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Suburbios elegantes en México: cómo la antigua metrópoli mexicana esquivó la desigualdad
Jueves, Diciembre 19, 2019 - 14:46

“Hemos encontrado ahora que la vida en la periferia era bastante buena”, dijo David Carballo, un arqueólogo de la Universidad de Boston, quien descubrió coloridas pinturas sobre estuco en tres edificios que comenzó a excavar en julio.

Ciudad de México.- Fragmentos de murales prehispánicos recientemente desenterrados en las afueras de la que fue la ciudad más grande de América, se están sumando a la evidencia de que incluso los pobladores comunes disfrutaron las cosas buenas de la vida.

Cada año, millones de turistas visitan las imponentes pirámides y templos de la extensa metrópoli Teotihuacán, muy lejos de donde se encontraron los más recientes vestigios en el extremo sur de la ciudad.

“Hemos encontrado ahora que la vida en la periferia era bastante buena”, dijo David Carballo, un arqueólogo de la Universidad de Boston, quien descubrió coloridas pinturas sobre estuco en tres edificios que comenzó a excavar en julio.

Decorados con flores y pájaros que parecen estar cantando, los murales evocan un paraíso y fueron hallados a casi tres kilómetros del núcleo de Teotihuacán, una completa sorpresa, según Carballo.

El arqueólogo y su equipo también han encontrado otros signos de riqueza, incluyendo jade, una máscara de piedra finamente tallada y conchas de las costas mexicanas del Pacífico y del Atlántico.

Los inéditos murales apuntan a un comportamiento radicalmente diferente en Teotihuacán -que prosperó aproximadamente entre el año 100 a.C. hasta el 550 d.C.- comparada con otras civilizaciones de la antigüedad.

En un momento en que la vida cotidiana en las ciudades maya contemporáneas, o la antigua Roma y Egipto, estaban marcadas por la prevalencia de una pequeña élite sobre masas empobrecidas o esclavizadas, a la mayoría los 100.000 habitantes de Teotihuacán les fue mucho mejor.

Los arqueólogos afirman que una próspera economía artesanal poblada por lapidarios, alfareros, confeccionistas y trabajadores de obsidiana que fabricaban afiladas cuchillas, hicieron de Teotihuacán una urbe rica.

Cerca de donde se encontraron los murales en Tlajinga, Carballo y sus colegas también excavaron lo que habría sido un bullicioso taller de obsidiana que probablemente produjo un estimado 200,000 cuchillas durante su vida útil.

En el distrito La Ventilla de la misma ciudad, otro aspecto del carácter igualitario de Teotihuacán salta a la vista: apartamentos de piedra donde más del 90% de los teotihuacanos vivió.

Fuera de los límites para los turistas, las calles estrechas del residencial La Ventilla sugieren una existencia urbana densamente poblada. Los recintos cuentan con pisos de yeso blanco, sistemas de drenaje, patios al aire libre y murales.

A unos 50 kilómetros al noreste de Ciudad de México, Teotihuacán tiene más de 2,000 recintos de este tipo.

Según Rubén Cabrera, un veterano arqueólogo pionero en la excavación de La Ventilla, la vivienda masiva de Teotihuacán no tiene precedentes en la antigüedad, lo que apunta a una menor desigualdad.

“Pero no tan marcada como por ejemplo en Roma o en otros lugares donde hay el grupo dominando y el grupo dominante”, dijo.

No se ha encontrado evidencia de esclavitud allí en más de un siglo de excavaciones, agregó.

Ciudad de migrantes. El arqueólogo de la Universidad Estatal de Arizona, Michael Smith, quien lidera un laboratorio de investigación en Teotihuacán, previamente calculó la riqueza de la ciudad basada en el tamaño de sus casas.

En una escala donde 1.0 significa que un hogar posee todo y cero indica igualdad total, el llamado índice de Gini de Teotihuacán llegó a 0.12, lo que Smith describió como un sorprendentemente bajo nivel de desigualdad para una sociedad preindustrial.

“Mi primera reacción fue ‘esto es un error’”, dijo.

Smith, autor del libro “Diez mil años de desigualdad”, planea recalcular el puntaje usando datos más grandes conjunto.

A pesar de que espera que se incremente un poco, asegura que el puntaje probablemente sea mucho más bajo que los obtenidos por Pompeya o Kahun, en Egipto.

El hogar promedio en Teotihuacán tenía alrededor de 200 metros cuadrados, aproximadamente el área de una cancha de tenis, mientras que las viviendas típicas en el Imperio azteca medían alrededor de 25 metros cuadrados.

Los datos de entierro compilados por Carballo muestran que en Teotihuacán los plebeyos crecieron a una altura similar a las élites. Por el contrario, en los antiguos Egipto y Grecia, los plebeyos eran hasta nueve centímetros más bajos que los miembros de la realeza.

Linda Manzanilla, arqueóloga en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo que las comunidades migrantes multiétnicas que se instalaron en Teotihuacán después de dos grandes erupciones volcánicas probablemente necesitaban más gobernanza comunitaria y acceso a recursos.

Primero excavó un complejo de apartamentos a mediados de la década de 1980, donde trabajadores de estuco tenían acceso a artículos de lujo, como micas y cerámica fina.

Los refugiados que huían de las áreas enterradas bajo cenizas probablemente fueron absorbidos a través de programas de trabajo en una ciudad que le dio un mayor valor a grupos sociales que a individuos, lo que resulta en clases sociales con una menor diferencia en acceso a recursos, argumenta Manzanilla.

Aproximadamente un tercio de los residentes de Tlajinga pueden haber sido migrantes, revelan excavaciones anteriores. En todo Teotihuacán se han encontrado enclaves extranjeros con al menos cuatro idiomas extranjeros que se hablan aparte de la lengua local, probablemente un precursor del náhuatl u otomí.

La historia de Teotihuacán ofrece un contrapunto intrigante para tensiones modernas a menudo avivadas por la migración.

“Yo creo que podemos aprender de ella. Duró 500 años, cinco siglos. Fue exitosa en su tiempo”, sentenció Manzanilla.

Autores

Reuters