Pasar al contenido principal

ES / EN

Wojcieszak: polarización política, un problema de las redes sociales
Martes, Febrero 7, 2012 - 16:47

Magdalena Wojcieszak, profesora asistente de Comunicación Política y directora académica de la maestría homónima en la IE School of Communication, de la IE University, ha investigado sobre la deliberación política, polarización, sociedades divididas, y maneras de mitigar el conflicto en la comunicación política online.

Desde hace un tiempo, hemos visto un alto grado de polarización política afectar las decisiones gubernamentales en Estados Unidos. En otros países latinoamericanos, si bien no alcanza esos extremos, se está desarrollando este fenómeno de forma similar. Además, por todas partes emergen movimientos populares que protestan contra el poder instaurado, en reclamo de cambios sistémicos y del status quo. Más recientemente, propuestas de legislaciones como SOPA, PIPA y ACTA han desencadenado fuertes respuestas en la red a nivel global.

Para hablar sobre la configuración de este escenario político, y muy especialmente de cómo se estructura la comunicación política desde las distintas partes, AméricaEconomía decidió conversar con la profesora Magdalena Wojcieszak, directora académica del nuevo máster impartido en la IE School of Communication de la IE University, cuya última investigación se enfoca a campañas electorales y opinión pública en contextos globales. Ella ofreció sus opiniones sobre el estado de la comunicación política en las redes, y
las posibles repercusiones de la nuclearización de los públicos en
internet en la participación política concreta a nivel social.

En uno de sus artículos publicados, usted observa que estamos atravesando “una era de públicos egocéntricos”, ¿podría describir cómo son estos públicos?

Cuando el término surgió, no aludía al egoísmo. Se refería a cómo internet y los "nuevos" medios de comunicación han hecho posible un tipo de público distinto al que resulta de las interacciones interpersonales, y de los públicos masivos que definen los medios tradicionales. 

Son los públicos formados en los social media, como Twitter o Facebook. Son pequeños públicos donde cada individuo es centro de una red de relaciones que sobrepasan los vínculos interpersonales o grupales. Lo que plantea es básicamente que dentro de estos públicos se generan opiniones y comportamientos diferentes. De todo lo que está almacenado en Twitter o Facebook, el individuo sólo se alimenta de lo que accede directamente, de lo recibido de su red de contactos, pero no alcanza a ver lo que está más allá de su red.

Aunque originalmente no aludía a un egocentrismo per se, el término egocéntrico también podría acusar cierto nivel de egocentrismo. Estos públicos sienten que al hacer un comentario político en su status de Facebook, o "gustar" de cierta causa ambientalista, ya se manifiestan y realizan una acción política. Pero realmente no es así. Cambiar el status en Facebook no provoca ningún cambio en las políticas o legislaciones. Dar click en "me gusta" no produce ninguna diferencia, solamente puede crear una ilusión de participación.

Estos públicos que se contentan con esta ilusión de participación no van a la calle a protestar o tomar parte en acciones concretas. Se escudan en que están participando online, lo cual no genera diferencias.

Según su definición de “públicos egocéntricos”, ¿es acertado observar una posible relación entre el surgimiento de estos y la agudización de la polarización política?

Por supuesto. Y existe un cuerpo de investigación que lo demuestra. En Estados Unidos la polarización política se ha profundizado con la expansión de los “nuevos” medios. A mayor cantidad de canales de información, es más probable que la persona elija aquellos con cuyo contenido concuerda. Con esto, sus ideas preconcebidas se refuerzan. Sucede que el consumo exclusivo de opciones mediáticas "agradables" estimula la creciente polarización.

Además, ocurre que mucha gente, ante la posibilidad de elección, no opta por consumir noticias o información sobre asuntos públicos, sino prefiere el entretenimiento, las sitcoms, los reality shows, películas, la ficción en general. Estas personas se retiran cada vez más del sistema político. La gente que consume entretenimiento se inclina menos a ir a votar, o a involucrarse en acciones políticas. Y con esto la gente se vuelve más susceptible ante la persuasión que buscan los mensajes de candidatos y líderes políticos.

Ya desde 1945 hubo estudios que demostraron que, en medio de un contexto donde el espectro de medios se reducía a tres periódicos locales, la gente consumía los contenidos en los cuales creía. Imaginemos entonces qué sucede hoy cuando las opciones informativas son ilimitadas. El poder de selectividad aumenta cuando el suplemento mediático crece.

La organización Avaaz, promotora de campañas políticas y sociales, manifestó sorpresa ante la gran respuesta de latinoamericanos contra SOPA y PIPA, porque su penetración previa en América Latina no era alta. ¿Qué factores le parece podrían explicar este resultado?

Creo que hay tres elementos fundamentales que pueden explicarlo. Primero, la proliferación de internet en América Latina. Segundo, el hecho de que por sus características el tema califica como sexy. Tercero, que estas legislaciones efectivamente afectarían directamente la vida de las personas.

Al respecto, estadísticas recientes muestran que en el continente internet ha proliferado y ya alrededor de un 37% de la población está conectada a la red. Facebook solamente reporta casi billón y medio de usuarios latinoamericanos. Y como sabemos, la gente en ámbitos como los de Twitter o Facebook se agrupa alrededor de quienes comparten sus intereses. El hecho de que muchos se opusieran a SOPA y PIPA contribuyó a generar una respuesta más masiva.

Luego, lo sexy del tema. Se nota por el consenso construido a lo largo de la red, más allá de nacionalidades o inclinaciones políticas. Fue semejante a lo que se generó con la campaña presidencial de Obama en 2008, cuando sus mensajes se hicieron virales en los “nuevos” medios.

Por último, en América Latina mucha gente, especialmente los jóvenes, notaron que estas regulaciones coartarían sus actividades y libertades en internet, y por tanto sus vidas.

Finalmente, una vez establecida la importancia del tema, muchas personas se involucraron, incluso quienes normalmente no participan en política, pero reaccionaron al ver que esto podría alterar directamente sus vidas.

"Incertidumbre" y "transformación" son hoy palabras de orden que repiten tanto medios de prensa como influyentes figuras políticas y económicas. ¿Podría comentar sobre sus significados e irrupción en los discursos?

"Incertidumbre" y "transformación" ya eran palabras sexy, constantemente repetidas por relevantes personalidades de las esferas política y económica. Pero entraron fuertemente en el discurso público con los movimientos de Occupy Wall Street en Estados Unidos, el 15-M español, o las protestas en Chile. 

Al cubrir estos eventos, los medios de comunicación, tanto los tradicionales -televisión o
periódicos- como los “nuevos” medios -Facebook, Twitter y otros- han circulado las narrativas de "incertidumbre" y "transformación". Así, el público se ha familiarizado con las imágenes de las protestas, ha visto enlaces en Facebook, actualizaciones en Twitter, y las fotos de los manifestantes.

Además sabemos que el público en general favorece estos movimientos. Conocemos sobre una situación imperante de insatisfacción respecto a la desigualdad económica, más acentuada en Estados Unidos que en otros países occidentales. Sabemos también de un aumento en los índices de desempleo. Y por último sabemos que estos hechos y problemas son globales y no particulares de un país en específico. Sin embargo, oímos sobre metas que deben alcanzarse, sobre los hechos y los problemas, pero no sobre soluciones.

En este sentido, lo que emana de la mayor parte de los mensajes económicos y políticos que engloban conceptos como incertidumbre y transformación, es que parece haber un desacuerdo en cuanto a objetivos específicos.

Esto se relaciona con significados distintos de "cambio" y "transformación". Cambio significa insatisfacción y deseo de abolir el orden
establecido, mientras que transformación significa que sabemos qué
sobrevendrá luego de completado el cambio. Entonces, sucede que todo el mundo habla de incertidumbre y
transformación, pero no de soluciones. Por lo tanto, se trata de responder a la interrogante de cómo reemplazar el sentido de cambio por el de transformación. Dar respuesta a esta
pregunta -la dirección que tomaría el cambio- es el próximo paso que
necesitan definir las personalidades económicas y políticas.

Este paso resultaría en un recurso real. Pero, en mi opinión, no está claro que los poderes políticos y económicos estén listos para llegar a este punto.

Con todo, creo que la mayor parte de las figuras claves dentro de la política y la economía se refieren más al cambio que a la transformación. Creo que en general el discurso está definido alrededor del cambio y no de la transformación. Así lo hacen también los movimientos, los que ocupan y protestan en Wall Street hablan de cambio. Igualmente, los jefes de Estado, y los candidatos presidenciales hablan de cambio. Porque cambio implica que queremos algo diferente, mientras transformación alude a saber hacia dónde vamos.

Así, estaremos hablando de incertidumbre y cambio hasta que no comencemos a hablar de transformación. Una vez definida la dirección, el rumbo, habrá menos incertidumbre. Pero hasta ahora, la gente todavía no sabe hacia dónde nos enrumbamos.

En América Latina, los mensajes de protesta se configuran alrededor de reclamos por cambios sistémicos. ¿Podría definir el discurso inmerso en la construcción de estas narrativas?

Creo que todos estos movimientos, tales como el 15-M en España, Occupy Wall Street en Estados Unidos o las protestas en Chile, no apuntan a objetivos o resultados puntuales. Estas protestas se orientan a cambios profundos en el sistema. Quieren que cambie el status quo. La causa es el descontento global que existe entre amplias partes de la sociedad, relacionado con el gran desnivel en la distribución de la riqueza, ya sea en Chile como en Estados Unidos.

Pero sucede que, por ejemplo en España, luego del 15-M, hubo un cambio de gobierno. No sabemos ahora qué sucederá en Chile con el gobierno de Piñera, pero es probable que cambie en las próximas elecciones. Sin embargo, los cambios de gobierno sólo consiguen tal vez satisfacer pequeñas demandas, pero no van a cambiar el sistema. No es de esperar que ningún cambio sistémico se genere durante los próximos cinco años.

Tras la decepción que ha sido para muchos la administración de Obama, ¿no debería existir una mayor conciencia de que los cambios de gobierno no generan cambios sistémicos?

De hecho, la gente en estos movimientos ha ganado conciencia de que no se trata de un cambio en la manera de conducir la recuperación económica o cómo enmendar el funcionamiento del sistema.Creo que esta forma de pensar está enclaustrada en estos movimientos. Pero también pienso que tomará muchos años para siquiera empezar a imaginar los cambios sistémicos.

Los estudiantes chilenos, los que protestan en Nueva York o Madrid quieren un cambio de sistema. Ppero el sistema, en sí mismo, no quiere cambiar. Porque aquellas personas en control del poder político y económico quieren mantener el status quo. Probablemente tomará un largo tiempo.

Autores

Jennifer P. Roig