Pasar al contenido principal

ES / EN

¿Brasil offside?
Jueves, Marzo 27, 2014 - 13:57

Con el desempleo más bajo de su historia, los brasileños comienzan a sentir malestar por la inflación. Dilma entra en tiempo de descuento si quiere ganar el partido del prestigio.

A pocos meses del Mundial de Fútbol 2014, Brasil ya acumula dos tarjetas amarillas. La primera fue dada por la Fed, que clasificó el país como el segundo más vulnerable del mundo frente a la normalización de la economía estadounidense. La segunda se la sacó la Fifa, que por muy poco no expulsó la ciudad de Curitiba como sede de partidos del Mundial, debido al retraso de las obras en la Arena Paranaense.

En ambos casos, las autoridades brasileñas dicen que los “árbitros” fallan por exceso de cuidado. Sin embargo, sobran elementos que justifican el temor. En el ámbito económico, pese a que el país presentó un índice de desempleo de 4,8% en enero -el menor de la serie histórica para el mes – y un salario mínimo de R$724 (US$362), resultado de una política de reajuste que ha garantizado mejoras reales en los últimos años y será revisada el 2015-, esos números suenan como alarmas a los economistas. ¿La razón? No calzan con el bajo crecimiento del PIB y la alta presión inflacionaria. Si bien el Mundial promete darle un impulso extra a la economía, por ahora su inminencia sólo ha servido para complicar el panorama de ciudadanos y turistas. 

La población que habita las ciudades-sedes del evento ya sienten la presión extra en los precios. En Rio de Janeiro, por ejemplo, un movimiento nacido en las redes sociales llamado “Río Surreal”, en referencia al alza desenfrenada de los precios, incentiva a las personas para que denuncien los ajustes abusivos. Además, promociona encuentros en espacios públicos en los cuales se lleva su propio cooler con cerveza, y exige que los restaurantes ofrezcan agua potable gratuita. “En nuestras mediciones, la bebida fue el producto de la canasta que más subió de precio comparado a 2013, con 10%”, afirma André Braz, economista del Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getúlio Vargas. 

Eso sin contar las innumerables peleas que la hinchada carioca tuvo que librar en la justicia para bajar los precios de los tickets para los partidos normales en el nuevo Maracaná “Patrón Copa”, administrado por un consorcio formado por Odebrecht, AEG e IMX, del ex-multimillonario Eike Batista. El año pasado, por ejemplo, una sentencia declaró abusivo el aumento del 400% para la final de la Copa Brasil, en noviembre (250 a 800 reales), en comparación a los partidos de la semifinal. 

Ya en el caso de las obras, aunque Curitiba se haya salvado, las inconsistencias surgen. La última denuncia salió del consejo de ingeniería (Crea) de Mato Grosso, que identificó problemas no sólo en la Arena Pantanal, sino además obras de movilidad urbana vinculadas al evento. En el informe, el listado incluye desde fallas de señalización a problemas de diseño que ya no se podrán corregir. Con un costo estimado de US$224 millones, la Arena Pantanal sufrió un incendio no notificado en octubre y que podría haber comprometido sus estructuras. Además, se la considera como uno de los seis elefantes blancos que quedarán del mundial: sus 42.900 butacas quedarán para una ciudad sin campeonatos que demanden más de 4.000 asientos. Renato Poltronieri, abogado de Demarest & Almeida, que asesora concesiones, culpa a la demora del gobierno en los proyectos. ¿Sobrevivirá el prestigio político de Dilma al test del mundial? Si Brasil no sale campeón, es probable que sus errores no le sean perdonados.

Autores

Redacción AméricaEconomía