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Por qué México no es Colombia
Sábado, Octubre 30, 2010 - 23:21

El presidente Felipe Calderón y sus sucesores enfrentan un reto formidable. Simplificarlo puede ser el camino más corto hacia más desastres.

Si se ha puesto de moda decir que México se parece a la Colombia de los 80’ ¿por qué no decir que también se compara con la Italia de los 70? En ese país europeo, en aquellos días, explotaban autos-bomba cotidianamente, los secuestros no eran pocos, en tanto las mafias de Calabria y Sicilia sembraban de muertos Nápoles y Palermo, y el consumo y tráfico de drogas aumentaban vorazmente. En voz no tan baja, en la OTAN se temía que la península fuera lo que hoy llamamos “un Estado fracasado”.

La verdad es que México no es Italia ni Colombia. Es, más bien, un “Estado aproblemado”, donde la guerra entre los carteles, y contra ellos, se origina en el fin del pacto no escrito que el viejo PRI sostuvo con los narcos hasta los años 90. A lo que se suma una base social en Sinaloa especializada en producir drogas desde los años 20 del siglo pasado, la fragmentación imparable hasta ahora de los grupos delictuales y la unión a sus filas de muchos desertores de las FF.AA. con entrenamiento en tácticas de guerra y uso de armas sofisticadas.

Cuatro fenómenos que no existieron o fueron mínimos en Colombia.

Visto lo anterior, ¿por qué la secretaria de Estado Hillary Clinton decidió afirmar que México se colombianiza? Francisco Thoumi, especialista colombiano en drogas, sonríe. “Hace cinco años estaba en Afganistán y la gente me preguntaba: ¿qué debemos hacer para que Afganistán no se colombianice?” Buscaban relaciones de causalidad en esto, como si fueran fenómenos naturales.

“Hay frases muy hechas: libanización, balcanización, etc.”, dice en Buenos Aires Juan Gabriel Toklatián, autor del libro Drogas y Prohibición. “Son metáforas que quizá tienen la facilidad de llamar la atención, no de transmitir una realidad”.

Thoumi estima que Hillary Clinton muestra su propia confusión, el grado de error estratégico de EE.UU, y recuerda que en Colombia la droga nace fuera del Estado. “En México nace del corazón del Estado: de los vínculos entre los narcos con los gobernadores del poder estadual y la complicidad de los aparatos de seguridad”.

El negocio de la droga era, en México, un animal relativamente manso hasta hace no tanto tiempo. “Gran parte de este conflicto son pleitos entre sinaloenses. Fue precisamente en el triángulo de Sinaloa donde los chinos que llegaron a California encontraron el mejor lugar para la siembra de la amapola, en los años 20 del siglo pasado, cuando se prohibió en EE.UU”, dice Gabriel Regino, del Centro de Estudios para la Seguridad Ciudadana, en Ciudad de México. “Con la amapola se cultivaba marihuana, que no estaba prohibida”.

Con la “caída” del PRI la situación cambió, a lo que ayudó el aumento de la desigualdad social y el fin del paternalismo. ¿Por qué hay tanta gente que busca sumarse al narcotráfico? “Por la asimetría económica y social. Mientras esté van a seguir viniendo nuevas generaciones que dicen ‘prefiero vivir un día como millonario que toda la vida pobre”, dice Regino.

El factor California. En Colombia hubo dos grandes carteles, en México ahora hay más de 10. Sólo el de Medellín usó coches-bomba (y sólo cuando se concedieron extradiciones a EE.UU.), en México su presencia es extendida. Como afirma el experto mexicano Luis Astorga, en México no fueron mercenarios israelíes e ingleses (como los que entrenaron a los civiles de las Autodefensas Unidas de Colombia) quienes les dieron el know-how militar a los narcos, “sino ex militares de tropas de elite que, a su vez reclutaron a otros militares, algunos con formación similar, ex kaibiles (máquinas de matar) de Guatemala”.

Ello ha empeorado las cosas de un modo que no se vio en Colombia. “En los últimos años la cantidad de militares que ha desertado es asombrosa”, dice Regino. “Nada más en el sexenio actual se calcula en 35.000 los desertores [34.897, según un informe presidencial]”. Es probable que sólo una minoría se haya unido a los carteles, no obstante sólo “los zetas” iniciales (entre 40 y 50 ex tropas de elite) transfirieron conocimientos y manejos de armas de alto poder. Esto es lo más complejo y lo más terrible de resolver, reflexiona el experto.

“Donde la diferencia corre a favor de México es en el sistema de partidos y la guerrilla. En Colombia hubo dos oleadas en las cuales grupos narcos trataron de tomar el control del Legislativo. Primero en los años en que Pablo Escobar llegó a ser electo diputado por el partido Liberal y, luego, cuando las AUC dieron origen a los parapolítica: legisladores y alcaldes electos por presión de los paramilitares que protegían las redes de poder agrario de los narcos. En México, por el contrario, existe un acuerdo explícito para evitar que el dinero narco sirva para financiar campañas políticas. En México tampoco existen grupos guerrilleros asociados al narcotráfico, cosa que en Colombia sí. De hecho, el Estado mexicano podría aprender de la derrota del Estado colombiano en su lucha contra los narcos. ¿Derrota?

“Hay una notoria ignorancia en Hillary Clinton: el Plan Colombia tuvo relativo éxito contra la insurgencia, pero en su componente de lucha contra las drogas fue un fracaso monumental”, dice Toklatián. “Hay una lección no aprendida: el mercado de EE.UU. sigue siendo el más apetitoso para todos”.

Un hecho político en EE.UU. podría influir mucho en la situación de México: la legislatura de California se apresta a debatir, en noviembre, la legalización de la marihuana. Algunos estiman que esto acabaría con las exportaciones mexicanas. “Mi impresión es que el movimiento de cambio en la legislación no va a venir de EE.UU., sino de América Latina”, dice Thoumi. “Para Washington promoverlos es demasiado costoso”.

Regino, del Centro de Estudios para la Seguridad Ciudadana, difiere. EE.UU. va a legalizar la marihuana cuando llegue a tener la cantidad necesaria para autoabastecerse. Cuando eso pase, México se va a reorientar a otros mercados”.

¿Qué hacer mientras tanto? Toklatián apunta a Hillary Clinton. “No atina a presentar una alternativa. En el fondo el mensaje fue: ‘hay que hacer algo con México’”. Un “algo” que puede llevar a que “el Plan Mérida sea robustecido en sus elementos más punibles”, dice. Según Regino, en cambio, su postura tiene una doble lógica. Primero, EE.UU. intentará liberar más recursos hacia México “para adquirir de empresas americanas elementos bélicos”. Y, segundo, Washington impulsará la idea de una narco-insurgencia “para tratar de colocar bases conjuntas de colaboración” a mediano plazo.

Hay una alternativa. “Es mejor voltear a ver lo que ha hecho Italia en las últimas décadas: empoderar a la justicia y a los mecanismos de cooperación multinacionales”, dice Regino. ¿Es posible? Irónicamente, puede ocurrir que el estado de guerra actual en el norte de México cese por la debilidad de ambos combatientes: “Con Estados tan corroídos no se puede pelear una guerra de cien años. Hay que confrontar hasta donde se pueda y llegado el punto, dejar de hacerlo”, dice Toklatián. En realidad México y Colombia no son gemelos disparejos y deberían “portugalizarse”: modernizar sus Estados y erosionar con fuerza la desigualdad, así la droga pasaría a ser un tema blanco-médico y no un verde oliva-bélico.

Autores

Rodrigo Lara Serrano