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Bueno, bonito y caro
Lunes, Abril 4, 2016 - 14:03

Ironhack quiere ser el mayor proveedor de cursos de programación de América Latina.

Eligieron el peor momento y el peor lugar para lanzar su empresa. O quizá haya sido el mejor. Fue en España, a mediados de 2013, que los socios Ariel Quiñones y Gonzalo Manrique, ambos con flamantes MBA de Wharton, lanzaron un curso intensivo de programación de computadoras con énfasis en aplicaciones web. “La crisis en España estaba en lo peor”, recuerda el puertorriqueño Quiñones. “El desempleo entre los menores de 30 años llegaba al 57%”. Lanzaron Ironhack simultáneamente en Madrid y en Barcelona.

La idea era hacer negocio de la educación no tradicional, siguiendo un modelo que acababa de arrancar en Estados Unidos: el bootcamp o campo de entrenamiento militar en programación. Cursos intensivos de 8 a 12 semanas, incluidos los fines de semana, con profesores que son hackers o developers vinculados al mundo del desarrollo informático y desarrolladores de aplicaciones, que requieren como prerrequisito saber inglés y que cuesta US$8.000 a cada alumno.

Suena caro pagar US$8.000 por un curso de dos o tres meses dictado por una institución que no es universidad, pero tras dos años de operación en España y la apertura de una segunda sede en Miami para estudiantes latinoamericanos, Ironhack muestra muy buenos resultados. “Asumimos el compromiso implícito de colocar a nuestros alumnos en el mundo laboral”, dice Quiñones, “y hasta ahora hemos colocado al 92% de nuestros egresados en puestos de trabajo, con un salario mínimo de US$50.000 al año”.

Sus cifras son tan buenas que parecen milagro o mentira, pero provienen en gran medida de la alianza que tiene Ironhack con la consultora internacional McKinsey, que al asociar su nombre al de Ironhack, le estampa un sello de calidad a la empresa y sus cursos.

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McKinsey se enteró de lo que hacía Ironhack cuando la empresa recién estaba comenzando. “Se acercaron a nosotros para desarrollar el currículo e impartir un curso piloto de 300 estudiantes”, recuerda Quiñones. “Ese proyecto piloto lo desarrolló McKinsey de su propio bolsillo y ahora paga US$2.000 por cada alumno”.  La participación de McKinsey se inscribe en su iniciativa Global Generation, que busca ayudar a los jóvenes millenials (nacidos desde comienzos de los 80 hasta fines de los 90) a adquirir las destrezas que necesitan, “no sólo para conseguir empleo sino para hacer un aporte significativo a las economías de sus países”, dice Pablo Hernández, el socio de McKInsey que lidera la iniciativa en España. “Ironhack ejemplifica el espíritu y la creatividad de las startup que impulsará hacia adelante a la economía global. No sólo creemos en su misión sino también en la forma innovadora en que enseña las destrezas de la codificación a personas que tienen poca o ninguna experiencia”.

Una de esas personas es Jennifer Alvarez (32), quien había estudiado mercadeo y diseño en Puerto Rico y que de pronto se vio desarrollando aplicaciones para clientes en la empresa donde trabajaba. “Decidí tomar el curso”, plantea, “y fue la mejor decisión que pude haber tomado”.

Para empezar le dieron una beca destinada a las inscritas mujeres. Empezó el curso en octubre de 2015, egresó en diciembre y la aplicación que desarrolló para graduarse ganó premio. “Antes de graduarte te dan una semana y media para desarrollar una aplicación que combina todo lo que aprendiste”, explica Alvarez. Dos o tres de esas aplicaciones son premiadas con la posibilidad de desarrollarse integralmente hasta ser productos comercializables, y esa es la etapa en que ella ahora está.

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Además, trabaja jornada completa en la empresa de entrenamiento y consultoría Global Knowledge Link, donde hace desarrollo de negocios y aprende SQL (lenguaje de Microsoft para administrar información organizada en bases de datos).

La aplicación que Alvarez desarrolla y espera llevar al mercado montada en una empresa propia es “un juego (digital) que creé para mujeres”, dice. “La industria del gaming es gigantesca y la tendencia es que las mujeres aumenten como usuarias de esa industria”. El juego, agrega, es una mezcla de Pinterest y Fantasy Football, e invita a conocer su aplicación haciendo clic en inteligista.herokuapp.com.

“En el curso aprendes lenguajes para el desarrollo de aplicaciones web como HTML, CSS y Javascript”, agrega, “pero lo más importante es que aprendes una nueva manera de pensar. Llegas al curso pensando como usuario de aplicaciones y egresas pensando como desarrollador”.

Para eso hay que someterse al rigor y la exigencia del bootcamp. “Es un curso fuerte”, explica Alvarez, “al cual hay que dedicarle mucho tiempo, incluyendo los fines de semana”. Tan fuerte en intensidad que a veces el currículo del curso cambia cuando las clases ya han comenzado. “Esto nace de nuestra obsesión por generar un retorno positivo a los estudiantes”, dice Quiñones. “Si empieza a disminuir la empleabilidad de los egresados, o empieza a imponerse una nueva tecnología, en tres semanas cambiamos el currículo.
El interés en la educación y el ímpetu empresarial en Quiñones es de familia. Su padre y su madre son educadores y fundaron en Puerto Rico una universidad privada que hoy tiene cinco campus.

De tal palo tal astilla, dicen. La empresa de entrenamiento en programación que tiene su hijo y el socio español Gonzalo Manrique, facturó más de US$1 millón en su primer año de actividad. Y el proyecto que viene es abrir este año la tercera sede de Ironhack, esta vez en Ciudad de México.

Autores

Samuel Silva