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Brexit significa Brexit, ¿o no?
Mié, 29/03/2017 - 08:15

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Tras el referendo en el cual los votantes del Reino Unido decidieron abandonar la Unión Europea (UE), la nueva primera ministra británica, Theresa May, proclamó enfática: “Brexit significa Brexit”. La razón por la que apeló a una tautología en lugar de una definición es que nadie sabe con certeza qué habrá de implicar el Brexit, dado que el artículo 50 del Tratado de Lisboa (el cual activa el proceso de retiro de un país de la UE), jamás ha sido invocado.

Formalmente habría cuando menos tres modelos a seguir para el Reino Unido: el suizo, el noruego y el canadiense. El modelo suizo en la práctica no es relevante, dado que implicó docenas de acuerdos específicos y un par de décadas de negociaciones, mientras que el Reino Unido pretende conseguir un acuerdo general en un máximo de dos años (es decir, el plazo que establece el Tratado de Lisboa).

En principio la mejor opción parecía ser el modelo que le permite a Noruega ser parte del Mercado Común sin necesidad de integrar la Unión Europea. De hecho, eso sugerían algunos políticos conservadores que estuvieron a favor del “Brexit” (combinación en inglés de “Britain”, por Gran Bretaña, y “Exit”, o salida). Pero para pertenecer al Mercado Común, Noruega debe aceptar la libre movilidad de personas, realizar contribuciones al presupuesto de la UE, e incorporar en su propia legislación gran parte de las normas legales que aprueba la UE (sin tener voz ni voto en su proceso de adopción). El problema con ello es que buena parte de la campaña por el Brexit se basó en la premisa de que, fuera de la Unión Europea, Gran Bretaña no tendría que hacer ninguna de esas cosas. Recordemos por ejemplo que la oposición a la inmigración procedente de países del este de Europa (los cuales forman parte de la UE), fue un leitmotiv de la campaña por el Brexit.

Luego entonces el modelo más plausible sería el canadiense, denominado “Acuerdo Comercial y Económico Comprehensivo”. Ese acuerdo incluye el comercio de bienes y servicios, las reglas de inversión, las compras públicas, y las reglas de propiedad intelectual. Pero no incluye algo equivalente a lo que en la UE se denomina “passporting”, lo cual permite a las empresas financieras británicas (industria en la que el Reino Unido tiene grandes ventajas competitivas), operar en las mismas condiciones que las empresas nacionales en cualquier país de la UE. Y la negociación del acuerdo con Canadá tomó siete años.

Es cierto que la negociación con la UE podría tomar más de dos años, pero para extender el plazo se requeriría unanimidad entre los países que integran la UE. Es decir, todos ellos tendrían poder de veto, por lo que cualquier intento de prórroga debilitaría la posición negociadora del Reino Unido. Por lo demás, uno de los costos del Brexit es precisamente la incertidumbre durante la transición sobre los términos de un eventual acuerdo, razón por la cual todas las partes tendrían incentivos para culminar el proceso negociador lo antes posible.

En cuanto a los costos del Brexit, el propio ministro de finanzas británico calcula que la economía de su país crecerá 2.4 puntos menos de lo previsto durante los próximos cinco años, y el costo fiscal durante ese plazo ascenderá a unos US$152.000 millones.  

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