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La crisis 2.0
Lun, 04/04/2016 - 09:25

Juan Carlos Martínez Lázaro

La crisis 2.0
Juan Carlos Martínez Lázaro

Profesor de economía del IE Business School.

Hace poco más de un año, en el otoño de 2014,  empezó a tomar forma la idea de que las economías emergentes podrían estar entrando en un acusado proceso de desaceleración económica. A los episodios de turbulencias cambiarias que venían afectando a muchas divisas desde que la Fed anunciara el principio del fin de su política monetaria ultraexpansiva, se unía una disminución generalizada de los precios de las materias primas, que erosionaba los saldos comerciales y fiscales de muchos exportadores de commodities. Pero la brusca caída de los precios del petróleo iniciada en el verano de 2014 hizo saltar todas las alarmas sobre los problemas en los que podrían entrar muchas economías emergentes.

Durante 2015 la situación continuó deteriorándose. Los problemas de China por la ralentización de su crecimiento empezaron a ser notorios y comenzó una fortísima corrección de sus mercados bursátiles, que contagió al resto de las plazas mundiales. Incluso volvieron a aparecer las dudas sobre la supuesta fiabilidad de sus estadísticas macroeconómicas. Y se extendió la sensación de que la desaceleración de muchas economías emergentes no sería un episodio leve y pasajero, sino que había llegado para quedarse más de lo previsto y sus consecuencias podían ser imprevisibles.

El inicio de año tampoco ha traído buenas noticias. Las dudas sobre China no se disipan, y las bolsas asiáticas y occidentales sufren por ello. Japón se mantiene en su particular espiral deflación-recesión y en Europa hay preocupación sobre la salud de la banca italiana, al tiempo que vuelve la inestabilidad social a Grecia a medida que el gobierno tiene que aplicar lo pactado para recibir el tercer rescate. En Estados Unidos, los datos de crecimiento del cuarto trimestre han sido más débiles de lo esperado y se extiende el mantra de que su economía podría estar en una antesala recesiva.

Pero quienes más están sufriendo son  los exportadores de petróleo. El precio del barril de Brent o el del WTI ha llegado a cruzar la barrera de los US$30 en las primeras semanas del año, niveles desconocidos por más de una década. Otros crudos, como la mezcla mexicana, han cotizado en enero a niveles promedio de US$25 por barril.

Con estos precios, ¿hasta cuándo podrán escapar muchas economías exportadoras del colapso económico? No todas están abocadas al mismo, pero sí muchas de ellas, salvo que el escenario cambie drásticamente. En África, Nigeria y Angola exploran con el Banco Mundial la concesión de créditos para cerrar su brecha presupuestaria. Lo mismo que está haciendo Azerbaiyán, que ha impuesto controles de cambio ante la pérdida de reservas y negocia con el FMI la posibilidad de recibir un préstamo de emergencia. Próximamente la lista se ampliará, y quién sabe si incluirá a algún país de Sudamérica. Y el colapso difícilmente se circunscribirá al ámbito económico. La caída de ingresos también tendrá terribles consecuencias sociales, y traería importantes cambios políticos en algunos países, como ha empezado a ocurrir en Venezuela. Una especie de crisis 2.0 que podría amortiguarse si la OPEP y los países no OPEP se pusieran de acuerdo en recortar la producción para acabar con el exceso de crudo de los mercados.

Aunque para ello, Arabia Saudí y el resto de monarquías petroleras del golfo Pérsico tendrían que finalizar su batalla comercial contra los productores americanos de fracking y la batalla geoestratégica que libran contra Irán por el liderazgo regional y probablemente contra Rusia. Además, estas deberían llegar a la conclusión de que, aunque tienen reservas de sobra para continuar soportando una estrategia de precios bajos durante unos cuantos años, no les compensa tener que subir impuestos, reducir subsidios o renunciar a muchos de los lujos, para frenar el deterioro de sus cuentas públicas. Y todo eso, al menos de momento, es algo que no tiene muchas posibilidades de ocurrir.

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