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Yim, el arquitecto chino-uruguayo que acerca dos culturas
Jueves, Abril 5, 2018 - 07:59

"Lo que primero nos dieron de comer era una costilla y parte de la carne salía del plato y yo dije '¿con este plato cuántos chinos comerían?'", recordó el profesional.

Uno de los primeros recuerdos del chino Yim Cheung-Koon en Uruguay, cuando llegó a los 16 años, en 1953, es la cena con un plato desbordado de carne.

Con 81 años, hoy ya jubilado como docente y arquitecto, la carne lo ha acompañado desde entonces como conexión con la cultura uruguaya.

Como profesor de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República (Udelar) de Uruguay, Yim recorrió hasta el último poblado del interior profundo, donde la vaca era el motor de la producción.

En la actualidad los asados, el principal producto de exportación de Uruguay, son el motivo de reunión con amigos.

Hijo único, llegó al país sudamericano junto a su madre y tíos, y sólo sabía algunas palabras de español que aprendió en el viaje de 45 días en barco.

Su padre murió durante la guerra de resistencia de China contra la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.

"Tenía un gramófono y discos que enseñaban español. Tenía 16 años, iba a la piscina, jugaba al ping-pong y de vez en cuando estudiaba un poco alguna frase", recordó sobre esa travesía.

"Cuando llegamos al puerto de Montevideo todos los trámites de la familia cayeron sobre mis hombros, con las pocas palabras que sabía", señaló Yim.

Arribó con un grupo de 12 familias chinas.

"Lo que primero nos dieron de comer era una costilla y parte de la carne salía del plato y yo dije '¿con este plato cuántos chinos comerían?'", rememoró Yim.

"Después, enchufé la radio y empecé a escuchar tango y al día siguiente ya me metí en el agua, en la playa (del Río de la Plata)", comentó.

En su integración lo ayudó su historia de vida, marcada por los traslados. "Tengo la capacidad de ser curioso sobre cosas nuevas", explicó.

"Nací en Beijing y terminé en Hong Kong, pero estuve en cinco ciudades. En la escuela siempre fui 'extranjero' en el sentido de que piensan 'este viene de otro lado'", dijo.

Así se adaptó a diferentes ciudades, dialectos, comidas y formas de pensar.

"Cuando llegué a Uruguay a mi no me costó nada. En seguida 'trillaba' (andaba por) 18 de julio (la principal avenida de Montevideo)", recordó.

No obstante, lamentó que muchos de los compatriotas que llegaron con él no se adaptaron porque "no se integraron bien".

Cuatro hijos, cuatro nietos. "Cuando llegué a Uruguay me di cuenta que los uruguayos me abrieron la puerta sin ninguna condición", reflexionó Yim, quien desde un principio se sintió "mimado" por los locales.

Terminó el liceo, asistió a la Universidad de la República (Udelar), se graduó de arquitecto y allí fue docente grado 5, a la vez que se desempeñó en otros centros académicos de investigación.

Se casó y tuvo cuatro hijos que le regalaron cuatro nietos.

Desde un comienzo tomó mate, la infusión típica local y un sello de "uruguayez" al que pocos extranjeros se habitúan.

"No soy un uruguayo de Colonia y Rocha", dijo Yim en alusión a los departamentos turísticos y se jactó que "conozco casi todos los rancheríos" del país.

También se integró al Centro Latinoamericano de Economía Humana (CLAEH) y a la Comisión Honoraria Pro Erradicación de la Vivienda Rural Insalubre (MEVIR), experiencias que le dieron "una formación de uruguayez bastante integral".

La educación pública y gratuita de Uruguay es un valor que Yim defiende. "Mis hijos fueron todos educados en la Udelar y salieron buenos profesionales", resaltó orgulloso. En sus 40 años de docente siempre intentó "incorporar conceptos filosóficos chinos referidos al hábitat, a cómo posicionarse en el universo, siendo los seres humanos parte de esto". "Esas cosas se fueron acumulando y me di cuenta que era importante difundir la cultura china", aseguró.

Como precursor de la enseñanza del idioma chino mandarín, hoy cumple un sueño al ser designado director del Instituto Confucio en Montevideo, que comienza a dar clases en abril cogestionado por la Udelar y la Universidad de Qingdao.

"Siento un agradecimiento, que no tengo otra, que devolver lo que me ha dado Uruguay en estos 65 años", dijo.

Desde que ha viajado a China, en 1999, ha encontrado un país distinto al que dejó, aunque valoró que "las cosas tradicionales se mantienen".

Recordó sus años de adolescente en Hong Kong y consideró que "sigue siendo la bahía más hermosa del mundo", aunque reconoció que esa calificación responde más a lo emocional.

La transformación de Shanghai también lo impactó porque "era una zona de arrozales, en invierno se plantaba arroz y ahora están los edificios más altos de China".

Los cambios "también están en la infraestructura urbana de muchas ciudades, a pesar de que con gran esfuerzo están intentando mantener el tejido tradicional", sostuvo.

Dudó antes de hacer su viaje número 13 a China, que finalmente concretó el año pasado y en el que terminó internado más de dos semanas por una afección cardíaca, que viene superando.

"A veces me tratan como chino de ultramar porque evidentemente los gestos, la forma de comunicarme con la gente, por más que hablo mandarín no es igual a la forma del chino local", reconoció.

Con la meta actual del Instituto Confucio por delante, depende de qué esté haciendo si se siente más uruguayo o chino.

"Cuando estoy intentando cocinar algo me siento chino, cuando me invitan a un asado me siento uruguayo, es decir que conviven las dos nacionalidades", expresó. 

Autores

Agencia Xinhua