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#8M en México
Vie, 08/03/2019 - 09:20

Yuriria Sierra

Latinoamérica contra el narco
Yuriria Sierra

Yuriria Sierra es conductora de Cadena Tres Noticias y de Imagen Informativa (México), así como columnista habitual de Excélsior.

Ocurrió en Nuevo León. Una treintena de diputados decidió que las mujeres en su estado no pueden decidir sobre su cuerpo. Miles de mujeres quedan al amparo de leyes en otros estados, en donde abortar no es una práctica penalizada, aunque esto tampoco implica que sea un procedimiento abierto, para todas y sin importar su causal. Eso sólo ocurre en una, sí, sólo en una ciudad del país, la Ciudad de México. No hay manera de precisar la cifra de mujeres que recurren a un aborto clandestino, menos aún el número de quienes mueren en el proceso. Se estima que al año se realizan entre 750 mil y un millón de procedimientos a nivel nacional. En 12 años, en la Ciudad de México se han realizado más de 200 mil procedimientos que han salvado la vida de miles de mujeres. Pero la realidad nacional es muy distinta. Ya Nuevo León nos lo demostró. Según el informe Maternidad o castigo, de Gire, entre 2007 y 2016, más de cuatro mil 246 mujeres fueron denunciadas por someterse a un aborto. 228 fueron sentenciadas. Están en prisión. Hace apenas unas semanas, Dafne McPherson fue liberada tras pasar tres años en la cárcel por un aborto espontáneo en el baño de su trabajo. Salió gracias a una revisión de su caso, había sido condena a 16 años. Gire reporta que entre agosto de 2012 y diciembre de 2013, se autorizaron sólo seis abortos en las 33 procuradurías del país. Ahí el alcance del aborto por causal. La brecha con lo que sucede en la capital mexicana es abrumadora. 

La salud reproductiva es un tema con claroscuros en nuestro país. Y en esas esquinas de sombra, una de cada cuatro niñas sufre abuso sexual antes de cumplir la mayoría de edad. Seis de cada diez abusos son cometidos al interior de su hogar, por familiares o personas cercanas, asegura la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas. Pienso entonces en las siete de cada cien mujeres mayores de edad a las que tampoco les dan elección, aquellas que son obligadas a tener relaciones sexuales con su pareja. Pienso en las mujeres a las que no se les da la opción de interrumpir su embarazo, pero sí se les obliga a someterse a métodos anticonceptivos, porque la responsabilidad sexual se entiende unilateral. Pienso en las mujeres que habrían querido tener sólo uno o dos hijos, pero que no tuvieron acceso a una educación sexual o porque su pareja quería tener una familia tan numerosa como se veía en las películas de Pedro Infante. Pero también pienso en las dos de cada cinco mujeres que han sido humilladas, menospreciadas, encerradas o amenazadas por su pareja. Pienso en las 14 de cada 100 mujeres que han sido golpeadas, amarradas y pateadas. Pienso en las nueve mujeres diarias que son asesinadas. 

Pienso en aquella mujer de cada cinco que ha sido discriminada al menos una vez. La proporción crece el 25% si hablamos de una mujer indígena y al 31% si se trata de una trabajadora del hogar, según datos de Conapred. Pienso en esas mujeres a las que se les exige un certificado de ingravidez como requisito para ingresar a un empleo, para renovar un contrato o como argumento para disminuirle el salario, una de cada siete. Conapred abrió en los últimos seis años, dos mil 580 expedientes por actos de discriminación vinculados a género. Siete de cada diez vinculado al ámbito laboral. La mayoría por embarazo.

Esta es la realidad nacional: sólo en la CDMX el aborto es permitido sin importar su causal, en algunos estados definieron lineamientos de sí y sólo sí, y en otros de plano es una práctica prohibida. Pero al mismo tiempo, las mujeres sufren discriminación por estar embarazadas. Un círculo vicioso que poco tiene que ver con proteger la vida, pero mucho con mantener el control. Hoy es Día Internacional de la Mujer, y será una conmemoración necesaria hasta que entendamos que no poder elegir lo que sucede con nuestro cuerpo, ya sea evitar una golpiza o convertirnos en madre cuando lo deseemos, nos pone en desventaja. Porque una vez entendido este punto, nuestra sociedad estará dispuesta a transformarse y a permitirse terreno en donde los derechos cubran a todos sus integrantes según sus propias necesidades.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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