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2 de abril: día "D" para la democracia ecuatoriana (1)
Jue, 23/02/2017 - 09:34

Hernán Ramos

Eduardo Castro-Wright: en la puerta del horno se le quemó el pan
Hernán Ramos

Hernán Ramos es economista, editor, escritor, docente universitario, consultor internacional en economía y medios latinoamericanos. Fue editor general del Diario El Comercio de Quito, Editor-Fundador del Semanario Económico Líderes. Colabora habitualmente con medios de Colombia, Argentina, México. Escribe sobre temas económicos, sociales, políticos que interesan a la región.

Es verdad, la segunda vuelta electoral en Ecuador estuvo siempre en los cálculos del oficialismo y de la oposición. Y no es menos cierto que la oposición era relativamente pesimista ante esa posibilidad, pues era grande la dispersión de fuerzas antigobiernistas que giraron alrededor de las siete candidaturas presidenciales que finalmente se concretaron en la papeleta electoral. En cambio, en filas de Alianza PAÍS (AP), cuyo candidato era a la vez paradigma y pararrayos electoral, el optimismo de que en primera vuelta se zanjaría todo, iba de moderado hacia arriba. El gran argumento político era apenas lógico (luego veremos por qué la lógica política no es lo mismo que la real politik ecuatoriana).

2.- Algunas razones, en efecto, amparaban el optimismo de AP, en el sentido de que el 19F sería otra fecha histórico-electoral inapelable para el Movimiento gobernante. Veamos las más destacadas desde su óptica: i) el estado de ánimo del elector ecuatoriano, en general, favorecía la tesis de la continuidad del proceso político del gobierno, tras una intensa década de ejercicio en el poder; ii) el retorno al país de Lenín Moreno, personaje con presencia nacional e internacional, para asumir la candidatura presidencial, renovó el proceso político interno de AP, tras el anuncio de Rafael Correa de que no participará en estas elecciones; iii) el monitoreo a través de las encuestas arrojaba cifras preliminares que colocaban al candidato Moreno, no solo como la primera opción electoral, sino como el candidato que estaba siempre lejos de los demás competidores; iv) la presencia de un fuerte aparato de propaganda sería la mejor correa de transmisión para llegar a los electores con los mensajes e imaginarios requeridos en el actual momento electoral; etc.

3.- Las dispersadas fuerzas políticas opositoras -que navegaron entre la derecha extrema, un populismo de garaje TV, un nacionalismo fascistoide, la adusta centroizquierda y la infaltable izquierda reminiscente- se reagrupan y como por arte de magia empezarán a crecer como espuma. De pronto van de menos a más. Esto es así porque, salvo el candidato-banquero Guillermo Lasso, prácticamente todos los demás perdieron terreno o en su defecto mantendrán apenas sus cuotas y sus espacios. Ahora buscarán ganar aquello que no pudieron lograr en las urnas: poder de negociación. Esto les vuelve, si bien jugadores de segunda línea, actores importantes al fin, tomando en cuenta las cifras tan apretadas que arrojaron los recientes comicios y la polaridad electoral que se avecina. Ahora sí cada voto cuesta.

4.- Para ponerlo en términos ajedrecísticos, muchos actores políticos pasaron de ser reinas y reyes (PSC), a convertirse en alfiles, caballos, torres y peones (como el resto de jugadores). Por supuesto, esta degradación política no es directamente proporcional a su real y directa incidencia en el devenir electoral del 2 de abril, día de la segunda vuelta; en realidad es inversamente proporcional. En ese sentido, basta mirar con detenimiento la agitación callejera que prepara a vista de todos el alcalde de Guayaquil, previo endoso de votos de su partido al candidato Lasso, y a pesar del duro revés socialcristiano en los otrora predios políticos intocables de Jaime Nebot. El país asiste así a un nuevo enroque político -hasta cierto punto sorprendente-, donde Lasso deviene candidato directo al poder, y Nebot, convertido ahora en su virtual jefe de campaña, moviliza a las masas para recuperar una parte de la influencia perdida, tras la severa derrota de su candidata, Cynthia Viteri.

5.- Pero el ajedrez del bueno, como todos sabemos, es un juego cerebral, demanda alta estrategia y no admite tácticas arrabaleras. Es un juego que busca liquidar al rey, donde todas las piezas son importantes, unas más que otras, eso sí, dependiendo de su ubicación en el tablero y, sobre todo, de que el ajedrecista tenga la suficiente visión global para mirar el valor de cada una. Hoy, Guillermo Lasso mueve las fichas de su ajedrez político, desde el lado derecho del tablero, y todas se reacomodan rápidamente para la gran contienda; tienen mucho que ganar y poco que perder. Al frente está Lenín Moreno, quien también deberá ajustar su estrategia, preparar y alinear sus fichas para intentar vencer. No será una contienda fácil; será muy dura, pues los márgenes de error han quedado reducidos al tamaño de una baldosa. Desde el balcón social, el país se prepara para el día "D".

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Rienda suelta... apuntes de Hernán Ramos.

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