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Un nuevo sistema mide la respuesta emocional ante el ciberacoso
Miércoles, Octubre 4, 2017 - 09:00

Investigadores han diseñado y validado un nuevo instrumento para conocer los sentimientos de las víctimas de una intimidación telemática de manera más precisa, lo que permitiría la elaboración de planes de acción más eficaces.

Investigadores del Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia de las Universidades de Jaén y Córdoba y del grupo ‘Interpersonal Aggression and Socio-Emotional Development’ de la Universidad de Sevilla han diseñado y validado una herramienta de medición de los efectos emocionales que produce el ciberacoso en adolescentes de entre 12 y 18 años. Esta nueva metodología posibilita, una mejor planificación de las estrategias de actuación ante este tipo de violencia, según los expertos.

Los resultados de este estudio incluyen las cifras del acoso a través de medios telemáticos y muestra las distintas posibilidades de impacto emocional de las víctimas ante los sucesos. En el artículo publicado en la revista  Cyberpsychology, Behavior and Social Networking se destaca que un 20% de los escolares de secundaria de distintos centros andaluces han sufrido algún tipo de intimidación a través de dispositivos informáticos. Los datos obtenidos, además, no encuentran diferencias en cibervictimización en función del género.

Hasta la fecha, no existía ningún instrumento con características psicométricas adecuadas para valorar el impacto emocional del ciberacoso

Hasta la fecha, no existía ningún instrumento con características psicométricas adecuadas para valorar el impacto emocional del ciberacoso. Además, el estudio ha mostrado que existen respuestas que no son tan evidentes como las incluidas en trabajos anteriores, como podrían ser el sentirse activo o atrevido.

Estudios previos habían analizado el impacto sobre el funcionamiento de manera más global incluyendo depresión, ansiedad o baja autoestima, incremento de la probabilidad de consumo de alcohol y drogas o incluso, de autolesión, pero no incluían emociones específicas y menos aún emociones no negativas.

Por tanto, los investigadores observaron la necesidad de establecer herramientas de análisis más precisas que las usadas hasta el momento. “El acoso cibernético es hoy una cuestión suficientemente importante como para ser considerado un problema de salud pública. Por esta razón debíamos obtener un sistema que sirviera de indicador válido para conocer no sólo las causas, sino las consecuencias”, indica la investigadora de la Universidad de Jaén Paz Elipe, una de las autoras del artículo.

Un método más fiable

Los científicos andaluces han desarrollado y comprobado la capacidad de evaluación de la herramienta llamada ‘Escala de Impacto Emocional de la Cibervictimización’, CVEIS por sus siglas en inglés. Está inspirada en la escala PANAS (Escala de Afecto Positivo y Negativo), un instrumento ampliamente utilizado por los psicólogos para evaluar el estado afectivo en general. Éste se compone de 20 parámetros agrupados en dos factores: afecto positivo y negativo. Mientras que el afecto positivo refleja la medida en que una persona se siente entusiasta, activa y alerta, el negativo se caracteriza por la tristeza y el letargo.

Está inspirada en la escala PANAS, un instrumento ampliamente utilizado por los psicólogos para evaluar el estado afectivo en general

Sin embargo, según indica la investigadora, los casos de acoso requieren ir más allá de estos dos factores. Dado que el PANAS no está diseñado para valorar reacciones a eventos concretos, no incluye algunas de las emociones frecuentemente presentes en estos casos e incorpora otras que raramente se darían en estas situaciones. Esto hace que queden sin cubrir algunas respuestas que las víctimas pueden registrar.

El CVEIS recoge tres factores fundamentales según el tipo de respuesta: deprimido, activo y  enojado. En el factor deprimido, se encuentran sentimientos de tristeza, indefensión o soledad, entre otros. El activo recoge emociones como enérgico o atrevido lo que, podría estar relacionado con la necesidad de hacer frente de alguna manera al acoso.

Por su parte, el enojado incluye emociones como enfadado o colérico lo que podría desembocar en una respuesta de venganza o en la necesidad de actuar igual con otros, lo que convertiría a la víctima en agresor.

“Dentro de cada uno de los factores se engloban múltiples emociones que van más allá de lo que intuitivamente se puede presuponer ante un ataque, convirtiéndolo en un instrumento con una estructura robusta tal y como muestran los análisis estadísticos realizados”, indica Paz Elipe.

Víctimas, agresores y observadores

En la muestra, que ha incluido a 1.016 estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria de entre 12 y 18 años de tres escuelas públicas de Sevilla, Córdoba y Huelva, se señalaban los casos de ciberacoso sufridos. Entre ellos, los más frecuentes han sido insultos y amenazas, aunque también se observan algunos casos de robo de identidad en la red o de información privada, difusión y manipulación de vídeos o imágenes comprometidas, exclusión social o difusión de rumores.

Según señala la investigadora, el CVEIS es un instrumento que permite analizar distintas opciones para poder ser más efectivos en la intervención. Y añade: “Nos ayuda a conocer los componentes que debemos tener en cuenta para aplicar las acciones necesarias y continuar investigando en la gestión emocional”.

En general, los abusadores tienden a minimizar las consecuencias emocionales de sus acciones

Al mismo tiempo, el cuestionario permite analizar, en cierto sentido, la empatía del alumnado no cibervíctima, ya que en el cuestionario se evalúa no solamente a los escolares que lo han sufrido, sino que se plantea a todos cuáles son los sentimientos que desarrollarían en el caso de que lo fueran. Ante la pregunta sobre ‘¿Qué emociones sientes si has sufrido un acoso cibernético?’ o ‘¿Cómo crees que te sentirías si lo sufrieras?’ se ofrece una amplia serie de sentimientos: indiferente, nervioso, animado, culpable, enojado o solo entre otros muchos.

La percepción cercana del sufrimiento de las víctimas puede utilizarse para reforzar la empatía de los agresores u observadores del acoso. Sin embargo, en general, los abusadores tienden a minimizar las consecuencias emocionales de sus acciones, por lo que pueden no  identificarse con ellas. “Este hecho tan significativo debe ser valorado con más detenimiento en trabajos posteriores”, concluye la autora del artículo.

El trabajo forma parte de los proyectos ‘Coping with cyberbullying: analysis of strategies used and evaluation of their impact’ financiado por la Consejería de Economía y Conocimiento de la Junta de Andalucía y ‘Sexting, ciberbullying y riesgos emergentes en la red: claves para su comprensión y respuesta educativa’, del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.

Autores

SINC