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¿Argentina está redescubriendo a su Evita?
Vie, 21/10/2011 - 11:10

Bernardo Navarrete Yánez

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Bernardo Navarrete Yánez

Bernardo Navarrete Yáñez es Profesor Asociado de la Licenciatura en Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile (Usach).

¿Por qué prestarle atención a las elecciones en Argentina, si de antemano sabemos quién las ganará? Esto le quita interés a un proceso electoral en el cual será reelecta presidenta Cristina Elisabet Fernández -y no olvidemos- de Kirchner. Si más que ante una reelección estaremos frente a una ratificación, cabe plantearse otra pregunta: ¿qué se juega en las próximas elecciones presidenciales en Argentina?

Lo primero, es que configurará el escenario político de ese país para los próximos cuatro años con la actual administración, sin posibilidad de extensión: disposiciones legales impiden que la próximamente reelecta presidenta pueda postularse en 2015. No obstante, es dable dudar sobre si se mantendrán estas disposiciones o se buscará modificarlas para ampliar la continuidad del mandato, dado el actual sistema político argentino, caracterizado por la desarticulación de su sistema de partidos y por los elevados porcentajes de desconfianza en los partidos políticos y en sus dirigentes, situación que se manifestó en la aclamada frase que cubrió el territorio argentino en 2003: ¡que se vayan todos!

El tiempo demostró que no se fue nadie y ese año, en 2003, llegó al poder el difunto Néstor Kirchner y su señora Cristina Fernández, los que desde esa fecha han dominado la escena política argentina, llevando a plantear una pregunta que no deja de asombrar: ¿cómo es posible que una familia llegue a gobernar un país por tantos períodos presidenciales?

En un sistema de representación tan fragmentado, la explicación no resulta sorprendente, ya que en plena crisis resurge la identificación histórica del pueblo argentino con un líder, aquél capaz de resumir un programa o corriente política y posicionándose como única alternativa a ésta. A mayor abundamiento, en la elección presidencial -totalmente simultánea con las del Congreso y las provincias-, la figura de la primera mandataria adquiere un rol preponderante, ya que con su popularidad arrastrará a los otros candidatos que la apoyan. La señora K -de antemano declarada victoriosa- está generando que tanto electores como candidatos se suban a su carro de la victoria, razón de sobra para mirar con interés estas elecciones.

Y el día después de la elección, cuando todos se bajen del carro, la tentación por preguntarse quién sucederá a la señora K, llevará a más de algunos a proponer la necesaria reforma constitucional para permitirle un tercer mandato.

Lo segundo que se juega en esta elección es saber qué quiere el electorado argentino. Si las elecciones son un mecanismo torpe de agregación de intereses colectivos y el voto es sólo una técnica de designación de representantes, entonces ¿qué le comunicará a la señora K la votación que obtenga, sobre la agenda programática que se exige a futuro? Posiblemente sea muy poco; un país con grandes recursos naturales y humanos, tal vez sólo necesita algo tan simple y a la vez tan difícil de resolver: el fin a las prácticas históricas de nepotismo, clientelismo y corrupción.

¿La democracia es la mejor manera de moderar el engaño? Si, ya que las elecciones no definen suficientemente un sistema democrático, pero su celebración supone una condición necesaria para su funcionamiento. Siguiendo a Gerry Mackie en su ya famoso ensayo “Todos los hombres son mentirosos: ¿carece de sentido la democracia?”, existe una desafortunada diferencia entre el filósofo escéptico y el teórico político escéptico. El filósofo sería ignorado al recomendar que se diseñasen las instituciones humanas como si sus conclusiones fueran ciertas, pero el teórico político podría ser, por error, escuchado.

Así expuesto, una elección no supone necesariamente un acontecimiento histórico o una opción dramática. El problema, tal como lo plantea el filósofo italiano Nolberto Bobbio, no es preguntarse quién vota, si no, sobre cuáles cuestiones se puede votar. Y los argentinos parecen estar diciendo poco sobre las cuestiones que están presentes en la elección, más allá de la importancia de la figura presidencial candidata. Por ello, uno puede peguntarse si no será que ¿Argentina está redescubriendo a su Evita?

La re-presentación significa “hacer presente algo otra vez”. Si bien, los electores argentinos no están pensando en rescatar de la historia reciente estilos de liderazgos que poco pueden correlacionar el pasado y el futuro, tampoco se sienten muy atraídos por promesas sobre algo nuevo o desconocido. Y esto puede no significar que la actual gobernanta lo esté haciendo bien; el problema es que la oposición no lo haría mejor.

Por lo anterior, ni los votantes son miopes ni el gobierno populista. Aunque cabe preguntarse, siguiendo al politólogo argentino Guillermo O’Donnell, si lo que existe es -más que una democracia representativa-, una democracia delegativa, en la que los votantes eligen políticos que pueden hacer lo que quieran, una vez que llegan al poder.

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