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Colombia: el fraude de la paz al desnudo
Mar, 03/09/2019 - 09:54

Saúl Hernández

Diluvio en Colombia
Saúl Hernández

Analista político y columnista habitual de importantes diarios de Colombia como El Tiempo, El Mundo y El Informador.

Lo que verdaderamente sorprende del video en el que el terrorista "Iván Márquez" anuncia que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) vuelven a las armas, es el hecho mismo de que muchas personas se hayan sorprendido. Eso, acaso, podría ser entendible entre observadores que miran las cosas a distancia, desde el extranjero, pero en el plano local hemos sido testigos de las imperfecciones del negociado del ex presidente Juan Manuel Santos, del que se desconectaron muchos farianos que siguieron sus andanzas criminales.

En efecto, desde mucho antes de que se firmara esa falsa paz se denunció que muchos guerrilleros estaban cambiando de brazalete, reforzando principalmente al Ejército de Liberación Nacional (ELN); otros, se desmarcaban del proceso para seguir en los negocios ilícitos del narcotráfico y la minería ilegal, y muchos más se mantenían en armas conformando una retaguardia estratégica, un plan B para cuando comprobaran que por vías de la política les sería muy difícil alcanzar el poder a las FARC.

A todos ellos, el gobierno de Santos los llamó "disidencias", y hasta se inventó el absurdo eufemismo de "Grupos Armados Organizados Residuales", con el fin de negar que no eran cosa distinta que el brazo armado de una organización que cree en la combinación de todas las formas de lucha y que siente tanta nostalgia por su pasado en armas que ya en la política decidió seguir llamándose "FARC".

El pueblo colombiano, a pesar de todo, no se llamó a engaños. En diversas encuestas la gente manifestó que no creía en la voluntad de paz de las FARC, porque la guerrilla siempre ha dado muestras de no tener palabra y carecer de honor. Sus cabecillas son verdaderos bandidos irredimibles que no se pueden resocializar, y sus mentes enfermizas los llevan a insistir en esa ideología que llevó al país a lo que algunos llaman "guerra", sembrando a Colombia de muertos de una esquina a otra.

Un claro ejemplo es el del terrorista "Carlos Lozada", quien hoy funge como flamante senador de la República sin haber recibido un solo voto. Hace poco, este individuo participó en el aquelarre del Foro de Sao Paulo, en Caracas, donde no se cansó de elogiar la dictadura de Nicolás Maduro y el desastroso modelo venezolano que tiene aguantando hambre a sus ciudadanos, con grave peligro de desestabilización para los países de la región, por lo que ya casi todos les han cerrado sus puertas. Y lo peor es que Lozada tuvo la desfachatez de anunciar que las FARC están firmes en su empeño de instaurar ese modelo en Colombia.

Por otra parte, es absurdo asegurar que este regreso a las armas se debe al incumplimiento de los acuerdos por parte del gobierno de Duque cuando estos deben implementarse durante doce largos años, de los cuales, este primer año de Duque es el primero. Pero, hay más: el jefe de la Misión de la ONU en Colombia, Carlos Ruiz Massieu, afirma que gobierno y guerrilla están comprometidos con la implementación del acuerdo, y que hay "claros elementos tangibles en los que uno puede ver materializado ese compromiso" (El Colombiano, 01/09/2019). Para más señas, el Instituto Kroc (Universidad de Notre Dame), encargado del seguimiento a la implementación del acuerdo, dijo en su tercer informe, en abril, que la implementación sigue progresando y que "los avances hasta el momento han sido significativos".

Decir que Duque no ha cumplido los acuerdos es verdaderamente absurdo, sobre todo si se tiene en cuenta que por no incumplirlos ha caído en desgracia con su propio electorado, que lo aupó a la presidencia precisamente para que hiciera trizas ese engendro. De hecho, si fuera en realidad el títere de Uribe, como algunos lo tildan de ser, habría algún resultado tangible en la lucha por desmontarlo, pero al día de hoy no hay nada.

Por el contrario, el Estado se ha arrodillado por completo y ha perdido hasta su honor con tal de satisfacer las pretensiones de los guerrilleros y mantener la aparente paz de Santos. Lo hecho, por ejemplo, por tres altas cortes en el caso "Santrich" sobrepasa los límites de la alcahueteria y raya con el concierto para delinquir: la Justicia Especial para La Paz traspasó sus competencias para evitar su extradición; el Consejo de Estado le confirió fuero parlamentario sin haberse posesionado, como exige la ley, y la Corte Suprema le concedió la libertad, facilitando su fuga. Ahora el cieguito está armado y amenaza con matar a todo el que se interponga en su camino revolucionario. ¿Qué dicen los irresponsables magistrados?

Las FARC no tienen el poder que tenían hace 20 años, pero con el dinero de la coca y el apoyo de la tiranía vecina se consiguen armas, pertrechos y combatientes, además de los resultantes del reclutamiento forzado. Así que no hay que subestimarlos, aunque su anuncio no cambia nada: ya sabíamos que la tal paz de Santos era una mentira, una farsa, una ficción. Ellos nunca dejaron las armas porque no pueden desarmar el alma.

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