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Deus in Machina
Lunes, Enero 4, 2016 - 11:01

La industria del secuenciamiento genético se prepara para dar el salto en la región gracias a tecnologías como las que provee Illumina.

Si uno le saca la piel al gajo humilde y dulce de cualquier naranja (o limón) se encuentra con unas bolsitas muy elegantes, unas junto a otras. Cualquier niño sabe eso. Lo que casi ningún adulto sabe es que todas ellas son células gigantes. Una de las pocas células que pueden ser observadas a simple vista. Claro, a veces, junto a ellas están las pepas. Tanto éstas como las bolsitas contienen en su interior la información no sólo de la naranja completa, sino del árbol que las produce: desde las raíces a las hojas. Es el famoso ADN y el ya existente negocio de leerlo es uno de los que crecerá más en todo el mundo en los años venideros.

Para ponerle números. En 2013 alcanzó los US$4.600 millones, un 26% más que el año previo, en tanto que para 2017 se espera que suba a casi US$10.100 millones y llegue cerca de los US$28.000 millones para 2022. Es por ello que las empresas que fabrican las máquinas que permiten tal “lectura” se encuentran al rojo vivo.

Si bien el “secuenciamiento” (o genotipado) existe desde 1975, sólo desde hace muy pocos años sus costos han bajado lo suficiente para explicar el por qué de la explosión de su uso. Hoy, el ADN total de una persona se puede genotipar por US$1.000 y hacerlo parcialmente puede costar tan poco como US$99.

¿Cómo se lleva a cabo tal lectura? Secuenciar consiste en “leer” lo que dice nuestro ADN, esa doble escalera o doble serpiente que está en el núcleo de cada célula de nuestro cuerpo. Lo que se “lee” son los cambios en un tramo o pedazo específico de ese ADN. Y cada cambio significativo en un trozo específico de éste tiene un nombre: Polimorfismo de Nucleótido Simple (PNS y en inglés SNP). Tales variaciones, que son las que se buscan, deben estar en al menos en un 1% de la población para ser consideradas tales. Si no se llega a ese 1% no se las considera PNS y sí mutaciones puntuales.

La gracia del asunto es que los PNS están asociados a enfermedades o la posibilidad de tenerlas. Y también a las características que definen como reaccionamos a los fármacos, entre otras cosas.

Cambio de época

Aunque existen cuatro generaciones de tecnologías que permiten leer nuestro material genético, la disponible y más generalizada en los mercados globales de máquinas lectoras es la segunda. Allí es dónde destacan Illumina, Thermo Fisher Scientific (a través de Life Technologies) y Roche. Con algunas pocas empresas, es el caso de Pacific Biosciences, entrando con aparatos de la tercera generación. Todo se mueve rápido. En febrero pasado, por ejemplo, Roche pagó US$13.600 millones para quedarse con Life Technologies.

La expansión planetaria es otro de los ámbitos en que hay una puja en aumento.

Precisamente, Illumina, considerada por el MIT como una de las empresas más innovadoras del planeta en 2014, se acaba de instalar en Chile, asociada a la local Arquimed. Ya está presente en Brasil y México. Por ahora el mercado regional es modesto: unos US$25 millones anuales, pero “las expectativas más conservadoras son de que crezca a razón de 20 % anual en cada país”, dice Beatriz Fonseca, product manager de Illumina en Santiago de Chile.

Desde San Diego, California, Mark Van Oene, Vicepresident y General Manager, Americas Commercial Operations de Illumina, aclara que la compañía no puede dar proyecciones regionales en dólares, lo que no le impide ser optimista a mediano y largo plazo: “Nosotros esperamos que en un futuro no demasiado distante, el secuenciamiento se convertirá en algo universal al momento de nacer”, por ejemplo. De hecho, como lo puntualiza Fonseca, ya hoy, en Estados Unidos, existen test prenatales que se denominan Verifi y son realizados por Verinata Health, Inc. una compañía subsidiaria de Illumina. Con ellos ya es posible detectar los síndromes de Down, Edwards y Patau.

Sin embargo, no es sólo en el ámbito de la detección en la salud humana que las máquinas de secuenciamiento hacen un antes y un después. La aplicación de la justicia y persecución del delito es otro de ellos. “Para aplicaciones forenses, laboratorios pueden utilizar el modelo MiSeq FGx Forensic Genomics System. Es el primer sistema de secuenciación de próxima generación totalmente validado según las directrices de garantía de calidad forenses en los EE.UU. y Europa”, explica Van Oene.

Con él, los laboratorios forenses ahora son capaces de “identificar pistas de investigación de casos ‘sin sospechosos’ los que, de otra manera, llegaban a un callejón sin salida. El sistema puede ser utilizado para trabajo de casos penales y otras situaciones, incluidos los desastres masivos, personas desaparecidas y restos humanos no identificados”.

También hay equipos que pueden ser usados en investigación agrícola y veterinaria. Eso explica por qué los precios unitarios de cada aparato se mueven desde US$99.000 a US$10 millones. Tales costos hacen que la venta no sea masiva, sino ad hoc a cada cliente. Y también a cada economía, explica Fonseca. En el caso de Chile, por ejemplo, “la base instalada con que contamos, en materia de secuenciación, es muy elevada comparada con otros países. Actualmente tenemos 18 secuenciadores de nueva generación para un país cuya población no excede los 18 millones de habitantes”, destaca. Se trata, continúa de un “fenómeno asombroso e inexplicable para algunos, si consideramos también que al menos el 60% de estos equipos han sido financiados con fondos públicos y que el aporte (como % del PIB) para investigación y desarrollo de Chile es inferior al 1% del PIB, versus los 2,4% del PIB del promedio de los países OCDE”.

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Genética personalizada

De todas formas, pronto estos precios bajarán y, con ello, el costo de los servicios asociados. En América Latina, si se trata de un usuario individual, por ahora el servicio es mediado por una clínica. Es lo que quiere cambiar un competidor de Illumina, la española tellmeGen, que no vende máquinas a terceros, pero produce su versión propia de los llamados “chips de DNA” (o microarrays de DNA), la técnica que analiza los fragmentos de material genético en celdas microscópicas tan pequeñas como los chips, que es lo que le da a una empresa su singularidad.

Aparte de ello, tellmeGen ofrece un plus: el servicio médico de interpretar los resultados. “Hemos desarrollado una plataforma online donde el usuario tiene acceso a la máxima información genética posible, de forma fácil, accesible y a un precio asequible”, dice su CEO, el Dr. Ramón Catalá, respecto al servicio que opera en España. “No se trata de hacer varios test genéticos, agrega. Nuestro objetivo es serlos todos, para dar el máximo volumen de resultados en enfermedades, enfermedades monogénicas, farmacología, etc, al mejor precio posible”. En su caso,  US$ 304 (275 euros).    

El médico arguye que “el verdadero potencial de tellmeGen reside en el equipo médico que está detrás del la plataforma online, y en la ventaja de tener una herramienta online que nos permite digitalizar el ADN”; ello para que “desde cualquier parte del mundo se tenga acceso a una información tan valiosa, como es tu propia genética, capaz de ser usada para prevenir enfermedades, saber cual es el mejor tratamiento para una determinada patología o como evitar un efecto secundario indeseable de la medicación”.    

La compañía se apresta a aterrizar en la región. “Estamos en proceso de internacionalización -y uno de los más importantes mercados es Latinoamérica- trabajando codo con codo con el especializado psiquiatra Magdaleno Perez de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y los empresarios Gabriel Cano y Manuel Martinez” en México.

Marcadores oncológicos

A la manera de ver de Fonseca, de Illumina, la competencia en esta industria posee una singularidad que no es tan común en otras: “El desarrollo de nuevos servicios y los enfoques específicos con que cada compañía se diferencia del resto son tan variados y dinámicos como los procesos de I+D que los nutren”. Ello porque “a pesar del que el genoma humano ha sido completamente secuenciado y se encuentra disponible, cada día se descifran las funciones de nuevas regiones (del ADN) hasta ahora consideradas insignificantes, pero con funciones biológicas muy relevantes”.

El cáncer es un ejemplo perfecto. “Existen cientos de marcadores moleculares asociados a cáncer, comprobados y validados que se están usando, a escala de investigación, para diagnóstico de esta enfermedad, así como para la determinación de mejores terapias. Sin embargo, aun existen múltiples limitaciones para su uso extensivo en diagnóstico”, dice la ejecutiva. Una es “la definición acertada y estable de un panel de marcadores para diagnóstico clínico. Cada marcador o variante a incluir debe estar validada, ampliamente comprobada”. Ocurre que, “cada día se descubren nuevas variantes genéticas, que deben ser comprobadas, validadas, lo cual toma tiempo, recursos y podrían cambiar los paneles previamente diseñados”.    

Catalá, por su parte, cuenta que “en tellmeGen trabajamos con más de 150 PNSs (polimorfismos simples de nucleótidos) sólo relacionados con el cáncer, y damos la susceptibilidad genética a un gran número de estos: desde el cáncer de mama, hasta el cáncer de próstata de páncreas, de endometrio, de testículo, etc. Existen multitud de marcadores relacionados y trabajamos diariamente para recopilarlos, contrastarlos, cotejarlos y ofrecerlos sin coste adicional”.    

Fonseca aclara que, si bien es un herramienta que hasta hace poco no existía, supone una responsabilidad importante: “Algunos de estos marcadores oncológicos tienen uso confirmatorio pero otros tienen significado predictivo, por lo que se requiere regular legalmente el manejo de preexistencias, así como elaborar los mecanismos de seguimiento apropiados”.    

Mientras más se expandan estos servicios, más necesidad habrá de que las legislaciones que protegen la confidencialidad de estos datos, como la Genetic Information Nondiscrimination Act (GINA) de EE.UU., se perfeccionen y se apliquen.

En el caso de España, quienes proveen estos servicios necesitan una licencia sanitaria para operar, aparte del control que establece la LOPD (Ley Orgánica de Protección de Datos). “Para nosotros, sin que exista en España una ley similar a GINA, ya lo tenemos interiorizado en nuestro trabajo diario. Cada paciente, cada usuario que quiere tener acceso a su información puede hacerlo, y encontrará consejo genético médico integrado en la plataforma, pero esta información pertenece al usuario y él elige con quien lo comparte”, dice Catalá.    

Pero hay que decir que hoy la autorregulación es fácil, porque el universo de usuarios es todavía limitado, pero a medida que los precios desciendan y la cultura médica convierta el secuenciamiento en un examen tan común como uno de sangre, habrá más posibilidades de abusos de todo tipo y judicialización. Es que, si bien la aplicación en la agroindustria y el mundo de los alimentos será menos polémica, al mejorar la productividad, las personas podemos ser dulces o ácidas, pero no somos ni naranjas ni limones.

Autores

Rodrigo Lara