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La otra cara del apetito chino
Domingo, Septiembre 19, 2010 - 17:24

La política de alimentos de China podría amenazar a la creciente agroindustria latinoamericana. Algunos temen una repetición del clásico ciclo: exportamos materias primas e importamos comida procesada y de valor agregado.

Hasta ahora ha sido la oferta pública inicial de acciones más grande del mundo. El 13 de agosto pasado Agricultural Bank of China recaudó US$ 22.100 millones de inversionistas en Shanghái y Hong Kong. A fines de abril, la institución había anunciado, tras un acuerdo con el ministerio de Agricultura de China, que abriría una línea de crédito de US$ 17.590 millones para empresas y proyectos pilotos de industrialización agrícola. ¿Coincidencia?

La dirigencia china ha hecho pública su decisión de pasar a una nueva fase en su desarrollo económico. A comienzos de este año un vocero de Beijing afirmó que el objetivo para 2025 es que 95% de la demanda interna de granos sea abastecido por productores locales. Y hay fuertes indicios de que China busca crear una industria alimentaria propia, integrada verticalmente, capaz incluso de vender al exterior.

De producirse este escenario, los países latinoamericanos podrían encontrarse de aquí a 15 años exportando granos al gigante asiático y, a cambio, comprándole alimentos procesados, repitiendo el histórico ciclo de dependencia de materias primas de la región.

La política agroindustrial china plantea una gran disyuntiva para América Latina: constituirse en un granero mundial o en góndola de supermercado. “Granero significa stock, volumen que otros transforman en góndola”, afirma Miguel Santiago Campos, de la consultora argentina MSC Bionegocios. “Si me juego a las dos puedo perder eficiencia en uno”.

Para Gabriel Gurovich, gerente general de The FoodLinks, asociación de exportadores de alimentos chilenos que opera en China, la respuesta se debe dar en tres pasos. Primero, exportar productos de alto valor agregado, pero adaptados al gusto de los consumidores chinos. Luego, desarrollar negocios alimentarios en conjunto con empresas chinas. “Un empresario vitivinícola chileno podría asociarse con un empresario embotellador en China y juntos armar el negocio de un vino producido en Chile, pero envasado en el país asiático, permitiendo así reducir los costos asociados a la logística y procesamiento”, afirma.

El paso tres podría ser producir desde China para el mundo. “No cabe duda que China seguirá siendo la fábrica del mundo y esto incluirá en algún momento a los alimentos”, concluye Gurovich.

¿Observaremos una migración de plantas de alimentos de América Latina a China? ¿Qué efectos tendría esto sobre las balanzas de pago y comerciales? Porque, para economías con pocas empresas fuertes como las latinoamericanas, una cosa sería abastecer parte del mercado chino con plantas en ese país, y otra importar alimentos procesados de plantas en China.

Batalla Global.  Si algo no le falta a China son recursos para construir una agricultura e industria alimentaria intensiva en capital. “Ahora no tienen la cadena agroalimentaria completa, pero, a la larga, China va a terminar siendo un exportador de alimentos”, augura, en Buenos Aires, Carlos Schwartzer, director de Schwartzer Economía Consultores y profesor de la Universidad del Salvador.

Por el momento esto es apenas una posibilidad. En 2003 la nación asiática exportó 15,2 millones de toneladas de maíz y en 2009 fueron 172 mil toneladas menos. Se calcula que China ha perdido entre 5% y 6% de su superficie agrícola debido al explosivo crecimiento de sus ciudades, a lo cual se suma el cambio en la dieta de sus habitantes, que se hace más occidental. Hoy sus 1.200 millones de habitantes consumen más carnes rojas, lácteos y harinas procesadas.

“Lo que busca el gobierno chino es importar los productos que requieren extensiones amplias de tierra y poca mano de obra, por ejemplo, soja”, dice, desde Shanghái, el mexicano Luis Gómez Cobo, fundador y presidente del banco de inversiones SinoLatin Capital. “Y producir en casa frutas y vegetales”.

China es actualmente el cuarto productor mundial de soja, el segundo productor mundial de maíz y el mayor productor mundial de trigo, pero aun así se estima que este año deberá importar 49 millones de toneladas de soja. “En el largo plazo el mercado de China es lo suficientemente grande para la oferta de alimentos de América Latina”, afirma Francisco Garcés, asesor en economía internacional del Banco de Chile y director del Centro de Economía Internacional del centro de estudios Libertad y Desarrollo.

El razonamiento se basa en el supuesto de que la clase media china se expandirá de los actuales 200 millones a 600 millones de personas para 2025. Es decir, literalmente, un Estados Unidos y medio más en el mundo. Y si hay algo que aborrece el gobierno de ingenieros que controlan el Partido Comunista Chino es la agitación. Por ello necesitan mantener los alimentos abundantes y muy baratos.

“Si quieren ser autosuficientes en granos, sin duda están contando con la producción de empresas chinas en el extranjero”, dice Julio Humberto Prata Teodoro, especialista de BrasilAgro, en São Paulo. “Las posibilidades de que China se convierta en un exportador neto de cereales en 10 años son prácticamente nulas: el flujo de soja de países como Brasil, Argentina y Estados Unidos debería seguir creciendo”.

Gómez Cobo, de SinoLatin Capital, coincide: “Para cubrir la demanda localmente se requieren más de 16 millones de hectáreas, lo que significaría que el 13% de las tierras disponibles en China dejaran de producir cebolla, ajo, papa o algodón para producir soja. Y eso no va a ocurrir”.

Dada la magnitud de la demanda interna, la posibilidad de que China exporte granos pasa por desarrollos científicos y tecnológicos que permitan aumentar de manera exponencial el rendimiento agrícola.

“Hoy China ocupa el primer lugar mundial en la investigación del cultivo de las células y tejidos de plantas, en el cultivo de vía antera (obtención de plantas directamente a partir del polen) y el cultivo de semillas por medio de monoploides”, dice Gustavo Cardozo, coordinador del Programa Asia Pacífico en el Centro Argentino de Estudios Internacionales (CEAI).

Es un hecho que Brasil y Argentina ya son grandes exportadores de soja y que eso no desaparecerá de un día para otro. ¿Pero qué pasará con los productores de alimentos procesados de Perú y Chile? “Es importante para ellos saber que China va a hacer un esfuerzo grande para convertir materia prima y darle valor agregado en su territorio, en principio para el consumo interno”, afirma Campos.

China se mueve muy rápido en busca de su propio interés de largo plazo, mientras que las economías latinoamericanas ven la escena actual como una fotografía estática. El riesgo es que, a futuro, Latinoamérica podría transformarse en un subsistema económico-político conexo e interrelacionado con el gigante asiático, como lo fue alguna vez de Europa y, luego, de Estados Unidos.
“Los dirigentes chinos ven el comercio global como una batalla donde se van tomando colinas para dominar el territorio”, afirma el argentino Carlos Schwartzer.

Autores

Rodrigo Lara Serrano