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Tatuarse, una decisión de peso: consejos para una experiencia óptima
Martes, Agosto 22, 2017 - 10:54

La preparación, el diseño adecuado y la escogencia de un artista de confianza son factores cruciales.

Juan Zarama es un fotógrafo con muchos rayones en la piel. Para él, lo más importante es que el tatuaje lo represente de alguna manera, y es por eso, quizá, que no le tiembla la voz al señalar que para tatuarse hay que tener un nivel de conciencia alto, pues “es algo que perdurará por toda la vida y será visible”.
 
El primero de los 12 tatuajes que tiene se lo hizo a los 15 años y, como lo confiesa sin pena, fue una “chambonada”. Los otros once, sin embargo, están colmados de significados que personifican lo que es y lo que quiere reflejar ante el mundo.
 
Como él, no son pocos los que a diario se tatúan. Figuras tribales, palabras, rostros, animales, signos y notas musicales son sólo algunos de los cientos de motivos que día a día se plasman en los más de 300 estudios de tatuaje que, calcula el DANE, existen en Bogotá.
 
El del tatuaje ha dejado de ser un mundo de tabú. Si bien se trata de un arte milenario —el tatuaje más antiguo que se ha registrado fue encontrado en Chile y tiene más de 4.000 años—, durante la gran mayoría del siglo pasado tener tinta en la piel se asociaba con la criminalidad. No obstante, los tiempos han cambiado y en la actualidad se estima que uno de cada tres jóvenes adultos tiene uno.
 
La principal razón detrás de este auge parece ser “la idea de que te sientes único como individuo”, declaró en su momento a la BBC el psicólogo de la Universidad de Westminster, Viren Swami. Otra puede ser el impulso que le han dado importantes estrellas como David Beckham, con 40 figuras en su cuerpo, el cantante Adam Levine o el actor Johnny Deep, entre muchos tantos.
 
Incluso existen personajes que se han hecho célebres por el simple hecho de estar tatuados, como Joker Boy (Mischa Maria Christen), Zombie Boy (Rick Genest) y la mujer vampiro (María José Cristerna), que tienen gran parte del cuerpo y del rostro cubiertos con tinta. Pero dar el primer paso no es sencillo. El miedo al dolor, al estigma social, a quedar mal tatuado, a contraer algún tipo de enfermedad son algunos de los peros más comunes. Por eso, aquí van cinco consejos para quienes sientan curiosidad por sentir el tacto de la aguja en la piel.
 
 
Antes que todo hay que encontrar un muy buen tatuador, según el estilo y el diseño de lo que uno quiere pintarse, ya que hay diferentes especializaciones, como realismo, tribales, geométricos, clásicos, a color o en acuarela, por mencionar algunos. Acá, además, vale la pena proyectarse, verse con la imagen y sentirse satisfecho con lo que se va a tatuar, para evitar arrepentimientos.
 
Segundo, sea muy consciente de los cuidados que hay que tener después de realizado. No se pueden ingerir bebidas alcohólicas, ni comer grasas. También está prohibido exponerse al sol y rascarse. Lavar la zona con agua fría y aplicar las cremas recomendadas por los tatuadores son elementos imprescindibles a la hora de recuperar los tejidos de la piel.
 
También es importante asegurarse de que el sitio donde se lo realiza cumpla con las especificaciones sanitarias para que la experiencia no termine en una tragedia. Reacciones alérgicas, dermatitis, granulomas, cicatrices queloides y hasta tétanos son algunos de los riesgos cuando no se usa una aguja esterilizada.
 
El cuarto consejo, y uno de los más importantes para Zamara, es ser muy consciente y saber que un tatuaje es algo para toda la vida. Por eso recomienda con vehemencia no grabarse el nombre de una novia o un novio, o temas circunstanciales o efímeros que con el correr del tiempo pierden valor.
 
Finalmente recomienda que el primer tatuaje sea pequeño. Así podrá conocer su resistencia al dolor y tendrá una perspectiva clara de lo que significa esta decisión. Además, si su “rayón” resulta ser un fiasco, será más manejable.
 
Si tiene intención de tatuarse, hágalo, pero recuerde estos cinco consejos ofrecidos por un hombre muy tatuado.

Autores

Sebastián Ríos González/ El Espectador