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¿Clasemediero?
Lun, 11/02/2013 - 09:09

Eduardo Ortíz-Juárez

Juguemos con los impuestos…
Eduardo Ortíz-Juárez

Eduardo Ortiz-Juárez se desempeña desde 2008 como Economista en la Unidad sobre Pobreza, Desarrollo Humano y ODMs de la Dirección Regional para A. Latina y el Caribe del PNUD. Sus líneas de investigación se relacionan con pobreza, desigualdad, clases medias, vulnerabilidad, desarrollo humano y políticas fiscales. Ha sido Subdirector de Análisis Económico y Social en la Secretaría de Desarrollo Social de México, y ha realizado diversas actividades de consultoría para el PNUD, el Banco Mundial, el Centro de Estudios Espinoza Yglesias y el ITESM. Obtuvo una Maestría en Economía y Políticas Públicas y un Diploma en Análisis Estadístico y Evaluación de Impacto en la Escuela de Graduados en Administración Pública del ITESM, Campus Ciudad de México. Cursó la Licenciatura en Economía en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Comienzo por las definiciones -de acuerdo a un estudio que realicé con López-Calva cuyos detalles de estimación pueden consultarse aquí-: la población en pobreza es aquella que vive al día con menos de $4 dólares por persona; la vulnerable es aquella que escapa a la pobreza pero tiene un ingreso por persona menor a $10 al día; y la clase media es aquella que vive con entre $10 y $50 al día por persona. Dos aspectos surgen del analisis de esta clasificación: 1) ser de clase media no equivale únicamente a no ser considerado pobre, sino a estar más allá de un umbral que separa la vulnerabilidad de la seguridad económica; y 2) existe un grupo poblacional, entre pobres y clase media, generalmente ausente de la atención de las políticas sociales.

Con estas definiciones describo algunos resultados para México en donde mucho se ha hablado del surgimiento de una sociedad clasemediera definida no objetivamente como aquí, sino a partir de nociones tautológicas cuyas interpretaciones pueden resultar erroneas para fines de política pública.

El crecimiento económico que experimentó América Latina y el Caribe en la última década, de la mano con la expansión de un gasto social cada vez más progresivo, incidieron positivamente en el descenso significativo de la pobreza y en una importante expansión de la clase media. De acuerdo con un reciente estudio del Banco Mundial que utiliza estas definiciones, en 2009 por primera vez desde que se tienen datos comparables, la proporción de individuos de clase media fue casi similar a la de individuos en pobreza -alrededor de 30% de la población de la región- (Figura 1).

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México no fue la excepción en este resultado. Entre 1992 y 2010 la clase media del país creció en casi 16 puntos porcentuales al pasar de 19% a 34,6% (Figura 2). El año 2005 observó por primera una proporción mayor de individuos en clase media que en pobreza y, si bien la crisis financiera de 2008-09 revirtió su crecimiento sostenido desde la anterior crisis de 1995, ya no predomina la pobreza sobre la clase media. Pero ¿esto vuelve al país en una sociedad de clase media?

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Si cerca de dos terceras partes de la población se mantuvo en 2010 en una situación de pobreza y vulnerabilidad (22,8% y 40%, respectivamente), es evidente que el país no es todavía una sociedad de clase media donde la mayoría tiene un ingreso suficiente para adquirir bienes y servicios como educación y salud privada de calidad, la ampliación de la vivienda, o la compra de un automóvil. Los datos de la ENIGH 2010 muestran que se puede hablar -objetivamente- de una sociedad de clase media solamente en seis estados en donde el tamaño de este grupo supera el 50%: Nuevo León, Distrito Federal, Baja California Sur, Baja California, Colima, y Quintana Roo. En el otro extremo, la suma de proporciones de pobreza y vulnerabilidad alcanza entre 77% y 87% de la población en Puebla, Oaxaca, Tlaxcala, Guerrero y Chiapas —en este último estado la pobreza alcanza por sí sola 59%.

Si bien el progreso es innegable, la clase media no es aun el grupo predominante en México y sus características son significativamente distintas de las observadas entre los grupos en pobreza y en vulnerabilidad. Por ejemplo, la misma ENIGH 2010 permite afirmar que la clase media es principalmente urbana, donde el jefe de hogar cuenta con un nivel educativo mayor a secundaria. Entre sus miembros existe un muy bajo nivel de analfabetismo; tiene una elevada cobertura de servicios médicos y seguridad social, y habita en viviendas en buen estado y con todos los servicios practicamente cubiertos. Si se compara con la población vulnerable, la clase media tiene un acceso mucho mayor a bienes como automóvil y computadora, y poco más del 11% es propietario total de su vivienda. Se trata de una población asalariada, la mayoría con contrato, en empresas medianas del sector manufacturero, y se observa una mayor propensión a trabajar en el sector público.

La población vulnerable, por su parte, se diferencia estadísticamente de la clase media en practicamente todos los indicadores considerados y en una magnitud importante. Por ejemplo, tiene un ingreso inferior en 3 veces y un tamaño de hogar mayor, en promedio, en 1 miembro. A este grupo lo conforman, en buena medida, niños y adultos mayores de 65 años de edad; es decir, población económicamente dependiente. Un rasgo distintivo es que en este grupo los trabajadores son asalariados, muchos de ellos sin contrato, en microempresas del sector servicios caracterizado por una muy baja productividad. Más aún, los datos muestran que un tercio de la población vulnerable no tiene acceso a servicios médicos, y casi dos tercios no cuenta con seguridad social, por lo que probablemente buena parte de los recursos con los que cuenta este grupo se destinan a estrategias de protección.

Distinguir claramente entre pobres, vulnerables, y clase media es esencial en las políticas públicas para focalizar mejor y alcanzar también mejores resultados sociales. No basta creer, como algunos sectores han hecho en México, que si las distintas clases comparten ciertos patrones de bienestar subjetivo o estatus se ha alcanzado cierto progreso social, aun cuando persistan importantes brechas de cobertura en servicios básicos y derechos sociales. Afirmar que si no se es pobre, se es clase media en base a interpretaciones aspiracionales distintas de objetivas, puede llevar a resultados limitados.

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.

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