La petrolera YPF apuesta a pisar fuerte en el mercado del gas regional. Rodrigo Lara Serrano, Buenos Aires
Como en los comienzos de esos cuentos populares de la Edad Media, cuando el 4 de mayo pasado el Grupo Petersen ejerció su opción de aumentar un 10% su participación accionaria en la filial argentina de Repsol-YPF, llevándola así a un total del 25,46%, todos sonrieron felices de haber hecho un gran negocio. Y uno con mucho futuro. Para los ajenos al sinuoso mundo de las petroleras, que el management de Antonio Brufau aceptara deshacerse de parte de una filial cuyas ganancias netas bordearon los US$ 1.400 millones en 2010 (un 66% arriba de las de 2009) suena sorprendente. Pero no se trata de un impulso, sino de una política: en marzo, Repsol había vendido un 3,83% a Lazard Asset Management (en US$ 639 millones) y ese mismo mes ofertó un 7,67% en la Bolsa de Nueva York. Además se ha anunciado que otro 3% saldrá a oferta, en algún momento no lejano, en la Bolsa de Buenos Aires. El gigante petrolero español mantiene el 58,23 %. ¿Ha sido una buena idea?
“Luego de una extensa etapa en que el ritmo de inversión de reposición de reservas no acompañó a la extracción, Repsol ve un cashflow futuro bajo. Ello porque Repsol vino con la idea de explotar los recursos de las cuencas que ya había descubierto YPF”, dice Horacio Lazarte, analista de petróleo de Sectores Online de la consultora Abeceb. “Ahí es cuando comienza el proceso de descapitalización de Repsol en YPF”.
Una fuente del mundo petrolero que pide reserva de identidad lo confirma con un dato muy simple: “En Repsol tienen un Plan Estratégico Global que no incluye a Argentina”. Además, “hoy está lleno de españoles que siguen ahí, pero que no toman las decisiones, porque YPF no lo maneja Repsol, lo maneja Sebastián Eskenazi”. El vicepresidente y CEO de YPF es hijo de Enrique Eskenazi, quien en 2008 hizo un milagro: adquirió un 14,9% de la compañía colocando sólo US$ 100 millones de su bolsillo. De los US$ 2.235 millones restantes, la mitad provino de un sindicato de bancos, y la otra, de la misma Repsol, que le dio facilidades para que pagase en cuotas los US$ 1.015 millones restantes.
En Repsol creen que ha sido una muy buena movida. “Esta clase de estrategia de hacer un cambio en la composición accionaria, distribuyendo el riesgo, es conocida”, dice Lazarte. En el mercado se dice que Repsol, incluso, querría desconsolidar a YPF en su balance y llevarlo como inversión. Visto el mercado petrolero argentino con un par de prismáticos no aparece irrazonable. Con reservas de crudo y gas cayendo en picada y fuertemente regulado, los únicos que se acercan son las empresas petroleras chinas y las llamadas júniors. Se trata de compañías muy pequeñas, atraídas por los programas Petróleo Plus y Gas Plus que implementó el gobierno en 2008. Éstos permiten a las empresas obtener un precio mejor que los establecidos oficialmente si provienen de nuevos pozos (para los ya conocidos, en 2009 el precio del barril se planchó en boca de pozo en US$ 42, cifra que el año pasado subió a US$ 50).
Sin embargo, un hecho inesperado ha venido a cambiar esta mirada. Argentina parece ser el país más rico de Latinoamérica y el tercero en el mundo en gas shale y tigth gas.
“Se habló primero de 257 trillones de TFC y ahora un informe de EE.UU. dice que hay más de 500 millones. Si se confirma que se podría explotar el 15%, tendríamos más o menos 38 trillones de TFC. Eso serían tres veces las reservas actuales. Podrían dar para más de 30 años y estamos siendo cautos”, explica Lazarte. Visto así, YPF de pronto es rica otra vez.
El dato esencial será aquí el precio. En la industria hablan que un precio de US$ 6,5 a US$ 9 el millón de BTU alcanza y que al gobierno le sirve, porque “sabe que va a ser más barato que el LNG, que va de US$ 9 a US$ 10”. Lazarte concuerda: “El gobierno envió señales y, mediante Gas Plus, ofrece de US$ 4,5 a 7,5 el millón de BTU por nuevos pozos en nuevas áreas, frente a los US$ 2,5 convencionales”.
Una fuente petrolera reconoce que “Argentina sería el país con mejores posibilidades para shale gas” se pregunta: ¿qué es lo que sabe YPF de shale gas? Poco”. Y agrega, “se trata de una operación más industrial que petrolera convencional: el problema no es buscarlo, es que funcione la extracción”. Para ello se usa el fracking, una inyección horizontal de agua y solventes que muele las rocas y libera el gas. Pero la empresa avanza con rapidez. Y ha aprendido de shale oil. A principios de junio poseía cinco pozos verticales operando. En un comunicado adelantó que, durante 2011, “se estima perforar 17 nuevos pozos y fracturar 14 pozos existentes, lo que supone una inversión total estimada de US$ 270 millones, de los cuales ya se invirtieron US$ 100 millones”.
No sólo YPF. Nadie sabe demasiado, en términos prácticos, de extracción de shale (gas de esquisto) y tigth gas (gas atrapado en arenas compactas) en Argentina. O casi nadie. La canadiense Apache Corporation ya realizó con éxito un pozo de testeo en la cuenca neuquina, logrando flujos de siete millones de m3 diarios. Y es conocido que el gigante ExxonMobil analiza posibilidades y la canadiense júnior American Petrogas, que ya explota pozos convencionales, evalúa iniciar pozos de fracking.
YPF, por lo pronto, posee en las localidades de Vaca Muerta y Los Molles reservas de shale gas potencialmente accesibles y ha dicho que comenzará a explotarlos. Para Ana Ares, de Fitch, el tema es “algo en que la compañía ha puesto gran expectativa, pero la realidad es que hoy es muy incipiente y habrá que ver cuál es el costo de producción”.
De todas formas, para fondearse en el exterior, YPF tiene una situación buena. Su calificación es BB-, que está por encima del riesgo soberano de Argentina (B). Eso se debe “a la posibilidad de YPF de mantener el 70% de las exportaciones petroleras afuera del país”.
En cuanto a su nivel de endeudamiento, el nivel no es digno de notar, pero sí “que gran parte de ese endeudamiento está concentrado en el corto plazo, aunque
diversificado en gran cantidad de bancos”.
La empresa está emitiendo deuda, y existen versiones de que planea anunciar pronto una emisión de US$ 600 millones a siete años. ¿Para qué los necesita? Una opción sería comprar la parte de la distribuidora Metrogas (dos millones de clientes y donde ya tiene un porcentaje, que está en concurso preventivo) que BP ha puesto en venta, por la cual ya manifestó interés en alrededor de US$ 100 millones. “Esa tenencia está totalmente provisionada y la oferta que hizo YPF es para volver a darle valor a ese activo”, dice Ares. Otra, financiar la exploración en tres localidades bolivianas: Capiguazuti, Río Salado y Yuchan, que acordó con su par local YPFB. Su significado no es menor: YPF había cedido a Repsol todas las operaciones que no fueran locales.
“Ahí se ve cómo YPF ya no actúa en consonancia con Repsol”, dicen en el mercado. “Son campos de potencial gasífero y en la zona del Chaco”, explica Cristián Inchauste, presidente de YPFB Transporte. “Obviamente es una buena noticia para Bolivia, porque es en zonas de alto potencial y abre otro ciclo”.
Así, si YPF reemerge convertida regionalmente en un gigante gasífero, tal vez Brufau se arrepienta. O puede que no: tendrá la mitad de él sin haber dormido mal ni una sola noche.