La alimentación en el trabajo es considerada como un elemento secundario por parte de algunos empleadores. No todas las empresas otorgan facilidades a su personal para que hagan una pausa en sus labores y se alimenten de manera adecuada.
La mala alimentación laboral causa pérdidas de hasta 20% en la productividad, esto lo confirma la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en un estudio realizado en 2005. Una conducta alimentaria inadecuada puede converger en mala nutrición o sobrepeso, como también en estrés y problemas de salud que se traducen en bajo rendimiento laboral y aumento de costos por ausentismo.
Asimismo, un reciente informe del 2010 de la American Dietetic Association aseguró que el 75% de los trabajadores de oficina almuerzan en su escritorio al menos dos días a la semana.
Según la Dirección del Trabajo de Chile, el objetivo de este período es que sea de descanso y desconexión de sus labores. El empleado debe separarse físicamente de su puesto trabajo por un lapso de tiempo no inferior a media hora para que recupere energía y el desgaste que le puede haber significado el transcurso de la primera parte de la jornada.
Una persona trabajadora pasa un tercio del día en su lugar de trabajo, y para responder o desempeñarse de manera óptima a todas sus exigencias laborales necesita una nutrición que le permita tener una buena condición física y mental.
Las compañías de todo el mundo están tomando conciencia de estos factores. Si los hábitos alimenticios de las personas mejoran y los empleadores respetan el horario de almuerzo, su rendimiento debiera aumentar. Los gobiernos también se benefician al tener una población bien alimentada porque pueden ahorrar en materia de salud y recibir mayores ingresos fiscales producto del buen rendimiento de las compañías.
La alimentación saludable en el trabajo es un tema a debatir y tratar a nivel país. Si se logra, se crea un círculo virtuoso que puede beneficiar a todos. Es por eso que continúa siendo un desafío permanente.