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Mito de Pymes
Martes, Junio 8, 2010 - 17:02

Contrario a lo que muchos piensan, no siempre es bueno apoyar a estas empresas.

El libreto clásico de los políticos en América Latina estipula que el apoyo y el fomento de las pequeñas y medianas empresas (Pymes) es una condición sine qua non para el desarrollo económico y social. Después de todo, son éstas las que más empleo otorgan en la región y las que contribuyen de manera importante al Producto Interno Bruto regional.

Por eso, a comienzos del año pasado, el presidente mexicano, Felipe Calderón, anunció con orgullo el programa de apoyo a las Pymes llamado México Emprende. “Estamos apoyando con todo a las Pymes porque son el corazón de nuestra economía”, dijo. Por eso su par chileno, Sebastián Piñera, siempre dejó en claro que las Pymes no serían llamadas a pasar por caja para financiar parte del programa de reconstrucción post-terremoto.

Y por eso, también, América Latina padece la enfermedad crónica de un crecimiento lento. Eso, al menos, sostiene un reciente estudio sobre la productividad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que desmistifica en parte el papel que desempeñan las empresas pequeñas en la economía de la región.

Mientras en 1960 el ingreso per cápita en América Latina era casi un cuarto del de Estados Unidos, hoy apenas llega a un sexto. Mientras varios países de Asia tenían un nivel de renta muy inferior al de nuestra región en 1960, hoy muchos nos superan. La explicación está en la baja productividad latinoamericana (ver tabla), la que se exacerba porque los países de la región asignan demasiados recursos a demasiadas empresas pequeñas y de baja productividad, sostiene el estudio que en junio saldrá al mercado latinoamericano bajo el título de “La era de la productividad: Cómo transformar las economías desde sus cimientos”.La productividad, que básicamente significa exprimir más resultados a partir de los mismos insumos, ha sido el factor más escurridizo del desarrollo económico.

El BID es lapidario en su análisis al afirmar que políticas económicas ineficaces han contribuido a hacer estragos en la región mediante el aumento de recursos para empresas pequeñas y poco eficientes.

“No creemos que sea razonable ayudar a empresas simplemente en función de su tamaño”, dice Carmen Pagés, jefa de la unidad de mercados laborales y productividad del BID y editora a cargo del estudio. “Si, por ejemplo, una empresa pequeña recibe ayuda y en base a eso se expande, estamos apoyando a empresas más ineficientes”.

Un problema grave en la región es que muchas Pymes se aprovechan de la informalidad para competir mejor. Por ejemplo, no tienen contratos legales con sus empleados, lo que les permite reducir costos. Y muchas utilizan la evasión tributaria como una estrategia de competitividad, afirma Pagés.

“Las Pymes se ven favorecidas por su tamaño pequeño, y de cierta manera se trata de una competencia desleal”, dice Pagés. La experta del BID agrega que muchas de estas Pymes no sólo no son productivas, sino que además generan poca o nula innovación.

Contrario a lo que dicta el sentido común prevaleciente en la región, muchas de las empresas más pequeñas son, en realidad, demasiado grandes para el tamaño que deberían tener, afirma el estudio. Esto se debe a que se benefician de los subsidios que muchos gobiernos latinoamericanos les conceden, ya sea mediante exenciones de impuestos o de descargos en sus aportes a la seguridad social. El objetivo de los programas de fomento a las Pymes, argumenta el BID, no debería ser crear puestos de trabajo, sino crear empleos productivos.“Si los recursos son escasos, hay que enfocarse mejor”, dice Pagés. “No podemos convertir a todos los empresarios en excelentes empresarios”.

Así como América Latina logró construir un consenso social a favor de la estabilidad macroeconómica, señala el estudio, ahora debería generar un nuevo consenso en torno a un crecimiento económico de largo plazo que esté estimulado por un aumento de la productividad.La clave está en que los políticos de la región tomen en cuenta la productividad a la hora de diseñar políticas tributarias, sociales y de inversiones públicas. En otras palabras, la productividad comienza por casa.