedo a equivocarse y, por eso, suelen ser audaces y flexibles. 

La intuición está en su naturaleza, pero no son improvisadas. La intuición es la facultad que permite hacer juicios claros y precisos sin necesidad de mucho análisis. Se habla del “genio” de la mujer y con frecuencia se lo asocia a una delicada sensibilidad frente a las necesidades y requerimientos de los demás. La mujer tiene una capacidad casi innata de captar los posibles conflictos y comprenderlos. Muestra mayor tacto para afrontarlos y resolverlos con iniciativa y espíritu de superación, tal vez porque está más acostumbrada a tener que vencer resistencias. Todo esto la convierte también en una gran negociadora: saber tratar los temas y enfocarlos de manera tal que todos ganen, y nadie se sienta herido, derrotado o vencido. Es ésta una de sus fortalezas a la hora de negociar.

En la mujer se destaca esa habilidad para estar en varias cosas a la vez y alcanzar muy buenos logros. El varón está más pendiente del resultado sin detenerse demasiado en el procedimiento, tiene un conocimiento más secuencial, una cosa tras otra. La mujer, en cambio, tiene un conocimiento más abarcativo que le permite asumir varias cosas al mismo tiempo. Tiene algo así como instinto natural para planificar, gerenciar y distribuir responsabilidades. Sabe organizarse de manera más efectiva y rápida. Esta capacidad va unida a la gestión del tiempo para llegar a todo, intentando no agobiarse. 

Generalmente, la mujer es más cercana, y esto se nota por esa capacidad de mostrar el amor o el interés por las personas o problemas de un modo concreto, estando en los detalles. Ese gestionar con cercanía no implica que sea menos rigurosa o que esté menos orientada a resultados. Esa proximidad hace referencia al desarrollo natural de la empatía que le permite hacerse cargo de las necesidades de los demás y generar relaciones interpersonales más confiables y creíbles. 

Esta capacidad de ponerse en el lugar del otro dota a la mujer de una sensibilidad característica que la predispone al servicio de los demás. Esta habilidad hace que las mujeres sean especialmente competentes en todo lo relativo a la gestión y dirección de personas y a los puestos vinculados directamente con los clientes, a la vez que se muestran eficaces en profesiones en las que el servicio es el foco principal (medicina, enfermería, docencia, etc.)
La sensibilidad de la mujer está presente en su estilo de dirigir y constituye un verdadero aporte para humanizar las relaciones dentro de las organizaciones.

A la hora de liderar un equipo, lo hace contagiando entusiasmo. Puede decirse que trata de imponer menos y persuadir más y que, a veces, es más contenedora con sus empleados que los varones. En un puesto directivo, la mujer suele confiar más en la cooperación que en la competencia. Para eso, necesita descubrir a cada persona, conocer sus talentos, confiar en ellos y en el aporte que cada uno puede dar al grupo.

Creadoras de consenso

A la mujer le gusta fomentar el trabajo en equipo entre sus compañeros, más aún, ellas mismas trabajan mejor mancomunadamente. La experiencia indica que con frecuencia los equipos de trabajo a cargo de mujeres suelen funcionar más armónicamente, porque ellas son naturales creadoras de consenso y saben comprometer a la gente con su trabajo. Para lograr esto, tienden a distribuir la información con sus colegas y se muestran más conciliadoras a la hora de tomar decisiones y fijar prioridades. A diferencia de muchos hombres, las mujeres no ven la participación y la delegación como una amenaza a su autoridad, sino como una parte integral de su responsabilidad como directivas. 

Todo esto requiere grandes dotes para motivar a las personas. Con frecuencia, los hombres consideran que el propio interés de sus subordinados es el único estímulo eficaz, por eso suelen utilizar incentivos económicos para quien trabaja mejor y recurren a las sanciones cuando alguien no realiza bien su tarea.  

El poder para los hombres y para las mujeres

La mujer en el ámbito profesional tendrá siempre que demostrar su valor profesional, intelectual y humano. Pero si sabe utilizar su “genio” femenino en todo su potencial, tendrá más posibilidades de convertir la competencia en cooperación y de transformar la confrontación en diálogo. No hay que olvidar que el estilo esperable de los líderes del nuevo milenio es aquel que escucha, participa a otros, comunica, comparte poder e información, busca consenso y luego decide. Por lo tanto, la mujer, poseedora por naturaleza de esas habilidades, no requiere imitar al varón en su estilo, sino que ha de saber aprovechar al máximo sus condiciones naturales. Y el varón ha de prepararse para contar con ellas.

Autores

Patricia Debeljuh