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Aviones no tripulados de EE.UU.: el país de las maravillas no existe
Jue, 17/01/2013 - 21:28

Pedro Brieger

Evo Morales y el Manifiesto de la Isla del Sol
Pedro Brieger

Pedro Brieger es argentino, periodista y analista de política internacional. Trabaja en televisión y radio. Colaboró con los principales medios gráficos de Argentina. En mayo 2010 recibió por segundo año consecutivo el premio Martín Fierro a la mejor labor periodística de TV por su labor en el noticiero de Canal 7. En 2009, también el programa "Visión 7 Internacional" obtuvo el premio como mejor noticiero de la TV argentina. Es titular de la cátedra de Medio Oriente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y autor de varios libros de temas internacionales.

Las extraordinarias parábolas utilizadas por Lewis Carroll en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas deleitan a grandes y chicos hace más de 150 años.

Algunas de ellas, con doble sentido y alegorías burlonas a la sociedad inglesa victoriana de la época, se pueden aplicar a hechos políticos de la actualidad. Cómo olvidar el último capítulo donde la malvada reina está obsesionada por cortar cabezas, sin juicio previo, y el desopilante diálogo para condenar a Alicia:

-Que el jurado considere su veredicto- dijo el Rey.

-¡No, no! –Protestó la Reina- Primero la sentencia; el veredicto después.

-¡Valiente idiotez! - exclamó Alicia alzando la voz-.  ¡Qué ocurrencia pedir la sentencia primero!

-¡Cállate la boca! –grito la Reina, poniéndose color púrpura.

-¡Que le corten la cabeza! –chilló la Reina a grito pelado.

Al leer este diálogo salta a los ojos que la justicia esta reñida con cualquier tipo de condena sin juicio previo, una práctica muy extendida a mediados del siglo XIX, cuando Lewis Carroll escribió su maravillosa obra. A principios del siglo XXI se podría pensar que esto acontece sólo en los peores regímenes dictatoriales o despóticos, pero que sería imposible en un estado democrático.

Por esta razón es llamativo y sorprendente que la jueza Colleen McMahon de los Estados Unidos haya mencionado el libro de Carroll para referirse a una demanda que pedía conocer los motivos por los cuales se mata gente en diversas partes del mundo con aviones no tripulados y sin ningún tipo de juicio.

En su respuesta oficial, con fecha del 2 de enero de 2013, la jueza explicó que no se le escapaba que algunas acciones que el gobierno proclamaba como legales eran incompatibles con la constitución y las leyes, y parecían extraídas de Alicia en el país de las maravillas.

Los aviones no tripulados que Estados Unidos envía a Pakistán, Afganistán, Somalía y Yemen ya han matado a miles de personas, entre ellas un número muy alto de ancianos, mujeres y niños.

Es muy probable que el Departamento de Estado no lleve un recuento de la cantidad de muertos, porque tratan el tema desde un punto de vista “técnico” respecto de la eficacia del método.

Sin embargo, en los países afectados existe un registro de los muertos porque cada uno de ellos tiene nombre y apellido, padres, hijos, hermanos, parientes y amigos. Pocos días después del ataque al colegio de Newtown, donde murieron unos 20 niños, el conocido diario The Dawn, de Pakistán, publicó un artículo que llevaba como título “no hay lágrimas de Obama para los chicos asesinados por los drones en Pakistán”.

Allí se señalaba que no había discursos presidenciales ni lágrimas para ellos, ni fotos en las tapas de los diarios del mundo, ni entrevistas con los familiares en duelo. Esos niños no tienen nombres, ni fotos o velas prendidas en su memoria, flores u ositos. La conocida ONG Pakistan Body Count (www.pakistanbodycount.org) se dedica a recolectar los datos que salen publicados en medios de comunicación o internet y la información que le suministran los hospitales.

Según esta respetada ONG -premiada por su labor en 2011 con el equivalente al “Oscar” en medios y tecnología en Pakistán-, sólo en ese país murieron más de tres mil personas a causa de los drones teledirigidos por militares sentados frente a una computadora en algún lugar de Estados Unidos, como si estuvieran jugando a un video juego.

Por suerte la pobre Alicia despertó del sueño.  Los que mueren por aviones no tripulados en Afganistán, Pakistán, Yemen y Somalía no tienen la misma suerte.

*Esta columna fue publicada originalmente en agencia Télam.

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